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1♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Empty ♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Miér Oct 05, 2011 11:54 am

Cinthia Swan

Cinthia Swan
Neofito
Neofito

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Lady Isabella Bella Swan intenta escapar de las miradas lascivas de su padrastro Philip, quien la vende al mejor postor, siendo Edward Cullen quien la compra. Ella parece tenerle más miedo que a su padrastro, aunque en el fondo desea estar en su cama.



Última edición por Cinthia Swan el Miér Oct 05, 2011 11:18 pm, editado 3 veces

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2♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Empty Re: ♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Miér Oct 05, 2011 11:54 am

Cinthia Swan

Cinthia Swan
Neofito
Neofito

"Un Deseo Peligroso"
a Twilight Fanfic by
Cinthia Swan

/*/

Prefacio

Me sentía impotente.

Sus manos estaban en todas partes y yo no podía hacer nada. Su pesado cuerpo estaba sobre el mío, apenas podía respirar. Quería gritar pero nadie me escucharía, la casa estaba sola.

Solo estábamos él y yo.

¿Qué podía hacer?

Este era mi destino, vivir con este hombre hasta que quizás la eterna muerte me liberara.

Intentó besarme. Sentir sus asquerosos labios sobre los míos me revolvía el estómago, lo mordí y sentí su sangre correr por mis labios. Me golpeó tan fuerte que comencé a desvanecerme. Así sería mejor, no sentir nada y si bien me iba, moriría.

Vi una luz dorada. Sentí frio, pero era agradable. Ya no sentía el peso de nada. Flotaba y sentí que me elevaba. Así era como se debía sentir la muerte.

Sabía que estaba muerta, porque, ¿de qué otra forma se podía ver un ángel?

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3♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Empty Re: ♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Miér Oct 05, 2011 11:52 pm

Cinthia Swan

Cinthia Swan
Neofito
Neofito

Capítulo 1

El comedor estaba iluminado con el hermoso candelabro que mi padre había comprado en su último viaje a Europa. La comida era exquisita, servida sobre la más fina vajilla, los manteles bordados a mano por mi madre y por mí adornaban la mesa de color caoba que había tallado a mano mi abuelo paterno. Todo era digno de una cena maravillosa, excepto la compañía.

Philip Dwyer.

Él era mi padrastro desde los diez años, mi madre se había enamorado de él cuando lo conoció, olvidándose de mi padre muerto dos años atrás. Me sentí molesta, no quería a otro hombre en nuestras vidas sustituyendo a papá.

Pronto me di cuenta de que eso no pasaría. Philip se mudó inmediatamente después de su boda con mi mamá, argumentando que su hogar estaba en reparaciones. Bueno, han pasado siete años y aún la siguen reparando, así que se estableció aquí, en la misma recamara que mi madre había compartido con mi padre Charles.

En un principio, aunque Philip no era de mi total agrado, no había ningún problema con su presencia, hasta que cumplí doce años, entonces comencé a notar cambios… cambios en mi cuerpo: mis senos comenzaron a crecer, no lo hicieron demasiado, pero el corsé los hace ver más grandes de lo que en realidad son; mis caderas se ensancharon y comencé a tomar poco a poco el cuerpo de una mujer. Los cambios no solo vinieron en mí, también en Philip, sus miradas cambiaron y la forma en que me abrazaba también. No me gustaba.

Mi madre no se daba cuenta, estaba estúpidamente enamorada de él. Philip no había intentado jamás tocarme de una manera impropia, solo eran sus asquerosas miradas las que me molestaban. Hasta ahora.

—El viernes por la noche ofreceremos una pequeña fiesta—anunció mi madre en medio de la cena.

— ¿Para qué?—preguntó Philip, mordiendo un pedazo de pan.

—Me encontré esta mañana con Esme Cullen, la esposa del nuevo médico del pueblo. Es muy amable y aún no le han dado la bienvenida, así que me ofrecí a hacerlo.

—Oh claro, los Cullen —Philip desmenuzó un pedazo de carne y se lo metió en la boca—. La señora Cullen es muy linda y joven, a diferencia de ti.

Alcé la vista de mi plato para ver a Philip luego de su comentario tan desagradable, después miré a mi madre que solo bajó la mirada. Era increíble como jugaba con su autoestima y sus sentimientos, pero era peor ver como mi madre se dejaba sin poderle decir nada. Era así como estábamos educadas, jamás podíamos contestarle mal a ningún hombre y mucho menos al hombre de la casa, quien se atreviera a hacerlo recibiría una buena golpiza. A veces pensaba que quizás valdría la pena solo por tener la oportunidad de decirle todo lo que pensaba de él.

—Y dígame madre, ¿ya compró lo necesario para la ocasión? —llené el vacio de la conversación que el idiota de Philip había arruinado.

—Aún no, ya no llevaba suficiente dinero, pero mañana espero puedas acompañarme, Zafrina está un poco vieja y ya no puede hacerlo.

—Claro que sí madre —sonreí y seguí comiendo.

—Philip, ¿crees que haya la posibilidad de contratar a una muchacha más joven? Zafrina se cansa mucho haciendo todo ella sola —sugirió mi madre.

—De ninguna manera —siempre tan tacaño—. En ese caso tendría que buscarme yo otra mujer más joven. Tú también empiezas a no servir para nada con la edad, ¿eso te gustaría?

—No estoy diciendo que Zafrina no sirva para nada, es solo que…

—Déjalo ya, Reneé —interrumpió Philip levantándose de la silla—, esta conversación se acabó.

Philip salió del comedor dejándonos mudas a mi madre y a mí. Siempre que algo así pasaba ella prefería guardar silencio y si yo la defendía ella lo justificaba, así que para evitar problemas entre las dos mejor guardaba silencio.

— ¿Sabes? Dicen que el hijo de la señora Cullen es muy apuesto, tiene veinte años y es soltero. Debe estar en edad de buscar esposa —dijo mi madre cambiando de tema—. Me gustaría comprarte un bonito vestido para que lo impresiones en la cena del viernes.

—Madre, un "vestido bonito" no hará que yo me vea bonita. Ya sabes lo que dicen: aunque la mona se vista de seda…

—No digas esas cosas, sabes perfectamente que eres hermosa —claro, era mi madre, ¿qué más podía decir?

—Como sea —protesté—, no quiero un vestido nuevo ¿sabe? Aún tengo uno azul que me compró hace un mes, no lo he usado en nada.

—Al menos promete que serás amable con el joven Cullen, ya estás en edad de casarte y qué mejor con alguien joven y apuesto. No quiero que después Philip se moleste y te busqué a un viejo, no podría ver a mi hija casada con alguien doscientos años mayor que ella.

Rodé los ojos, siempre tan exagerada. Asentí despacio, sin prometer nada. No era de las chicas que coqueteaban con nadie, por más apuesto que fuera. Lo intenté una vez, tenía quince años. Mike Newton, un chico en ese entonces de diecinueve años, captó mi atención, me sentí tan ridícula queriendo parecer linda y coqueta que él se burló después con su novia, Jessica Stanley, por todo el pueblo.

Cuando Rosalie, una de mis dos mejores amigas, se enteró, quería prácticamente castrarlo, pero no la dejé, solo decidí nunca más coquetear con ningún chico. Confío en que alguien se fije en mi piel pálida sin color, en mis simples ojos cafés y mi plano cuerpo, aunque el corsé diga otra cosa.

Ayudé a Zafrina a levantar la mesa, aunque se negó a que le ayudara con los platos, así que me dediqué el resto de la tarde a coser al lado de la chimenea junto a mi madre.

/*/

— ¿Edward Cullen? —Preguntó Rosalíe, quien me ayudaba a ponerme el corsé otro día—. ¿Tu madre quiere casarte con Edward Cullen?

—No es eso lo que dijo, solo me pidió que fuera amable con él —tomé mi cabello y lo aparté para que Rose me atara el corsé—. ¿Por qué lo dices de esa forma?

—Bueno, ayer acompañé a Emily al mercado, ya sabes que esa muchachita no sabe cocinar un buen caldo, así que decidí ir yo misma a comprar especias, cuando veníamos de regreso a casa nos encontramos con la familia Cullen. Por cierto, el doctor es muy apuesto —jaló los lazos haciéndome perder el aliento. Dios, era una pesadilla usar corsé—, la mujer es hermosa, pero ambos son bastante jóvenes para ser padres de un hijo de veinte. En fin, el hijo es…

Se quedó callada al terminar con el corsé y me ayudó con el vestido mientras pensaba en las palabras correctas para describirlo. Temí lo peor, mi madre había dicho que era apuesto, pero claro, yo estaba en edad casadera así que no me sorprendía si mi madre lo veía apuesto con tal de casarme con él.

—Es misterioso —terminó Rose, ocupándose ahora de mi vestido—. Muy serio, tiene una mirada que da miedo. Has visto a Emmett enojado ¿cierto? —asentí en respuesta, Emmett era el marido de Rose, casados apenas dos meses atrás—, imagínatelo al doble. Solo con la mirada lo dice todo, aunque es condenadamente guapo, pero tiene algo raro. Deja que Alice lo vea, puedo asegurarte que dirá que tiene un aura oscura y sucia. Ya ves, entre nosotras ella es la psíquica.

—Gracias por el dato entonces, además, no importa lo que diga mamá, no pienso acercármele —y no es que pensará hacerlo de esa manera, pero ahora no deseaba ni saludarlo.

—Deberías intentarlo, uno nunca sabe, quizás sea mi imaginación, pero creo que esa energía maligna que emana la sabe proyectar en la cama —Rose se encogió de hombros, como si hablar de eso fuera de lo más normal.

Era bien sabido que una señorita, o señora en caso de Rosalie, no debía hablar de temas relacionados con la intimidad, pero mi amiga era única, no le daba pena expresar sus ideas o sus deseos si de su marido se trataba.

—No estoy interesada —dije, ruborizándome un poco.

—Oh, créeme querida, todas estamos interesadas —hecho un mechón de su rubio cabello hacia atrás—. Y más con hombres como mi esposo, o como el mismo Cullen, pero no se lo digas a Emmett, puede llegar a ser muy posesivo.

—Por mí no lo sabrá.

Un suave golpe en la puerta interrumpió nuestra conversación. Era Zafrina.

—Señorita, dice su madre que si está lista, haga favor de bajar al salón.

—Enseguida voy, gracias —le sonreí.

