Capitulo 9: Disney, cucarachas y cromañones.
Tomé de nuevo los labios de esa princesita con pasión y deseo, Bella gimió y me sentí de pronto mas duro, necesitaba tomarla ahí mismo sobre la mesa de la cocina. Acaricié sus piernas desnudas, apenas cubiertas por esa pijama del demonio que haría desaparecer de inmediato, metí mis manos debajo de la tela y toqué la suave y tersa piel de su trasero, la presioné contra mi erección y rompí el beso para escuchar el gemido mas sensual que jamás había escuchado.
La miré detenidamente, estaba despeinada, sin una gota de maquillaje, sus sonrosados labios brillaban por la intensidad de nuestros besos, su respiración era agitada y en sus ojos había deseo.
Impulsé su cuerpo con mis manos aun en su trasero y la subí a la mesa, metí mi mano debajo de la blusa y toqué su pecho, turgente y duro, sorprendiéndome de lo bien que encajaba en mi mano, apreté con mis dedos su pezón erecto y Bella gimió mas fuerte.
—Eres absolutamente hermosa —susurré contra su cuello, Bella abrió la boca para gemir cuando apreté más fuerte su pezón, pero oculté ese gemido con mi boca, la besé con desesperación y pegó su intimidad contra mi excitación. Nunca me había sentido así y temí que cuando por fin me cubriera con su suave y húmeda intimidad, no durara lo suficiente.
— ¿Hijo? —la voz de mi madre nos sobresalto, saqué la mano de la blusa de Bella y ella bajó de la mesa, mi madre apareció segundos después en la cocina—. ¿Has preparado café? ¿Podría llevarme una taza al cuarto?
—Claro que si madre.
— ¡Oh por Dios! —exclamó Bella mirando mi erección nada discreta debajo del pantalón.
— ¿Qué pasa? —pregunto mi madre exaltada.
— ¿Quién quiere un sándwich? —abrí el refrigerador y escondí mi erección, sin embargo con Bella ahí, agitada, sonrojada y excitada, el frio no era de gran ayuda.
—No, yo no, solo quiero mi café, Bella deberías ir y dormir un poco. Lamento haberte echo venir solo por una varicela.
—No te preocupes Esme, nadie se lo hubiera imaginado —clavó en mi su mirada burlona— aunque era demasiado obvio.
¿Volvíamos a molestarnos el uno al otro?
—Hijo, ¿Dónde dormirá Bella?
—En mi cama —la voz me salió mas ronca de lo que debía, mi madre abrió los ojos sorprendida— yo dormiré en el sofá.
—Me parece muy bien que le dejes tu cama a Bella después de lo que hace por tus hijas, bien me voy a dormir y Edward, ¡ya quítate de ese frio, te dará un resfriado!
Mi madre salió de la cocina y cerré el refrigerador.
—Te juro que no recordaba que estaba aquí —susurré acercándome a Bella— cuando te beso parece que los demás desaparecen.
—Me voy a dormir —dijo evitando el contacto con mis manos— ¿Dónde esta tu habitación?
—Arriba, Bella siento que mi madre te haya incomodado pero…
—Esme no me incomodó, me incomodas tu, siempre, te he dicho que no me beses y mucho menos me toquetees como lo has hecho, no eres nadie —puso su pequeño dedo índice en mi pecho, ahí estaba, de nuevo altiva e insoportable— en tu vida me vuelvas a poner tus… odiosas manos encima.
Y salió de la cocina.
— ¡Maldita mujer! —mascullé demasiado alto para mi gusto.
Era tan hermosa y apasionada, pero una sola palabra de esa maldita boca era capaz de sacarme de mis casillas con facilidad. Me acosté en el sillón de la sala, sin molestarme en buscar una manta para taparme, la verdad estaba muy acalorado, y no solo por la sesión de besos con Bella, también por su estúpida actitud, y más que nada por la mía.
¿Como demonios habíamos pasado de hablar de la difunta madre de mis hijas a casi hacerle el amor a esa mujer?
Simplemente no había relación entre si. Eran dos polos totalmente opuestos.
De Angela me había gustado su timidez y lo sencilla y amable que era, no era superficial y era hermosa naturalmente.
Por otro lado, Isabella era terca, presumida, preocupada por su imagen, amargada y condenadamente sensual.