Llevaba apenas un poco de polvo y un delicado brillo en los labios. Inhalé profundamente, estaba nerviosa por todo lo que me había dicho mi madre, y más por lo que me había dicho Rose.

—Yo bajaré primero, Emmett se enojará si lo dejo solo mucho tiempo —me guiñó un ojo, no sabiendo lo que significaba y me quedé sola en mi cuarto.

Suspiré envidiando un poco a mi amiga. Rosalie tenía dieciocho años y ya estaba casada, su familia había aceptado a Emmett como su marido, a pesar de no ser de la misma condición económica que ella. Se habían conocido en el parque, cuando Emmett accidentalmente le tiró un helado encima, o al menos eso dijo él, yo estaba segura de que había sido un pretexto. Emmett podría ser atractivo, fuerte, musculoso, pero en el fondo era un hombre tierno, cariñoso y algo tímido tratándose de Rosalie. Después de miles de disculpas y rosas, ella aceptó salir a dar un paseo con él, hasta que le pidió matrimonio. Ella por supuesto aceptó, pero aún faltaba la aprobación de los señores Hale, afortunadamente sus padres no son como la mayoría y aprobaron el matrimonio cuando vieron los ojos de Rose brillar de amor por Emmett.

La vida sin embargo sería muy diferente conmigo. Aún no me había enamorado de nadie, ni había alguien que me atrajera, pero estaba segura de que no podría escoger marido, mi madre quizás me apoyaría con cualquiera que fuera mi decisión, pero con Philip era otra historia, era ambicioso y estaba segura de que no tardaría en arreglar mi matrimonio. Eso me aterrorizaba.

Quité de mi mente esos pensamientos y salí de mi cuarto.

La música de piano se escuchaba desde el segundo piso, vi a Zafrina correr de un lado a otro, estaba sola en los preparativos para la cena. Me hubiera ofrecido a ayudar de no ser porque dejaría en ridículo a mi madre, así que, resignada, bajé las escaleras y entré al salón. Las miradas se dirigieron hacia mí en cuanto aparecí por la puerta, no pude evitar sonrojarme por tanta atención.

El salón estaba iluminado por las velas, los bocadillos olían y se veían deliciosos. La música corría a cargo de Seth, el joven vecino quien tocaba de maravilla.

Mi madre me alcanzó en la puerta y después se nos unió Philip, quien pasó su mano por mi espalda. Intenté zafarme de su agarre, el cual no me gustó, pero no pude hacer nada sin parecer demasiado obvia. Nos acercamos para recibir a los invitados de la noche. Pude distinguirlos de inmediato, eran las caras nuevas del pueblo pero sobre todo, la particularidad de sus rostros llamaba muchísimo la atención.

—Señores Cullen, permítanme presentarles a mi hija —un escalofrió recorrió mi espalda cuando Philip me llamó de esa forma, odiaba que lo hiciera, mi padre era Charles Swan, no este hijo de…—. Isabella, él es el nuevo doctor: el señor Carlisle Cullen y su maravillosa esposa, la señora Esme Cullen.

Los ojos de Philip eran de un degenerado, ¿acaso yo era la única que lo notaba?

Hice una pequeña reverencia hacia la nueva familia. El hombre debía andar en los treinta y tantos, de cabellos rubios y piel pálida, sus ojos dorados brillaban con la luz de la velas. Su esposa era impresionantemente hermosa, su cabello color miel adornaba un rostro en forma de corazón, tan tierno y maternal, lo que más me llamó la atención, fue el color dorado de sus ojos, iguales a los de su marido. No era raro que dos personas tuvieran el mismo color de ojos, pero ese particular tono dorado no era muy común, de hecho, era la primera vez que lo veía.

—Mucho gusto, Isabella —me dijo la señora Cullen con una sonrisa.

—Por favor señora Cullen, llámeme Bella.

—Está bien, Bella —sonrió—, solo si tú me llamas Esme y no señora Cullen.

—Como usted diga Es…

—No, no —interrumpió Philip—, no seas igualada, para ti debe de ser la señora Cullen.

Esme se quedó en silencio ante la llamada de atención de Philip. Ella me había pedido que la llamara así, no estaba siendo grosera.

—En fin, me gustaría que conocieran a mi hijo Edward. Querido, ¿lo has visto? —alzó la vista a su marido y este lo buscó por el salón.

—Ahí está. Voy por él, con permiso —el señor Cullen se retiró en busca de su hijo, pero no lo seguí con la mirada.

En realidad no quería conocer a su hijo y Rosalie tenía la culpa. Philip, Esme y mi madre entablaron una conversación de la que no fui participe, hasta que regresó el doctor con su hijo.

No respiré, tenía miedo de que de alguna forma, si lo hacía, él desaparecería ya que parecía un ser que solo puedes ver en sueños. Su cabello cobrizo estaba desordenado, él iba bien arreglado, como el resto de los invitados, su traje negro hacia contraste con su piel lisa y pálida, sus ojos, eran dorados como los de sus padres, pero definitivamente más hermosos, alrededor tenía ojeras oscuras que lejos de verse mal en él, lo hacían más atractivo.

Sin duda Rosalie tenía razón, había algo en él y no sabía qué, pero parecía atemorizante. Alrededor de Edward Cullen había una energía oscura pero al mismo tiempo intrigante. Sus pesados ojos se posaron sobre mí cuando su padre nos presentó y entonces me recordé que debía respirar.

—Mucho gusto señorita —su voz era ronca y hermosa.

Tomó mi mano entra la suya y la besó delicadamente, apenas tocándola con sus labios, pero mi corazón estalló en un latido frenético. Le dediqué una pequeña sonrisa y aparté la mano. Si no hubiera sido imposible, hubiera dicho que estaba muerto, o al menos era un ángel de la muerte, ya que su mano se sintió helada aún a través del guante que usaba.

—Philip, ¿por qué no bailamos? —sugirió mi madre.

Para guardar la apariencia de que éramos una familia perfecta mi padrastro llevó a mi madre hacia el medio del salón y comenzaron a moverse al ritmo del piano.

—Señora, ¿me honraría con un baile? —le preguntó el doctor a su mujer.

Ella sonrió enamorada y se unieron a mi madre y a Philip en la pista de baile.

Edward y yo nos quedamos solos sin saber qué decir o hacer, solo sabía que no podía irme y dejarlo solo, hubiera sido algo sumamente descortés, pero tampoco tenía ningún tema de conversación. Él parecía menos interesado que yo, sus ojos estaban fijos en las parejas que bailaban y recé para que alguien viniera a rescatarme, pero Rose estaba bailando también con su marido y Alice no vendría a la fiesta. No tenía forma de escaparme de esta incómoda situación.

Finalmente, Zafrina anunció que la cena estaba servida y vi en eso una forma de escape pero me equivoqué: a Edward le fue asignado el asiento a mi izquierda.

Durante la cena todos los invitados conversaban, menos él y yo. Callados e incómodos disfrutamos de la deliciosa comida que preparó Zafrina.

Pude ver a Rose a unas cuantas sillas, me alzó las cejas, como diciendo "te lo dije."

Miraba el reloj un poco fastidiada, esperando que por fin terminara esta fiesta, cena o lo que fuera. Aunque el tiempo pasó más lento de lo que yo hubiera querido, afortunadamente los invitados comenzaron a retirarse, me encargué de despedir a Rose y a Emmett mientras mi madre y Philip hacían lo propio con los Cullen. Era lo mejor, yo no quería más momentos incómodos al lado de Edward

—La cena estuvo deliciosa, Bella —elogió Emmett.

—Muchas gracias, me alegra que hayan podido venir.

—Voy a ver donde está Paul con el carruaje, mi amor, vuelvo enseguida—Emmet se despidió de mi con una sonrisa encantadora.

—Y entonces, ¿compartes mi opinión? —Rosalie preguntó en cuanto Emmett estuvo lo bastante lejos para no escuchar.

—Totalmente —admití—, hace que se te ericen los vellos.

—Y algo más —sonrió Rose, pero no entendí a que se refería, o quizás yo no quería entenderle—. ¿Y qué opinas?

— ¿Sobre qué?

— ¿Crees que esa furia en su mirada la canalice en el sexo?

Alarmada y sin contestarle empujé a Rose hacia la salida donde afortunadamente Emmett ya la esperaba.

Los Cullen ya se habían retirado y me despedí del resto de los invitados en compañía de mi madre. Philip se había desaparecido después de despedir al doctor y su familia, así que después de ayudar a Zafrina un poco con el desorden, subí a mi habitación acompañada de mi madre.

—Te vi muy seria con Edward, ¿acaso no te agradó? —comenzó a desatarme los lazos del vestido.

—No es eso, es solo que no tuvimos oportunidad de hablar —mentí.

Habría podido llenar los silencios incómodos con conversaciones, pero no quise.

—Bella —mi madre me giró para obligarme a verla a los ojos—. Sabes que te quiero, ¿cierto?

—Claro que lo sé —su actitud culposa me puso nerviosa—. ¿Pasa algo?

—No cariño, es solo que Philip pensó que quizás tú y el joven…

—Madre, nos acabamos de conocer, no puede esperar que nos casemos mañana —mi madre guardó silencio y temí lo peor.

—Claro que no —siguió desamarrando el vestido.

No quise preguntar nada más, no quería saberlo.

A la mañana siguiente me despertó el movimiento de mi cama.

Gemí despacio, quería dormir un poco más pero seguramente Zafrina ya había subido a despertarme. Bostecé y luego me quité las cobijas de encima cuando lo vi. Lancé un grito y me cubrí de inmediato nuevamente, Philip estaba sentado en mi cama. Me había visto medio desnuda y el muy cerdo se reía de la situación.

—Buenos días, hija.

—No me llames así, no soy tu hija —protesté molesta—. Sal de inmediato o llamaré a mi madre.

—Tu madre no está. Se me antojó algo de pan para desayunar y ya no había, así que la mandé al mercado junto con Zafrina —su mano tocó mi pierna y la aparte de inmediato—. Estamos solos, tú y yo.

— ¿Qué demonios quieres?

—Deberías tener un poco más de respeto por el hombre de esta casa —su sonrisa fue más ancha y estallé en ira.

— ¿El hombre de esta casa? —Me reí, pero en realidad estaba molesta—. Un hombre se hace cargo de su esposa y sus necesidades, trabaja para darle lo mejor, no espera a que ella venda lo poco que cose a través de su criada para tener algo que comer. Tú no aportas más que tu molesta presencia en esta casa.