Ahí estaba la diferencia, de Angela me había enamorado, de Isabella estaba encaprichado y totalmente caliente. Si, eso era, por que terminantemente no me estaba enamorado de Isabella Swan.
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Había estado dando vueltas en la cama, no había podido conciliar el sueño, nada en esta habitación me lo permitía. Todo olía a él.
Su cama estaba impregnada con ese olor tan masculino y dulce característico de Edward, y yo envuelta entre sus sabanas, dando vueltas
sola.
Podía estar dando vueltas en esta misma cama con él y maldita sea como lo deseaba. Pero no podía, lo que había pasado en la cocina no debería de haber pasado y no ocurriría de nuevo.
No iba a arriesgarme tan pronto, y mucho menos con alguien tan insoportable, guapo si, jodidamente guapo, pero insoportable como Edward Masen y mucho menos si vivía en este pueblo que tanto odiaba. No podía enamorarme de alguien que me atara a este pueblo de por vida.
Deseé que pronto regresara el idiota de Cullen, Emmett pateara su trasero y nos permitiera quedarnos con esa casa, después le otorgaría mi mitad a Alice y adiós Forks, adiós Edward, adiós gemelas.
Sonreí cuando esas niñas se metieron en mis pensamientos. Nunca había sido muy fan de los niños, pero ellas eran adorables, ahora que sabía quien había sido su madre, entendía de donde habían sacado esa manera de ser tan especial, por que del padre solo tenían el apellido, y el cabello, y los ojos, y la tez pálida. Bien físicamente eran igual a él, pero lo mejor lo habían sacado de Angela.
La puerta del cuarto se abrió y apareció Edward, tan maravillosamente atractivo como la última vez que lo había visto, hacia tres horas.
— ¿Qué haces aquí? —me levanté de la cama.
—Aquí vivo —se encogió de hombros y comenzó a buscar entre los cajones— y voy a bañarme en mi baño que esta aquí, en mi cuarto.
—Ya lo sé —rodé los ojos— pero puedes esperarte a que yo me bañe primero.
—A ver princesita…
—No me llames así, lo odio.
—Muy bien princesa —rodé los ojos, Edward puso ambas manos al lado de mi cabeza arrinconándome entre la pared y él, bajo la voz hasta convertirla en un sensual susurro— dime ¿Qué sabes del calentamiento global?
¿Qué jodidos tenia que ver? ¿Y quien jodidos podía pensar en el calentamiento global cuando lo tenia tan cerca?
—Que es… es… —no sabia que decirle, estaba perdida en sus ojos verdes— ¿caliente?
Bravo. Que respuesta tan elocuente.
—Caliente… —Edward sonrió de lado y se acercó mas a mi susurrando— y para evitar que se caliente mas, podríamos bañarnos juntos, ya sabes ahorrar agua.
Mis senos que subían y bajaban con mi agitada respiración, rozaba el pecho desnudo de Edward, dejándome sin habla y odié que tuviera ese efecto sobre mi.
—Tu te lo pierdes —se separó, rompiendo la burbuja en la que me había metido y entró al baño cerrando la puerta tras de él.
—Imbécil —le grité a la puerta y solo escuché su risa burlona detrás de esta.
Salí del cuarto y entré en el de las niñas. Violet ya estaba despierta y Angela aun dormía plácidamente.
—No soporto la comezón —la manitas vendadas de Violet luchaban por rascarse las ampollas.
—Lo siento Violet, pero te prometo que le diré a tu padre que te compre una pomada para ponerte y que baje la comezón.
—Buenos días —Esme entró en la habitación.
—Abuelita, dile a Bella que me quite las vendas —Violet estaba a punto de llorar.
—No se puede corazón, solo aguanta una semana.
—Es mucho —Violet volvió a recostarse en la cama.
Me acerqué a Angela, aun tenia fiebre, pero no era tan grave como la noche anterior.
—Yo me iré a casa, aun tengo que preparar la fiesta para mi marido.
— ¿Fiesta?
—Si, cumple años este fin de semana, y cuando regrese de Nueva York lo sorprenderé con una fiesta, es más una reunión familiar.
—Deberías pedirle ayuda a Alice, ella es maravillosa en esas cosas.
—Por supuesto, lo tomaré en cuenta, ¿nos vamos?
—Claro…
— ¡No! —Violet se levantó de la cama y se abrazó a mis piernas— dijiste que te quedarías.
Abrí la boca para protestar, pero Angela se despertó a mi lado y no me dio tiempo.
—Me duele la cabeza…
—Bella lo prometiste y debes cumplirlo.
—Bella ¿Por qué me siento tan mal?
— ¿En serio te vas a ir?
— ¿Te vas? No quiero que te vayas.
—A ver, una gemela enferma a la vez —me puse de pie— su papá estará aquí y cuidara de ustedes. Van a pasar una semana encerradas aquí en su cuarto, pueden ver películas y jugar con su padre.
—Claro que no, él se ira al trabajo como siempre.
—Además mi papá no juega a las muñecas con nosotros, ni nos maquilla como tu —Angela se sentó sobre la cama.
—Si, sobre eso del maquillaje, seria mejor que no se lo digan a su padre.
—Entonces ¿te quedas? —Violet puso ojitos tiernos e hizo un puchero.
—Por favor —Angela hizo lo mismo.
—No sé si su padre…
—Por mi está bien —la voz de Edward detrás de mi me asustó.
—De todas formas, necesito ir a casa de su abuela a recoger algo de ropa, no puedo andar en pijama toda la semana.
—Por mi no hay problema —dijo Violet.
—A mi tampoco, y seguro que a mi papi tampoco.
—Por supuesto que no —rodé los ojos, era un degenerado.
—Llamaré a la señora Cope, llevaré a mi madre y a Bella a casa y regresaremos con sus medicinas, pero deben prometerme —Edward tomó a Violet y la puso de nuevo en la cama— que no harán travesuras, deben estar en cama, les pondré una película ¿Cuál quieren?
Edward abrió una pequeña gaveta, descubriendo cientos de películas, la mayoría de Disney.
—Yo quiero ver
“Enredados”.—Esa no Angela, la vimos ayer, mejor veamos
“Buscando a Nemo”.— ¿Qué les parece
“Juego de Gemelas”?
— ¡Si! —gritaron ambas niñas a la vez.
Su padre les puso la película y bajó con nosotras a la sala.
—Ten —me extendió una sudadera— afuera hace frio.
—Gracias.
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—Lo que hiciste fue súper lindo.
—Alice no te burles.
—No es burla, lo estoy diciendo en serio —Alice me ayudó con la pequeña maleta que llevaría a casa de Edward—. Bueno, lo de ir a ayudarlas en medio de la madrugada lo entiendo, eres doctora, pero quedarte una semana en casa de Edward aunque según tu no lo soportas se me hace muy dulce.
— ¿Según? No Alice, ningún según. No lo soporto.
—Si, si lo que tu digas.
Terminé de alaciar mi cabello, no necesitaba seguir discutiendo del cromañón con Alice, era imposible ganarle, siempre creí tener la razón.
Tomé mi maleta y bajé las escaleras.
— ¿Pero por que demonios tarda tanto? Mis hijas están enfermas —se quejó Edward, solo me había tardado una hora bañándome y arreglándome, normalmente tardaba dos.
—Ya sé que tus hijas están enfermas, pero dado que cierto hombre de las cavernas no me dejo bañarme antes de venir aquí, tuve que hacerlo.
—Vaya, yo creí que habías cambiado de piel, ¿cada cuando lo hacen?
—Imbécil, víbora tu mad…
— ¿Quién? —preguntó burlón al mirar a Esme bajar las escaleras.
—Pensé que llevabas prisa, aun tenemos que ir al pueblo por sus medicinas así que toma y vámonos —le extendí mi maleta.
—No soy tu lacayo princesita…
—No me llames princesita, ¿eres imbécil o que?
—Ya estoy harto de que me llames imbécil cada que se te da la maldita gana —me gritó— no se como demonios te voy a soportar una semana en mi casa.
—Por mi encantada, no voy, solo explícaselo a tus hijas.
—Lo dices como si de verdad te importaran.
—Claro que me importan, que tengan un padre estúpido es muy diferente a que yo quiera a esas niñas.
— ¿Han terminado de copular verbalmente? —Se burló Emmett detrás de nosotros.
—Cállate Emmett.
— ¿Por que tienes que ordenarle a todo mundo?