—Tienes razón, por eso pensé en ti, es hora de que ayudes a tu madre.

— ¿Me pondrás a coser también? —me burlé.

A mí no me obligaría a nada, además, yo no era nada suyo por mucho que insistiera en llamarmehija.

—No. Eres más provechosa como para desperdiciarte cosiendo, además, con todo lo que hay debajo de ese camisón, puedo sacarte mucho provecho —su sonrisa era demasiado asquerosa para seguir viendo.

—Lárgate de mi cuarto —susurré con enojo.

—Lo haré, solo te informo que anoche te vendí por una muy fuerte suma de dinero y te casarás con Edward Cullen en un mes, así que ponte linda y coopera, a menos que... —su mano regresó a mi pierna y aún en shock por la información que acababa de recibir, no fui capaz de moverme— quieras quedarte por aquí, y así yo podría…

— ¡Philip! —la voz de mi madre escaleras abajo lo interrumpió.

—Después continuaremos con nuestra charla —me guiñó un ojo y salió de mi cuarto.

Yo me quedé ahí, quieta, sin saber qué hacer, y menos qué pensar. Edward me había comprado, pero ¿por qué? Apenas habíamos cruzado unas miradas, y definitivamente unas miradas que daban miedo.

¿Por qué yo?, ¿y quién se había tenido la iniciativa para ello?, ¿había sido Philip el que me había vendido por unos cuantos centavos, o había sido Edward quien había ofrecido una cantidad por mí?

Fuera como fuera, si él había accedido a comprarme, ¿qué se creía que era yo?, ¿una vaca más para su ganado? Si ese era el caso Edward estaba muy equivocado, no me casaría con él, pero tampoco quería quedarme en casa, no soportaba más a Philip que cada vez se atrevía a acercarse más a mí.

¿Qué podría ser peor?, ¿seguir en esta casa a expensas de Philip y sus miradas lascivas, con el peligro de que se convirtieran en algo peor?, ¿o vivir con Edward Cullen, su seriedad, su mirada asesina y su indiferencia?

De repente, las palabras de Rosalie vinieron a mi mente: ¿Crees que esa furia en su mirada la canalice en el sexo?. Entonces gemí de terror al pensar en una posible respuesta.



Última edición por Cinthia Swan el Jue Oct 06, 2011 12:00 am, editado 1 vez

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4♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Empty Re: ♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Jue Oct 06, 2011 12:00 am

Cinthia Swan

Cinthia Swan
Neofito
Neofito

Capítulo 2

—Es asqueroso —me quejé de un enorme bicho que Zafrina había sacado de una de los rosales que estábamos regando.

—Es un caracol. He oído decir a las mujeres del mercado que en Europa es una comida exquisita —respondió Zafrina tomando al bicho baboso de la concha.

— ¡Aleja eso de mi! —mi grito seguro se escuchó en todo Forks.

—Lo siento, lady Swan —Zafrina agachó la cabeza.

—No quise gritarte —me disculpé apenada—, es solo que no soporto a esos bichos rastreros.

Hablando de bichos, Philip venía llegando a casa, había salido desde muy temprano, luego de su visita a mi cuarto aquella mañana. Me estremecí de nuevo al pensar en el momento en que puso sus manos sobre mi pierna, pero sobre todo por lo que me había dicho sobre el matrimonio con Edward Cullen. Aún no asimilaba la idea de ser esposa de ese hombre, pero me parecía una mejor opción que quedarme en esta casa con Philip ¿o no?

—Con permiso, lady Swan, voy a terminar con la comida —Zafrina hizo una reverencia y entró a la casa.

La seguí unos minutos después, comencé a preparar té.

—Señorita Swan, yo lo hago —habló Zafrina cuando se dio cuenta de mis intenciones.

—Claro que no, yo misma puedo hacerlo. Tu encárgate de la comida, Rose y Alice llegarán en cualquier momento y quizás se queden a comer —puse la pequeña olla al fuego para que el agua comenzara a calentarse—. No se me caerán las manos si yo misma preparó una taza de té caliente.

—Pero señorita, si el señor Dwyer se entera me corre de esta casa.

—Claro que no —solté una risita burlona—, ese hombre te mantiene aquí porque cobras con techo y comida. Créeme, si tuviera que pagarle a alguien con dinero preferiría ponernos a mi madre y a mí a fregar los pisos con el cabello de la otra.

Zafrina rió junto conmigo y continuó con su labor de la comida. Ayudé en lo que pude y en lo que ella me dejaba, necesitaba mantener mi mente ocupada, para no pensar en cosas que me ponían nerviosa.

La cocina tomó un olor a deliciosa comida. Zafrina era excelente cocinera, aunque en realidad era excelente en todo: siempre mantenía la casa limpia, con aroma a flores, sin una mota de polvo; la comida siempre era exquisita y nunca se servía a deshoras. Era increíble como ella sola se daba tiempo para todo.

—Huele delicioso —alabó mi madre entrando a la cocina—. Hija, Rose y Alice acaban de llegar.

—Oh, gracias madre —terminé con el té y serví tres tazas—, Zafrina, ¿serias tan amable de llevarnos el té?

—Claro que sí, señorita.

—Bella —me detuvo mi madre antes de salir de la cocina—, me gustaría hablar contigo más tarde, sobre lo que hizo Phil.

—Claro que sí, madre —asentí, aunque fuera de lo último que quería hablar.

Me reuní en la sala con mis amigas. Rose estaba mirando por la ventana, con un hermoso vestido color violeta y su largo cabello rubio cayendo en cascada por su espalda. Alice estaba sentaba en el sofá, llevaba un vestido completamente negro, contrastando con su piel blanca, su cabello corto estaba adornado por pequeñas flores.

Cuando entré en la estancia sus ojos verdes se posaron en mí, parecía que estaba a punto de llorar.

—Alice, ¿qué sucede? —Me apresuré a su lado—. ¿Pasó algo malo?

Cuando comenzó a sollozar mi mente de inmediato viajó a su padre, el Coronel Brandon. Él había partido hacía un mes a la guerra que se desarrollaba en el sur, no se había tenido noticias desde entonces, y al ver su vestido negro me imaginé lo peor.

—Mi padre... —dijo entre en sollozos cuando la abracé.

—Lo siento mucho, Alice —no supe qué más decir. El Coronel había sido un padre ejemplar para Alice, siempre recto pero muy cariñoso y protector con su hija—. Tu padre era un gran hombre.

— ¡Al diablo con mi padre! —gritó Alice y sobresaltada la solté—. El muy infeliz ha arreglado mi matrimonio con un tal Whitlock.

—Oh —fue todo lo que dije. Al menos su padre no estaba muerto, eso era un alivio—. ¿Quién es él?

—Es un militar que conoció en la dichosa guerra —Alice se limpió las lágrimas para darle paso a las que siguieron.

—Es el Mayor Jasper Whitlock —dijo Rose uniéndose a la conversación—. Apenas tiene veinte años y ya ostenta el cargo de Mayor en el ejército.

—Es el mayor, pero el mayor idiota del mundo. ¿Cómo se atreve a aceptar la locura de mi padre sin conocerme? Puedo ser una bruja si me lo propongo y hacer de su vida un infierno.

La pequeña y frágil Alice que yo conocía había desaparecido, siendo sustituida por este pequeño demonio de Tasmania.

—Tranquilízate Alice, al parecer Jasper es un hombre bueno y recto como tu padre y probablemente es guapo, he escuchado comentarios muy buenos de las solteras que lo conocen —argumentó Rosalie.

— ¿Y? —Dijo Alice más enojada—. Yo no quiero casarme con él.

—Lo tendrás que hacer, tu padre y Jasper ya firmaron el contrato y según me dijiste incluso ya pagó la dote.

Alice sollozó más fuerte y la abracé. Sabía muy bien cómo se sentía por la noticia tan inesperada, ambas, de alguna forma, teníamos la esperanza de correr con la misma suerte que Rosalie, pero no había sido así.

—Yo también me casaré —dije, intentando hacer que Alice se sintiera un poco mejor.

Al menos a ella no la habían vendido. Rosalie me miró consternada y Alice dejó de llorar.

— ¿Qué? —Alice pareció olvidarse de su problema para concentrarse en el mío. Secó sus lágrimas y se acomodó para verme bien a los ojos—. ¿Cuándo?, ¿con quién?

—Lo haré en un mes, o al menos eso me dijo Philip —me encogí de hombros y luego miré a Rose—. Me casaré con Edward Cullen.

Rosalie llevó una mano a su boca para sofocar un gritito.

— ¿El hijo del nuevo doctor? —Asentí a la pregunta de Alice—. ¡Oh! ¡Es guapísimo!

—No tienes derecho a decir eso —recriminé—. Pasa lo mismo con ese tal Whitlock y tú no quieres casarte.

—Sí, tienes razón, Bella —Alice tomó mi mano en forma de disculpa—. ¿Cuándo te enteraste?

—Hoy por la mañana, Philip hizo el trato en la fiesta de ayer —contesté con tristeza.

—Alice, Bella —habló Rose—, en verdad lo siento mucho por ustedes, sé que desde que éramos niñas y jugábamos a casarnos la una con la otra siempre soñamos con hacerlo de muy enamoradas y este no es el caso.

Alice comenzó a llorar de nuevo y me uní a ella. Las lágrimas de miedo y frustración que había guardado esta mañana comenzaron a salir.

—Pero... —continuó Rosalie— al menos pueden darse una oportunidad. Bella, tú me has dicho que tu madre y tu difunto padre no se conocieron hasta el día de la boda y aún así se amaron hasta que él dejó este mundo. Lo mismo puede pasarles ¿no creen?

—Quizás —dijo Alice después de unos segundos, pero yo no estuve de acuerdo.

—Cullen me compró —confesé—. No sé por cuánto dinero y no me importa, pero lo hizo.

Mis amigas se quedaron en silencio, procesando lo que acababa de decirles, y es que todo hubiera sido diferente si la noche anterior la actitud de Edward hubiera sido diferente, sobre todo si él hubiera decidido conocerme primero y no simplemente comprarme como si fuera un costal de papas.

—Señoritas, disculpen —Zafrina entró a la sala—. Afuera está una muchacha, dice que la envía el joven Cullen.

Mi corazón se detuvo al escuchar su nombre. Quizás traía un recado, tal vez quería verme, o quizás vendría a cenar, o nos invitaban a cenar en su casa. Fuera lo que fuera, tuve miedo.

—Hazla pasar —Zafrina desapareció y poco después apareció con una chica bastante joven, de cabellos negros y largos amarrados en una gruesa trenza.

Sus ojos marrones se miraban tímidos. Cómo no hacerlo, si trabajaba con los Cullen.

—Buenas tardes, lady Swan —hizo una reverencia—. El joven Cullen me ha mandado aquí para ser su criada personal.

— ¿Cómo?

¿Se creía que necesitaba niñera por si quería escapar?

—Así es, el joven me ha dicho que usted no cuenta con alguien que la acompañe a los paseos y no le gustaría que su prometida ande sola en caso de que la señora Zafrina no pueda ir con usted. Además, me ha encargado estar con usted la mayor parte del tiempo y si se me permite hasta velar de su sueño, además…

—Para —la callé—. No necesito que me cuides como si fuera una niña pequeña.

—Lo siento si la he ofendido, lady Isabella, yo solo cumplo con las órdenes de mi patrón —gachó la cabeza y me sentí mal por ella, no tenía la culpa de obedecer a un idiota como Cullen.

—Está bien, te quedarás —siempre sería una buena ayuda para Zafrina—, pero aunque sea él quien te pagué debes serme fiel a mí y no a ese… ¿hombre?

—Por supuesto, lady Isabella —sonrió de manera afectuosa.

—Tu nombre es…

—Ángela Weber, y estoy a su servicio.

—Muy bien, Ángela. La primera cosa que deber saber: llámame Bella. Eso de lady Isabella déjalo, no me gusta. Ahora ve con Zafrina, ella te dirá en qué le puedes ayudar.

—Por supuesto, lady Isabella. Con su permiso.

Zafrina y Ángela desaparecieron rumbo a la cocina.

— ¿Quién demonios se cree? —Estallé en furia—. No necesito que me esté cuidando, si así me vigila cuando aún no estamos casados, ¿qué será de mi cuando tenga que vivir bajo su mismo techo?

—Tranquila Bella —Rosalie siempre en calma—, seguramente anoche se dio cuenta de que Zafrina no puede sola y de que tu padrastro no está dispuesto a contratar a alguien más. Es decir, Philip fue capaz de venderte ¿no? Eso denota lo desesperado que está por conseguir algo de dinero.

—Eso no es… —quizás tenía razón, y era una forma de ayudar a mi familia—. Entonces, ¿debo agradecerle por su caridad?

—Ni lo intentes Rose. Bella de cualquier manera encontrará algo malo con la ayuda o no de Cullen —Alice intervino.

—Claro que lo haré. Me compró, así que no es como si fuera a encariñarme con ese demonio— sentencié mientras tomaba asiento, pensando en alguna manera de hacer que Edward Cullen desistiera de esa maldita compra.

/*/

El lunes por la noche se llevó a cabo la cena de compromiso. Yo me encontraba enojada, triste, aterrorizada, inquieta y enojada otra vez.

Mi madre le había dado la razón a Philip. Según ella, yo necesitaba un marido y qué mejor que fuera Edward Cullen, tan respetado por ser hijo del médico, tan guapo y rico a la vez. Ah, claro, Philip no le había dicho que me había vendido, solo que había sido un trato y que amablemente Cullen no había pedido ningún tipo de dote. Sin duda Philip era una rata.

— ¿Ya está la cena? —le pregunté a Zafrina entrando a la cocina.

—Sí, señorita —asintió, sirviendo la sopa en los platos, lista para llevar al comedor.

—Ángela, pásame la sal —dejó de preocuparse por el postre y me dio el bote de sal—. Muy bien Zafrina, pon mucha atención: estos tres platos son para los Cullen, pongo en tus manos mi futuro.

Abrí el bote de sal y vacié la suficiente en un plato como para beberse un río entero. Hice lo mismo con los otros dos platos.

—Si alguien pregunta, yo misma hice la cena.

—Pero lady Bella, ¿quiere que les dé estos platos a los Cullen? Su padrastro se molestará si lo hago.

—Claro que no —discutí—. Nadie se atreverá a insultar a los anfitriones. Nuestros invitados solamente se darán cuenta de que como ama de casa soy fatal. Tu patrón... —me dirigí a Ángela— desistirá de esa idea de casarse conmigo. Ahora dime ¿conseguiste lo que te pedí?

—Me fue muy difícil —sacó de la alacena una bolsa pequeña—. Es muy difícil de conseguir, hubiera sido más fácil en el sur.

—Prepara una salsa, ponle todos los chiles ¿de acuerdo?

—Señorita, no pensará… —Zafrina me miro con miedo en los ojos.

—Qué bueno que me entiendes, Zafrina. Cuando Ángela termine con esa salsa habanera, quiero que la pongas en sus platos y al igual que con la sopa, no te equivoques al servirlos.

—Va a matarlos —dijo Ángela, ya poniéndole la salsa a los platos.

—Lo siento por los Señores Cullen, pero no puedo hacer nada por ellos. Si lady Cullen es una buena esposa, hablará pestes de mí.

Sonreí por primera vez en mucho tiempo. Alisé mi vestido color rosa y salí de la cocina rumbo a la sala, donde nuestros invitados estaban esperando.

—La cena está lista, ¿pasamos al comedor? —les di mi mejor sonrisa, aunque por dentro estaba algo aterrada.

¿Serían lo Cullen tan poco caballerosos como para mencionar lo ocurrido con la comida? Esperaba que no y que todo saliera como lo tenía planeado.

Edward me ofreció su brazo y lo tomé indecisa. Caminamos juntos hasta el comedor y me senté junto a él. Sentí mi piel erizarse ante su toque, su cercanía me ponía aún más nerviosa y rogué al cielo por no casarme con ese hombre.

Ángela apareció para servir el vino que los Cullen habían llevado para la cena y luego se retiro para darle paso a Zafrina. Como era costumbre, sirvió primero los platos de los invitados. Cuando puso el plato de Edward sobre la mesa, él sonrió. Casi se carcajeó en silencio, pero disimuló con una pequeña tos. Ahora que le había visto sonreír, no lucía tan aterrador como siempre, con ese semblante sombrío. No supe cuál fue la causa de su sonrisa, pero agradecí al cielo por ella ya que al menos Edward tenía sentido del humor. Quizás se reía por algo que mi madre había dicho, ella era muy ocurrente, sin embargo no escuchaba, mi mente estaba concentrada en la comida.

Le sonreí nerviosa a Zafrina que temblaba al poner los platos sobre la mesa y le pedí con la mirada que se tranquilizara. Comenzamos a cenar después de una pequeña oración que mi madre ofreció, inhalé profundamente y retuve al aire hasta que los Cullen dieron la primera cucharada.

— ¿Me permiten preguntar quien hizo la cena está noche? —preguntó Edward con una voz aterciopelada que no le había escuchado.

—Fui yo —hablé en voz baja, esperando un gesto de asco. Luego, con una cara inocente, pregunté—: ¿Hay algo mal con la cena?

—Está deliciosa —sonrió de nuevo, esta vez sus labios se torcieron de una manera condenadamente sensual, algo que nunca había pensado de ningún hombre.

Maldición, la culpa la tenía Rosalie por su boca tan suelta. Pero luego de un momento caí en cuenta: ¿Edward había dicho que la cena estaba deliciosa?

Era imposible. Miré espantada a Philip quien asintió y después mi madre me felicitó con una sonrisa de complicidad. Los padres de Edward también disfrutaban la comida sin mayor problema.

¿Qué demonios estaba pasando? Zafrina había desobedecido mis órdenes, había tirado la sopa que yo había arruinado y había servido sopa nueva.

—Definitivamente, mi hija será una buena esposa —Philip me miró con una sonrisa estúpida en su rostro. Un gruñido salió del pecho de Edward, apenas perceptible pero estando a su lado lo escuché perfectamente—. Solo espero que puedan darme nietos muy pronto.

Aparté la mirada con asco.

Sin querer miré a Edward quien asesinaba con los ojos a Philip, ¿es que acaso no quería hijos? Eso estaba bien para mi, ¿no? Sería mejor tenerlo lejos de mi cama, aunque había sentido su brazo fuerte y duro mientras caminábamos al comedor. ¿Sería así el resto de su cuerpo?, ¿su pecho sería firme y musculoso? Me imaginé sus piernas fuertes, sus manos grandes tocándome. Bajé la mirada hasta sus manos. Retiró la servilleta de su regazo y aunque eran sus manos las que mis ojos seguían, se quedaron quietos en su pantalón, apretado en partes que me deberían ser prohibidas ver.

Retiré la cara roja como tomate, sentí arder mis mejillas ante los pensamientos sucios que vinieron a mi mente, no era digno de una señorita pensar de esa forma. Mataría a Rosalie cuando volviera a verla.

Después de la sopa fui a la cocina y me cercioré de que la salsa fuera puesta en los platos de los Cullen. Acompañe a Ángela cuando sirvió los platos, asegurándome de que no pasara lo mismo que con la sopa, sin embargo, los tres comieron de manera alegre, los padres de Edward conversaban con mi madre y Philip mientras degustaban el guisado. Edward degustó la carne con una sonrisa socarrona en la cara. Vinieron más alabanzas a mi exquisita manera de cocinar y quise gritar de frustración.

Una vez que la cena terminó los Cullen se quedaron en la sala con mi madre y Philip, mientras que Edward me invitó a dar un paseo al jardín, o bueno, mencionó las palabras "acompáñame afuera" pero quería adornarlo un poco.

La luna llena resplandecía en lo alto del cielo, iluminando el jardín. El viento de la primavera que estaba por terminar soplaba de manera fría. Claro, en Forks siempre hacía frío. Llegamos a una banca en medio del jardín frente a la fuente, acomodé mi pesado vestido y me senté, Edward se quedó de pie frente a mí.

— ¿En serio te gustó la comida? —rompí el silencio incómodo.

Si estaba destinada a casarme con ese hombre al menos quería estar segura de que podía llenar los silencios entre los dos.

—Como ya dije, estaba deliciosa. Tienes una habilidad innata para la cocina —sonrió de nuevo—. Espero que Ángela te haya sido de ayuda a la hora de preparar la cena.

— ¿Por qué la enviaste?, ¿quieres asegurarte de que tu prometida no huya de ti? —recriminé.