—Por el amor de Dios ¡ya! —Alice se acercó a Edward y le puso en la mano cien dólares—. Llévatela a un motel, fóllatela y acaben con esta tensión sexual que lo único que hace es darle dolor de cabeza a los demás.
Me puse roja, como de costumbre cuando Alice se metía en mi vida sexual y sobre todo por que Esme nos miraba divertida.
— ¿Quieres? —Edward alzó una ceja y me miro burlonamente.
— ¡Jódete! —agarré mi maleta y sin mirar atrás me metí al Volvo.
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—Edward, no debes ser grosero.
—Solo le hacia una invitación madre —me encogí de hombros y salí de la casa, al entrar en el auto, Bella habló.
—Voy contigo solo por que las niñas están enfermas, no por que quiera pasar tiempo contigo y menos una semana entera, así que hablaremos lo menos posible, no te soporto, tu no me soportas, evitemos pelear sobre todo enfrente de las niñas, suficiente tienen con que les falte una madre, con su padre se la pase trabajando, para encima tener que lidiar con nuestros problemas.
—Hasta ahora, es lo más sensato que has dicho desde que te conocí.
Arranqué el auto y maneje en silencio hasta el pueblo, la miré de reojo, completamente molesta, con los brazos cruzados mirando fijamente al frente.
Sonreí.
Me encantaba verla así. ¿Masoquista? No, no lo creía, pero ¿Cómo iba a soportar una semana sin pelear con ella? O peor, como seria una vez que ella se fuera del pueblo.
Pero es que la fuerza que esa mujer irradiaba me tenía tan fascinado y malhumorado que estaba comenzando a no saber en realidad qué quería.
Llegamos al pueblo y me estacione sobre el pequeño y único centro comercial.
— ¿No hay por aquí un Starbucks?
—No —rodé los ojos— pero ahí enfrente hay una cafetería.
—No gracias.
Bajó del auto y yo la imité.
—Mierda, mierda, mierda… —exclamó mirando hacia la entrada del centro comercial— mierda.
Seguí su mirada y vi al rubio imbécil que había ido a buscarla al hotel.
—Mierda —estuve de acuerdo, aquí iba a arder Troya cuando Bella se enterara que lo había golpeado y que le había ocultado que estaba aquí.
—Vámonos —rodeó el auto dispuesta a subir.
—Demasiado tarde princesita —miré al descerebrado rubio acercarse hacia donde estábamos.
— ¿Qué hacemos? —me preguntó con los ojos atiborrados de lagrimas. Ese hijo de perra necesitaba que le pateara el trasero por hacer llorar a Bella, ¿es que aun lo amaba?
—Isabella —gritó el rubio— por fin te encuentro.
— ¿Qué jodidos haces aquí? —la voz de Bella no denotaba debilidad, aunque por dentro seguramente estaba sufriendo, y yo… yo estaba celoso.
—Vine a buscarte, Lauren me dijo que había regresado a este pueblo de mierda, y yo necesito hablar contigo.
—Pues yo no. Todo quedo muy claro cuando te encontré encima de Jessica. Vámonos Edward.
Bella tomó mi mano y me arrastró hacia las tiendas, entonces el cabrón me reconoció,
— ¿Tu? Bella, ¿Qué haces con este bastardo?
—Eso es algo que no te interesa.
El rubio abrió su pequeña boca morada por el golpe que le había propinado.
— ¿Sabes que me pegó? Fui a buscarte al hotel y me negó saber donde estabas, después me golpeó, no se lo regrese por que no quería armar bronca.
—No me lo regresaste por que eres un marica —hablé por primera vez.
Bella nos miró confundida.
—Bien, basta, Mike ¿de que quieres hablar conmigo? —hasta este momento, Bella seguía sosteniendo mi mano, y yo, a pesar de la tensión, disfrutaba el calor de su delgada y pequeña mano.
—Me gustaría hablar a solas…
—Dilo ahora por que tengo cosas que hacer.
—Bien, mi padre se enojó por la boda cancelada, y me ha despedido del bufete, si no regreso contigo, me caso y le doy un nieto me deshereda.
—Oh vaya —Bella se carcajeo— veo que no mediste las consecuencias de metérselo a Jessica mientras estabas conmigo.
Me sorprendió la manera de hablar de Bella, ¿Quién diría que la princesita tenia ese vocabulario? Sonreí.