—No, no es por eso. Solo pensé que tu sirvienta necesitaba algo de ayuda, además, aún no eres mi prometida, no te he pedido nada —sus ojos serios me miraron y mi corazón comenzó a palpitar de nuevo desenfrenadamente.

—Pero ya pagaste para asegurarte de que así sea —sin poder evitarlo, las lágrimas comenzaron a inundar mis ojos—. ¿Por qué me compraste?, ¿por qué no intentarlo de una manera convencional?

—Te necesito —dijo apenas en un susurro. De pronto, se arrodilló y tomó mi mano entre las de él, que estaban extremadamente frías—. Sé que no lo entenderías, pero te necesito a mi lado.

Sus ojos antes duros y fríos parecieron derretirse como oro líquido cuando sacó un anillo de raso negro y con una dulce voz preguntó:

—Isabella Swan, ¿me harías el honor de casarte conmigo?

Quise decir que no. Que me sentía ofendida porque me había comprado, que le tenía miedo, que no confiaba en su máscara oscura y fría, pero de alguna manera no pude. Sentí que deslizó el anillo en mi dedo anular.

Solo en ese momento me di cuenta de que había dicho que sí y no había vuelta atrás.

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5♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Empty Re: ♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Jue Oct 06, 2011 12:14 am

Cinthia Swan

Cinthia Swan
Neofito
Neofito

Capítulo 3

Al entrar a la casa aquella noche aún me sentía aturdida, sentía el peso del anillo en mi dedo, me picaba y deseaba poder retirarme a mi habitación para quitármelo, sin embargo la velada se prolongó más de lo que hubiera deseado.

Mi madre se lanzó hacia mí en cuanto crucé la puerta, gritando como una niña pequeña a la que le dan un dulce. Cuando por fin vio el anillo, casi se desmaya, rodé los ojos discretamente. Philip, por su parte, lo veía como si estuviera dispuesto a llevarlo a una casa de empeño aún si tuviera que cortarme el dedo.

Finalmente me despedí de Edward con un "buenas noches" apenas audible. A Esme la dejé el final, cuando Philip estaba distraído con el señor Cullen hablándole de la infinidad de negocios que podían hacer cuando fueran "familia". Bastardo.

—Espero que todo haya sido de su agrado, Esme.

—Oh cariño, claro que sí. La comida estuvo deliciosa.

¿Era en serio? Empezaba a sospechar que no tenían papilas gustativas.

—Lamento mucho lo del anillo, le dije a Edward que no era necesario.

— ¿De qué anillo me hablas? —preguntó contrariada.

—Edward me dijo que el anillo era de su madre —alcé la mano. La luna llena se reflejó en los diamantes—. Debió ser muy duro desprenderse de él. Es hermoso.

—Oh, claro, es una tradición en la familia. Carlisle algún día se lo arrebató a mi suegra para dármelo a mí, y ahora Edward te lo entrega a ti para que tú, algún día… —se detuvo, su mirada se entristeció por un momento y después volvió a sonreír—. Es muy pronto para pensar en eso. Me gustaría venir mañana y comenzar con todos los preparativos, solo tenemos un mes y muchas cosas por hacer.

—Claro que sí —dije, aunque la idea seguía sin gustarme.

Esme me agradaba mucho, parecía ser muy dulce y amable, nada que ver con su demoniaco hijo.

Por la mañana, Ángela acudió muy temprano a mi habitación, como todos los días desde que estaba en estaba casa.

—El agua está en el fuego mi lady. Además, he ido muy temprano a comprar las esencias de frutas para su baño.

—Gracias Ángela —sonreí, sentándome entre las sabanas.

— ¿Qué vestido gusta que le prepare? La señora Dwyer me ha dicho que lady Cullen llegará a la una de la tarde para que vayan a ver a la modista, ¿está usted emocionada?

—No —contesté sin pensarlo.

— ¿No?, ¿pero por qué? Es decir, disculpe, no debo meterme en su cosas.

—Ángela, ¿por qué te mandó Cullen aquí?, ¿lo hizo para tenerme vigilada?

—No, señorita. Bueno, esas no fueron sus palabras exactas —se acercó al armario y comenzó a buscar entre los vestidos.

— ¿Cómo llegaste a trabajar con ellos? —Quería todo la información necesaria antes de la boda, en especial la relacionada con él—. ¿Cómo es Edward?

—Bueno, pues yo trabajo con los Cullen desde que llegaron, mi padre trabaja en la remodelación de la casa del bosque —sacó un vestido blanco con flores de varios colores bordadas— así que me recomendó, en realidad no hacía mucho en esa casa, limpiaba todos los días y le preparaba su baño a la señora Cullen. Para ser gente rica no son nada estirados.

Dejo el vestido sobre la cama, buscó unas medias y zapatos a juego y una pañoleta para atar mi cabello, mientras lo hacia comenzó a tararear y me impaciente por su silencio. Al parecer se distraía con facilidad.

— ¿Por qué lo dices?, ¿viven en malas condiciones? —no pude reprimir una cara de espanto. No es que no pudiera acostumbrarme a una vida más humilde de la que ya tenía, pero vivir en casas sucias o feas solo por la tacañería del señor no estaba en mis planes.

—Para nada, la casa del pueblo es de dos pisos, bastante amplia y muy bonita, y la del bosque es aún más grande, es de tres pisos, con madera según dice mi padre de la mas fina y las ventanas hechas del cristal mas caro.

— ¿Entonces por qué dices que no son estirados?

—Por que ellos mismos hacían su cama, todos los días cuando iba a recoger sus habitaciones ya estaban inmaculadas, los señores jamás me pidieron que les preparara un baño, ellos solos lo hacían —sus mejillas se tiñeron de rojo y bajo la mirada— no es que yo insistiera en ayudarlos con el baño, solo que se me hizo muy raro.

— ¿Tienen dos casas? —cambié el tema para que Angela dejara de sonrojarse de esa manera.

—Sí, la del pueblo es del señor y la señora Cullen, la del bosque es de su hijo, y pronto de usted —temblé, ¿me llevaría a vivir en medio del bosque? No, eso estaba muy lejos del pueblo, de mi madre, de la civilización, podía asesinarme y desmembrarme y nadie escucharía mis gritos. Además de los múltiples animales que andaban por los bosques, coyotes, lobos, osos. Dios me ampare.

A la una de la tarde en punto nos encontramos con Esme para ir con la modista. La señora Newton era la mejor modista de los alrededores y sería la encargada de mi ajuar de novia. La moda no era lo mío, los vestidos ciertamente me volvían loca, junto con los corsé, si por mi fuera usaría pantalones, así que la idea de un vestido de novia no me emocionaba demasiado, además si tenía en cuenta que no quería casarme, todo era simplemente aburrido.

—No tenia idea de que fueras a casarte —exclamó la madre de Mike, entusiasmada.

—Todo fue tan de repente —mi madre tomó partido de la conversación, — fue amor a primera vista.

¿Qué?, ¿de quién?, ¿del demonio de Cullen que me había comprado a los diez minutos de haberme visto? Claro, pero si suena de cuento de hadas.

—No puedo creerlo, Bella, te llevas un gran partido —tomó mi mano dejándose deslumbrar por el anillo—. Mike se pondrá tan mal cuando lo sepa, pero dime ¿quieres ver algunos vestidos?

¡No!

—Claro —forcé una sonrisa—, encantada.

—Lo siento, Bella —interrumpió Esme—, no hemos venido a ver o a comprar, queremos encargarle a la señora Newton un modelo exclusivo para ti, querida.

— ¿Exclusivo? —La señora Newton parecía consternada, igual que yo—. Eso me tomaría tres semanas y seria muy costoso.

—Esto servirá —Esme sonrió y sacó de una de las mangas un pequeño saco, se alejó con la señora Newton para darle el dinero a solas, pero la cara de sorpresa de la modista me dio a entender que era una gran suma.

—No cabe duda de que tendrás una gran boda —mi madre emitió un chillido impropio para una dama—, lo siento, estoy tan emocionada. Esme me ha dicho que el pastel será hecho por la señora Mallory, ¿sabes cuánto cuesta una de sus obras de arte? Porque eso es lo que hace con esos maravillosos pasteles. Estaba pensando anoche que la iglesia puede ir decorada con lirios, pero claro, esa es mi opinión, tú eres la que debe elegir, a fin de cuentas tu eres la no…

— ¿Te ha dado Phil algo de dinero para la boda? —interrumpí. Mi madre estaba sorprendida por la pregunta, pero era sabido que la familia de la novia pagaba la boda ¿no?

—Los Cullen se ofrecieron a pagar todo —se sentó en uno de los finos sillones que adornaban la pequeña sala de la boutique.

— ¿Todo? —asintió despacio—. ¿Y Phil que pagará?, ¿nada?

—La situación económica no está muy bien últimamente, querida, por eso no pudimos pagar ninguna dote a Edward, y él amablemente se ofreció a cubrir cualquier gasto que la boda genere, pero no te preocupes —tomó mis manos entre las suyas— nadie lo sabrá, todos pensaran que Phil ha pagado todo, a excepción del vestido, claro está.

Era increíble que mi madre siguiera creyéndole tantas mentiras a Phil. Claro que si él jamás se había preocupado por trabajar su situación económica no podría ser buena.

—Querida —me llamó Esme—, la señora Newton tomara tus medidas.

Me dejé hacer por Esme, mi madre y la modista, que hablaban y opinaban sobre el vestido, yo solo asentía a cualquiera de sus sugerencias, daba igual si ese día me veía como una enorme bola de dulce blanco con adornos navideños colgando como aretes. Qué más daba lo que vistiera, si ese día no sería el más feliz de mi vida como debería ser.

Después de visitar a la señora Mallory y ver los detalles del dichoso pastel, el cual mi madre pagó, seguramente con dinero que previamente Esme le había dado, decidimos dar un paseo por el parque para descansar un poco antes de regresar a casa.

Mi animo no era el mejor para una conversación como la que mi madre y Esme sostenían sobre la boda, así que preste atención a todo, menos a ellas. Vi las pequeñas flores que adornaban el parque, dándole un sinfín de colores, los pajarillos que volaban hasta la fuente a tomar agua, la gente en su mayoría mujeres, sentadas en las enormes bancas de color blanco, conversando, y algunas parejas acompañadas por la doncella de la dama. Se daban miradas inocentes, había rubor en las mejillas de las cortejadas, roces apenas perceptibles pero que seguramente hacían que a ambos se les enchinara la piel y buscaran un contacto más íntimo. Todo eso yo no lo tendría.

Busqué algo más con que entretenerme para no caer en un estado de ánimo deplorable que hiciera que mi madre se preocupara, frente a ella yo debería ser una novia radiante.

En la banca de al lado un par de mujeres de la alta sociedad de Forks comentaban los últimos chismes del pueblo.

—Pues dicen que es una ramera —comentó una mujer de largos cabellos rubios.

—Yo no lo creo, la señorita Mallory es muy respetada, y su familia es de las más acaudaladas, fue criada en el seno de una familia educada —protestó la otra mujer.

—Ay querida, sea o no sea verdad Lauren ya tiene fama de prostituta y por eso le costara conseguir marido, nadie querrá casarse con una chica con esa fama.

Rodé los ojos dispuesta a no escuchar mas, no conocía bien a Lauren, de hecho, apenas habíamos cruzado un "buenos días" y muy poco cálidos de su parte. Entonces hubo un "clic" en mi cabeza.

—Madre, lamento la interrupción.

—Para nada cielo, ¿qué pasa?

—Me gustaría visitar a Rosalie, necesito pedirle un favor.

—Bella, es de mala educación ir a visitar a alguien sin ser invitado o sin haber avisado y lo sabes —me reprendió mi madre.

—Lo sé, pero sabes que Rose y yo somos muy amigas, ella no lo tomara como falta de educación.

— ¿Por qué no la dejas, Reneé? —Intervino Esme—. Nosotras podríamos ir preparando mas cosas de la boda, no es necesario que Bella se estrese tanto con estas cosas.

—Tienes razón, no queremos una novia malhumorada ese día preocupándose por cada detalle. Está bien querida, llévate a Angela y no regresen tarde.

Besé a las dos mujeres en la mejilla y junto con Angela partimos rumbo a casa de los McCarthy. Quise correr, pero sería impropio en una dama, así que me controlé y pensé bien en el plan que ejecutaría. Si la comida no había funcionado y a Edward le gustaba la comida salada, estaba segura de que no le gustaría una prometida de baja reputación.

— ¡Estás mal de la cabeza! —me gritó Emmett y me sobresalté. Mientras le explicaba mi plan había estado sereno y me había dedicado toda la atención del mundo, pero entonces había estallado en cuanto me callé.

— ¿Por qué no? —parecía una niña pequeña a la que le acababan de negar un pedazo extra de postre.

—Por salvar tu reputación y mi cabeza —se levantó y se sirvió una copa de coñac, soltó una serie de improperios en el que solo distinguí la palabra ramera.

—Deja que yo me encargue de mi reputación —mi tono fue mas molesto que suplicante.

— ¿Y de mi cabeza quién se encarga? En el mismo momento en que le diga a Cullen que eres de cascos ligeros estaré muerto —su mirada me decía que no iba a ceder, pero tenía que insistir.

—Por favor, no se molestará contigo, ira inmediatamente conmigo, la golfa —me sorprendió la facilidad con que ese tipo de palabras me habían salido en los últimos minutos— seré yo, será conmigo con quién estará enojado por engañarlo.

—Hasta podrías decirle que tú has gozado de sus favores —Rosalie, que hasta ahora había permanecido en silencio, comentó. Emmett la miró como si tuviera catorce cabezas con veinte ojos en cada una. A mí en realidad no me había sorprendido tanto su idea, al contrario, me gustaba.

— ¿Tú también estás loca, mujer? —Emmett se sirvió otra copa—. ¿Quieres que ande pregonando por ahí que me acosté con tu amiga?

—No será "por ahí", Bella solo quiere que se lo digas a Cullen, además, me da igual lo que la gente pueda decir de mí, o de ti, sé que tú la única cama que calientas es la mía y que así será siempre. Esto es solo por ayudar a Bella y nada más.

—Emmett, somos amigos desde que éramos unos niños —mi tono se suavizó y supliqué por mi libertad—, sabes que te quiero como un hermano y que mi reputación es tan valiosa como Rosalie lo es para ti, pero no quiero casarme con ese hombre, me da miedo, ¡me compró!

Emmett se quedó en silencio meditando mis palabras y rogué al cielo por que me ayudara.

— ¿Te compró? —Asentí, cerró su mano en un puño y golpeó la mesita donde estaba el alcohol—. Es un cabrón. Cuenta conmigo.

Una semana después todo estaba preparado para dos cosas: la primera era la fiesta de compromiso de Alice, donde por fin conocería al famoso Mayor Withlock, y la segunda era la sarta de tonterías que Emmett le diría de mí a Edward.

Estaba tan nerviosa que hubiera preferido no asistir a la fiesta, pero tenía que enfrentar la ira de Edward, y si Dios estaba de mi lado, esta misma noche rompería el compromiso, además, no podía dejar sola a Alice, estaba tan nerviosa y enojada que sería capaz de escaparse y ahí estaría yo, cuidándole las espaldas para que lo hiciera.

El carruaje se detuvo frente a la casa de los Brandon, un ambiente de fiesta se escapaba por la puerta principal y las ventanas, estaba todo perfectamente adornado con flores blancas, la luz de los candelabros iluminaba la estancia haciendo parecer que era de día, la gran pista de baile estaba impecablemente reluciente, las puertas estaban abiertas dando paso a los balcones y al jardín.

El mayordomo de los Brandon recogió nuestras capas y el sombrero de Phil y nos encontramos con los padres de Alice, quienes se veían felices. Fue cuando me di cuenta de que Jasper Whitlock no podía ser mal hombre. El señor Brandon adoraba a su hija, era la luz de sus ojos y jamás la dejaría en manos de ningún rufián.

Nos fueron servidas unas copas de champaña mientras daba un vistazo a la gente vestida con sus mejores galas. Los Newton, los Mallory, los Biers, los Stanley, los McCarthy y toda la crema y nata de Forks estaba invitada a la gran fiesta. Jessica estaba al fondo del salón ataviada en un vestido color carmesí que resaltaba su figura, colgada del brazo de Mike Newton quien parecía ponerle atención, pero en realidad estaba perdido en el espacio. Lauren Mallory estaba alegremente conversando con alguien a quien no podía distinguir, estaba tapado por el enorme señor Young. Sus carcajadas impropias de una dama atraían la atención de todos los presentes y fue hasta que el señor Young se movió de su sitio, que vi a Edward Cullen platicando alegremente con ella.

La sangre me hirvió y los ojos casi se me salieron de orbita. ¿Cómo se atrevía? Tenía más de dos minutos en el salón y no se había dignado a saludarme a mí y a mi familia, y encima reía y coqueteaba con Lauren. Será idiota. Pero total, ¿qué más me daba? Entre menos estuviera en su presencia mucho mejor. Ojala que encontrara en Lauren el tipo de diversión que yo no le daría, ni siquiera siendo su esposa.

Alice apareció unos minutos después, con un vestido color melón, su cabello corto estaba adornado por una diadema de brillantes, pero su rostro estaba triste, quise acércame pero ese no era el momento adecuado. El señor Brandon anuncio orgulloso el próximo casamiento de Alice con el joven Withlock y fue cuando lo vi. Era alto, rubio y bastante buen mozo. De hombros anchos y piernas musculosas que se dejaban notar por debajo del pantalón, sus brazos grandes arrastraron a Alice a la pista de baile y entonces pensé que Alice no sería tan infeliz.

Lo miraba como hipnotizada, era claro que atracción física la hubo desde que cruzaron miradas, y hacían una pareja muy linda, si Alice le daba una oportunidad podrían ser muy felices.

Después de que abrieran el baile Rose y yo fuimos a conocer al famoso Jasper.

—Señoritas, les presento a Jasper Withlock —el rubor en el rostro de Alice era muy evidente—. Jasper, la señora Rosalie Hale de McCarthy y la señorita Isabella Swan.

—Un placer, señoras —Jasper tomó la mano de cada una y la beso delicadamente—. ¿Les ofrezco algo de beber?

—Encantadas —sonrió Rosalie, y Jasper se retiró por las bebidas—. ¿Y?

—Rose, no puedo hacer un juicio apresurado —Alice no quitaba la vista de su prometido—, acabo de conocerlo, ha sido amable y muy lindo, pero eso es ahora, necesito conocerlo mas a fondo. Ahora, siendo superficial está guapísimo.

Alice dio un salto en su lugar y las tres reímos por su entusiasmo.

—Bella, deberías intentarlo —Alice me alzó las cejas.

—Traidora —le espeté, ahora estaba del lado oscuro y quería que yo lo intentara con Edward.

—Eso no será posible, el bocón de mi marido está hablando con Edward.

Seguí la mirada de Rose y en el fondo del salón estaban Emmett y Edward conversando muy animadamente, bueno, solo Emmett parecía animado, Edward tenía cara de pocos amigos y su mirada fría como el hilo se posó en mí. Temblé de miedo al ver su expresión molesta, temí por Emmett, pero siendo un poco egoísta temí más por mí. Quizás ahora sí este compromiso estaría roto, pero no sin antes llevarme una buena reprendida de parte de Edward.

¿Y si creyéndome impura quería aprovecharse? Tomé la copa que Jasper me ofreció y salí al balcón. Las piernas me temblaban y me arrepentí de ese plan, no lo había pensado bien, ¿qué haría si él se aprovechaba de mi? Quería pensar que una vez casados él me haría el amor por primera vez con ternura y cuidado sabiendo que era virgen, pero si se molestaba y quería tomarme lo haría salvajemente y sin ningún reparo en mi dolor. La copa en mis manos tembló y estuvo a punto de caer. Debía irme de ahí lo antes posible, excusándome con algún tipo de malestar antes de que Emmett terminara de hablar con Edward.

Me giré hacia la puerta, pero el enorme cuerpo de Edward la tapaba casi por completo. Entonces me di cuenta de lo alto y corpulento que era, seguramente media un metro noventa, su espalda era ancha y fuerte, sus manos aún cerradas en puños se veían enormes, el pantalón se le ajustaba indecentemente a las piernas. Dios. Estaba a punto de morir en manos de ese hombre y yo reparaba en lo atractivo que era.

— ¿Ramera? —dijo en un susurró apenas audible, no supe si lo estaba preguntando, o me estaba acusando directamente.