—Bella no seas vulgar, veo que haber regresado a este pueblo te ha afectado, pero regresa conmigo a Miami, dame otra oportunidad y seamos felices.
—No, lo siento, pero ahora tengo una vida aquí —esa ni ella se la creyó.
— ¿Una vida? ¿Aquí? —Miró nuestras manos entrelazadas— ¿quieres soltarle la mano a mi novia?
—Ella no es tu novia —siseé con ganas de arrancarle su estúpida cabeza rubia.
— ¿Y tu quien demonios te crees que eres para decir si es o no mi novia?
—Es mi novio —Bella contestó dejándome helado.
Mike se quedo aun peor que yo, sus pequeños ojos casi se le salen de las cuencas.
—De hecho, es mas que eso, es mi primer amor, ya sabes el
primero… —dejó la frase inconclusa para que el diminuto cerebro de Mike captara la indirecta. Por Dios, ojala yo hubiera sido el primero, y el único.
—Bella solo han pasado unas semanas desde que terminamos, ¿Cómo puedes…?
—No me vengas con eso, tú follabas a Jessica mientras andabas conmigo, además ¿Qué esperabas? Regresé a mi hogar, con mis antiguos amigos, con el único hombre que me ha hecho sentirme mujer, era obvio que de ti ni me acuerde.
— ¿Conmigo no te sentías mujer? —Bella sabía como lastimar el ego de un hombre, sobre todo de ese idiota que parecía creerse todo un semental.
—No mucho, pero no quiero hablar de eso.
— ¿Qué querías? ¿Qué te tratara como una cualquiera? Por qué seguro eso es lo que hace este estúpido ¿no?
—Para cualquieras tienes a Jessica, y créeme no quieres detalles de lo que este hombre me hace. Ahora Mike agarra tu asqueroso trasero y llévalo de vuelta a Miami, si quieres una madre para tus hijos, no seré yo.
Se dio la media vuelta dejando el idiota de su ex novio parado como imbécil.
—Cuando lo vi creí que necesitaría golpearlo de nuevo —le susurré al oído— pero parece que sabes defenderte.
—Nunca he sido una damisela en apuros, y no necesito un príncipe que me rescate del dragón.
— ¿Dragón? Será cucaracha.
Bella sonrió y derramó una lagrima que había estado conteniendo, nos detuvimos y tomé su rostro entre mis manos.
— ¿Crees que vale la pena llorar por él? —al verla así quise protegerla, tomarla en mis brazos y no dejar que nadie mas la lastimara.
—Es que… —limpié sus lágrimas con mis manos— no es él, son muchas cosas, es ver en lo que yo me he convertido, soy una versión femenina de Mike, y decir que había regresado a mi hogar es… creo que es verdad. Vine aquí a ver la casa de mis padres y ni siquiera he podido entrar, y además estas tu…
— ¿Qué hay conmigo? —acerqué mis labios y los rocé con los suyos.
—Tienes un efecto en mí que nadie había tenido.
— ¿Un efecto bueno o malo? —susurré tomando su cintura, pegando nuestros cuerpos.
—Estamos en medio de un estacionamiento.
—Al diablo el resto del mundo, dejemos de comportarnos como niños que se jalan las trenzas y se dan patadas en las espinillas para decirse que se gustan.
—Serás pretensioso —se rió cálidamente y le devolví la sonrisa, satisfecho por verla sonreírme de esa manera— tú no me gustas.
—Nos discutas y admítelo.
— ¿Yo? ¿Discutir contigo? ¿Cuándo? —se carcajeó y yo la acompañé.
—Dios no lo permita —me burlé y Bella se separó cuando iba a besarla— ¿Por qué tienes miedo princesita?
—Tengo miedo de un estúpido cromañón que me hace derretirme cada que me besa, y tengo miedo de estar en medio de un estacionamiento público y que en algún momento le salte encima y le quite la ropa.
—Mmmmm, eso lo podemos solucionar, sé a donde puedo llevarte…
—No iras a usar los cien dólares que te dio mi hermana ¿o si? —me reí.
—No, conozco un lugar digno de una princesita como tu.
— ¡Oye tu, Cullen! —El momento fue roto por la roñosa voz de Mike— será mejor que sueltes a mi novia de una vez.
Mierda.
— ¿Cullen? —preguntó Bella.