—Disculpa —me hice la ofendida, aquí no se atrevería a hacerme daño sin que alguien nos escuchara, a menos que me golpeara con esas enormes manos hasta dejarme inconsciente. Entonces haría de mi lo que quisiera.

—Emmett McCarthy me ha dicho que eres una ramera —se alejó de la puerta, poniéndose delante de mí, bloqueando mi vista del salón, todo lo que mis ojos veían era el pecho musculoso de Edward—, que ha compartido la cama contigo infinidad de veces y que no ha sido el único.

No supe qué contestarle, estaba claro que no había pensado en este momento, quise huir y que lo interpretara como él quisiera, pero su cuerpo me tenía acorralada entre él y el balcón.

—Debería partirle la cara por mentiroso —susurró en un tono más suave—, aunque no es culpa suya que tú lo hayas persuadido de que dijera esa sarta de estupideces. Aun así debería cortarle la lengua por decir esas cosas de ti.

— ¿Co… cómo sabes que…?

— ¿Qué sigues siendo tan virgen como el día en que naciste? —alzó una ceja divertido.

—Estúpido Emmett.

—Esas palabras no son propias de una dama, y Emmett actuó muy bien, debería unirse al teatro.

¿Intentaba ser gracioso? Porque solo era irritable. Si Emmett se había mantenido pegado al plan ¿Cómo demonios él lo había descubierto?, ¿me creía tan mojigata como para no tener amantes?

—Bueno, quizás sí siga siendo virgen, pero eso puede cambiar, faltan tres semanas para la boda, quién sabe, tal vez yo…

Puso sus manos en el balcón a cada uno de mis costados, y se acercó tan imponente y amenazador como siempre.

—Ni siquiera lo lograrías, no pasaría un minuto desde que uno de estos hombre te pusiera una mano encima hasta que cayera muerto —su voz salida de ultratumba me hizo estremecerme mas de lo que hubiera querido hacerle notar.

—También puedo huir —alcé una ceja desafiándolo.

—Te alcanzaría a donde fueras y te traería a rastras a la iglesia, así que inténtalo —sus ojos dorados estaban cada vez mas cerca y mis piernas parecía estar a punto de dejarme caer.

— ¿Cuánto pagaste por mi?

— ¿Importa? —su aliento dulce impregnó todos mis sentidos y fui incapaz de contestarle, sus ojos mantenían mi mirada fija en él, su olor era tan masculino, una mezcla entre miel y sol, dulce y poderoso.

Y su sabor… fue aun mejor.

Sus labios se posaron delicadamente sobre los míos, tan fríos que chocaban con los míos tan calientes. Fue un beso lento, delicado, como si temiera lastimarme, o no quisiera romper ese momento al rechazarlo, pero aunque mi mente me decía que esto no estaba bien, que debía separarme y darle una bofetada, mi cuerpo no me dejaba. Mis manos se posaron en su cuello, enredando mis manos en su cabello cobrizo, tan sedoso. Sentí su dulce lengua entre mis labios y le abrí paso, gemí contra su boca cuando su lengua jugó con la mía y sus manos se posaron en mi cintura atrayéndome más a él. Mis piernas dejaron de obedecerme y el cargó con todo mi peso, pegando cada centímetro de mi cuerpo al suyo.

Nuestras lenguas estaban enredadas en una baile sensual, mi estomago parecía estar lleno de mariposas y mi cuerpo un poco mas abajo parecía reaccionar ante este hombre, fue una sensación que me aterrorizó, pero que me encantó y quería mas, mi cuerpo quería mas, no sabía aún de qué, pero quería mas.

Edward terminó el beso, para mi sorpresa, antes de lo que yo hubiera querido. Su voz apenas en un susurro parecía acariciarme con cada palabra.

—No vuelvas a intentar engañarme, no mas comida picante y mucho menos pongas tu reputación en juego, ¿entendiste?

No supe si era una petición o una orden pero asentí… y entonces me quedé sola en el balcón.

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6♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Empty Re: ♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Jue Oct 06, 2011 11:46 pm

Cinthia Swan

Cinthia Swan
Neofito
Neofito

Capítulo 4

Aturdida y con la respiración aún agitada, miré al suelo. La copa que en algún momento no recordaba había caído de mis manos. Con las piernas temblando, me incliné a recoger los vidrios. Pasé la lengua por mis labios y todo lo que encontré fue el dulce y fresco sabor de los labios de Edward.

—Deja eso ahí —una voz detrás de mí me hizo soltar los pedazos de vidrio cortándome la mano—. Le diré a un sirviente que se encargue de eso.

Alice estaba en la puerta por donde antes había salido Edward, mirándome fijamente. Su boca formó una perfecta "o", se acercó a mí usando su pañuelo para cubrir mi herida. Sonrió mientras hacía un pequeño nudo.

—Vi a Edward salir al balcón detrás de ti y mírate: sonrojada y con los labios hinchados.

—Me besó a la fuerza —repliqué nerviosa.

— ¿Lo abofeteaste entonces?

—No tuve tiempo —bajé la mirada para que Alice no viera la excitación en mis ojos.

—Ah —Alice volvió la vista hacia el salón—, Jasper parece no ser tan malo como lo esperaba.

—Seguramente tendrán un lindo matrimonio, ¿ya no piensas en hacerle la vida imposible?

—Quizás —entrecerró los ojos—. Lauren ha estado detrás de Edward desde que llegó y ahora está al acecho de Jasper. Ya regreso.

Fruncí el ceño viendo como Lauren se pavoneaba delante de Jasper. No quería creer lo que todo el pueblo comentaba de ella, pero no tenía ni un poco de decencia por los hombres comprometidos.

Entré detrás de Alice, preocupada por lo intempestiva que podía ser cuando se molestaba. No necesité ir tras de ella, Lauren sabía muy bien que no debía meterse con Alice, así que cuando la vio acercarse echando humo por las orejas, simplemente se alejó a coquetear con otro. Lo peor es que ese otro fue Edward. Estaba bien, yo quizás no era tan temperamental como Alice, pero ¿no podía respetarme un poco más?

Levanté un poco mi vestido para caminar más a prisa de lo normal, aunque el pañuelo de Alice estaba ya casi empapado con sangre y dolía bastante. No podía esperar a ser curada para quitar las garras de Lauren de encima de mí prometido.

Me paré en seco a unos cuantos pasos dándome cuenta de mis pensamientos sin sentido. ¿Qué más me daba con quien se relacionara Edward? Para mí sería mejor si encontrara diversión en otra mujer y me dejara en paz. Pero, ¿de verdad quería eso?, ¿deseaba que él encontrara una amante que le calentara la cama para que no se me acercara?, ¿o lo prefería en la mía tomándome con la misma pasión con lo que me había besado? No, esa no era una opción, así que di media vuelta cuando escuché la voz chillona de Lauren.

—Oh, pero es tan poca cosa. Tan aburrida para alguien como tú.

¿Estaba ella hablando de mí?

Seguramente sí.

—Disculpa, querido —me acerqué a ellos y tomé a Edward del brazo. Lauren me miró, como si algo no oliera bien, y para mi mala suerte Edward hizo lo mismo—. Me preguntaba si ahora podríamos bailar un poco.

Bajé la voz hasta hacerla casi un susurro, su mirada estaba endurecida. Tomé una nota mental para en un futuro nunca más interrumpirlo.

—Isabella, estás sangrando.

—Sí, me corté en el balcón.

—Será mejor que vayas a curarte. Bailaremos más tarde.

—Pero no es nada de peligro…

—Ve a curarte —su voz fue afilada como un cuchillo. Me hizo estremecer—. Ahora bailaré con la señorita Mallory, se lo he prometido. Cuando regreses sin sangrar bailaremos.

Se soltó de mi agarre y tomó la mano de Lauren llevándola a la pista en medio del salón. ¿Bailaremos cuando regrese?, que no cuente con ello.

Las lágrimas se acumularon en mis ojos, pero no lloré. Con la dignidad que me quedaba y sin mirar a quienes estaban a mí alrededor me alejé a una esquina donde Rosalíe estaba sentada.

— ¿Me ayudas? —le ofrecí mi mano para que desatara el nudo que Alice había hecho.

— ¿Qué te pasó?

—Una pequeña cortada —cuando Rose retiró el pañuelo vi que la herida ya no sangraba.

El color rojo del pañuelo lo hacía ver más escandaloso de lo que en realidad era. No necesité ninguna atención, sola aliviaría. Tragué el nudo que se formó en mi garganta y decidí darle vuelta a la página. Lo había intentado y había fallado: quise ser amable, bailar con el altanero de mi prometido, y realmente creí que después de ese beso las cosas podían mejorar entre nosotros, pero ahora que se joda. Mordí mi labio, temiendo que mis pensamientos incorrectos salieran en voz alta.

Alice vino hacia nosotras y se sentó a mi lado, sacudiendo su abanico.

—Jasper es al menos buen bailarín, se desliza muy bien en la pista.

—Te envidio, Emmett parece un tronco duro cuando baila. Afortunadamente en la cama es más ágil, mucho más ágil pero igualmente duro.

Alice escondió su rubor y una sonrisa tonta detrás de su abanico. Yo quería que me tragara la tierra cuando vi la cara espantada de la señora Stanley, pero a Rosalíe pareció no importarle.

— ¿Cómo te fue con tu plan?

—No funcionó —suspiré viendo como aun Lauren y Edward bailaban un vals—. No sé qué habrá hecho o dicho Emmett, pero Edward no lo creyó.

—Te lo dije —Alice sonrió triunfante—. Quiero los pendientes de plata.

—Pero dijiste que apostar no era de mujeres, no te daré nada.

— ¿Qué fue lo que le dijiste, Alice?

Se cubrió una vez más detrás de su abanico y se acercó a mí.

—Ya sabes que veo cosas, y cuando Rose me contó tu plan vi que no funcionaría.

—Entonces dime qué cosa podría funcionar.

—No lo sé —se encogió de hombros—. No decido cuándo ver las cosas.

Alice era especial. Aunque quizás para el resto de la sociedad esa era una palabra mal empleada. Los demás verían su condición como algo malo, alguna enfermedad. Así que podría terminar en la horca condenada como bruja, o su madre la recluiría en un centro mental. Alice le había comentado un par de veces lo que veía, y su madre la amenazó con llevarla a uno de esos lugares si seguía diciendo esas cosas.

—Solo sé que desde que supe que te casarás con Edward, los he visto casados.

—Eso no me ayuda —gemí.

—Debes resignarte —Rosalie se levantó y alisó su vestido—. A menos que lo asesines, no veo como podrás salirte de esta. Ahora señoritas, si me disculpan iré con mi marido al tocador.

¿Matarlo? No, no era una opción, había sobrevivido a la horrorosa comida que le había preparado. Quizás veneno era lo que tomaba en lugar de vino, y no me atrevería a clavarle nada en el cuerpo.

— ¿A dónde dijo que iba con Emmett? —Alice me sacó de mis cavilaciones.

—Al tocador.

Miré a Alice y caí en la cuenta, ambas nos ruborizamos al pensar porqué irían ambos al mismo tiempo.

— ¿Crees que nosotras seremos así algún día? —preguntó ella.

— ¡No! A mí me ha dado pena hasta con mi madre cuando me habló sobre lo que pasa en una noche de bodas. Obviamente no podría ir por ahí contando lo que pasa en mi intimidad.

—Lo sé, a mí tampoco me gusta hablar de ese tipo de cosas —el rubor de Alice fue más intenso—, pero no me refiero a hablar de eso, sino con nuestros maridos, ¿querremos estar siempre de esa forma con ellos?, ¿será tan bueno como dice Rose? Yo no me imagino todo el día metida en la cama con Jasper.

—No lo sé —me encogí de hombros, tenía mucha curiosidad por ese tipo de placer, aunque no se lo expresara a mis amigas.

Rosalie estaba tan encantada con Emmett que me hacía desear ese tipo de encuentro con un hombre, que me tomara tan fuerte y tan tierno al mismo tiempo, justo como Edward me había besado.

—Supongo que lo averiguaremos en unos meses. Bueno, tú en dos semanas.

Un escalofrió recorrió mi espalda al pensar que en solo dos semanas estaría casada con Edward, y claro, verlo caminando hacia mí con ese andar tan felino y despreocupado no ayudaba en nada.

—Buenas noches, milady —Alice le ofreció la mano cuando él se dirigió a ella, la cual Edward besó delicadamente—. Permítame felicitarla por su compromiso.

—Gracias joven Edward, debería decir lo mismo —de mi boca salió un resoplido nada femenino que atrajo la mirada de ambos hacia mí—. Será mejor que me reúna con mi prometido antes de que alguien me lo robe.

Lauren colgaba del brazo de Jasper como mono trepado en un árbol. No perdía el tiempo. Edward extendió su mano hacia mí, pero lo ignoré. Sabía que era el hombre el que mandaba, pero no en este caso, no bailaríamos cuando él quisiera.

—Gracias pero no, acabo de comprometer todos mis bailes —sonreí inocentemente, ocultando lo nerviosa que me ponía su presencia.

— ¿Y no guardaste ninguno para mí? —alzó una ceja y sonrió de lado.

Maldito sea por ser tan apuesto.

—Sí lo guardé, pero lo rechazaste, preferiste la compañía de Lauren. Eso es maravilloso, ¿sabes? Dicen que todo hombre debe tener una querida, lo cual no me molesta.

— ¿Qué? —tomó mi brazo, obligándome a levantarme y básicamente me arrastró al balcón en el que nos habíamos besado—. Explícame eso que acabas de decir.

—Todo mundo sabe, y no es novedad, que un hombre casado tenga amante. Tú aún no estás casado pero me parece bien que busques a alguien que te caliente la cama porque yo no lo haré.

—Lauren no es mi querida, ni lo será —su voz, apenas en un susurro se escuchaba peligrosa.

—Bueno, la que sea, ve buscándote una porque no compartiremos cama. Mucho menos intimidad, a menos que me obligues pero si lo haces —mi voz se quebró y su expresión dura se suavizó un poco—… te odiaré más.

— ¿Obligarte? Jamás te obligaría a hacer algo que no quieras —se acercó más a mí, su mano subió hasta mi rostro pero no me tocó.

—Entonces rompe el compromiso, esta boda es para mí una obligación —puse mis manos sobre su pecho, rogando que la suplica tuviera más efecto si me mostraba más amable.

—No puedo —susurró posando sus manos en mi cintura y traspasándome con sus dorados ojos—, es por el bien de ambos.

—No te entiendo —le dije.

Un mechón de mi cabello que se había salido de mi peinado tapó mi rostro, Edward lo quitó delicadamente poniéndolo detrás de mi oreja.

—No importa, lo entenderás después —sus labios fríos descendieron sobre los míos, haciéndome estremecer por segunda vez en la noche.

Eso definitivamente no podía ser bueno.

/*/

La noche estaba helada, a pesar de ser primavera. El clima de Forks decidió darme una noche previa a la boda de los mil demonios. Afuera llovía a cántaros, las gruesas gotas levantaban una densa neblina al chocar con el suelo, el insistente golpeteo contra al techo y el palpitar de mi corazón acelerado, no me dejaban conciliar al sueño.

Cerré los ojos dispuesta a no dejar que los acontecimientos del día siguiente me afectaran desde ese momento, pero unos pasos fuertes en el pasillo y la puerta de mi cuatro abriéndose, me hicieron sentarme en la cama. En la puerta con una vela iluminando su sombrío rostro, estaba Philip.

—Buenas noches hija.

La última palabra estaba cargada de burla.

— ¿Qué haces aquí? —me apreté mas contra la cabecera de la cama, tomando las sabanas en mis manos para cubrirme el cuerpo.

Philip apagó la vela dejando la habitación en penumbras. La única luz entraba por la ventana pero era muy escasa, aún así podía ver su figura moviéndose hacia mi cama.

—Lárgate o te juro que gritaré.

Pero antes de decir cualquier otra cosa, puso su asquerosa mano sobre mi boca.

—Más te vale que no lo hagas, puedo hacer que las cosas parezcan de otra manera —arrancó las sabanas dejándome en el delgado camisón blanco que cubría mi cuerpo—. Imagínate: tu madre entrando por esa puerta y encontrándonos así —su mano subió por mi muslo y sentí las lágrimas cubriendo mis ojos. Me moví, pero fui incapaz de hacer algo cuando subió sobre mí— todo el pueblo sabría que entre tú y yo hay algo, que me tentaste con este cuerpo del demonio. Soy hombre, se me justificará, pero tú… la duda sobre el rostro de tu madre y el odio que te tendría será impagable.

Quitó su mano de mi boca y mis labios comenzaron a temblar por el miedo y el asco que me causaba ese hombre.

—Muy bien, así está mejor —pero su peso encima de mí me dificultaba la respiración y su mano en mi muslo amenazando con subir me provocaba nauseas—. Ahora, señorita, solo vine a despedirme. Mañana serás una mujer casada y creo que deberías saber lo que te espera en tu noche de bodas.

Dios no, no, por favor, no lo permitas.

Comencé a llorar más fuerte cuando juntó más su cuerpo con el mío y sentí algo duro debajo del pantalón de su pijama. Entonces la puerta se abrió y la luz de una vela nos iluminó. El desgraciado se levantó de pronto y miré a Ángela en la puerta con una taza de té en una mano y el candelabro en la otra. Temí lo peor, en cualquier momento saldría corriendo, despertando a mi madre y contándole lo que había visto.

—Salga del cuarto de la señorita antes de que le rompa el candelabro en la cabeza —aunque fue un susurro, sus ojos demostraban coraje y valentía.

Philip sonrió socarronamente y le dirigió una mirada de advertencia a Ángela y sin mirarme de nuevo, salió del cuarto. Solté el aire que había estado conteniendo desde que la puerta se abrió y comencé a llorar amargamente. Ángela dejó de lado la taza y el candelabro, cerró la puerta y se acomodó a mi lado para consolarme. Hundí mi rostro en su hombro, agradecida por su oportuna aparición.

—Ya niña, no lloré. No pasó nada.

— ¿Cómo... —busqué mi voz, encontrando apenas un lento y torpe susurro— lo supiste?

—No lo supe —contestó segura—, de hecho, todas las noches, después de que todos se duermen, subo a dormir en el sofá junto a la ventana.

— ¿Qué? —Levanté la mirada—. ¿Duermes aquí todas las noches?

—Desde que llegué —asintió y se levantó—. Lo siento señorita, pero fueron órdenes del joven Cullen. Él me dijo que usted no estaba a salvo durmiendo bajo el mismo techo que el señor Dywer, ahora sé porqué.

— ¿Y cómo lo sabe Edward?

—No lo sé.

Limpié las lágrimas y respiré profundamente. De alguna forma me sentí agradecida con Edward. Como sea que se haya enterado me había salvado esa noche y parecía que vivir con él no sería peor que vivir con Philip.

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7♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Empty Re: ♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Jue Oct 06, 2011 11:50 pm

Cinthia Swan

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Neofito
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Capítulo 5

La tarde era fría, casi helada. Había dejado de llover a media madrugada, lo sabía porque no había podido dormir después de lo ocurrido con Philip, y claro, también estaba el asunto de la boda.

Desde muy temprano mí habitación había sido invadida por un ejército de mujeres nerviosas: mi madre, que luchaba por contener las lágrimas; la Sra. Newton, quien me ayudaría con el vestido; la peluquera de Rosalie, que celosamente la mantenía lejos de las damas de la sociedad y que amablemente me prestó para ese día; Alice, quien hablaba sin parar con la Sra. Newton sobre su vestido de novia.

Rosalie me ponía nerviosa cada que mi madre y la señora Newton abandonaban la habitación. Hacía comentarios sobre la noche de bodas y lo que debía esperar, lo único que lograba era sonrojarme y asustarme más.

Una hora antes de la boda, de pie en medio de mi recamara, me dejé atar el corsé por Angela mientras mi madre intentaba acomodarme el velo de manera diferente ya que no le había gustado como lo había dejado la peluquera, y después comenzó a pellizcarme las mejillas para darme color.

—Así te ves mejor, y creo que por ahí tengo unos polvos que seguro te darán algo de color.

—No los necesita, señora Dwyer —intervino Alice—, el sonrojo de Bella es natural y muy lindo.

—Sí Alice pero ¿la has visto? Parece muerta, está pálida.

—Son los nervios mamá, solo eso —intenté poner una sonrisa, pero creo que la expresión de mi rostro era mas de susto porque mi madre lo notó.

—Querida, sé por lo que debes estar pasando. Yo lo viví el día que me iba a casar con tu padre, estuve a punto de salir por la ventana huyendo, no lo conocía y temía que fuera gordo y viejo —ella esbozó una sonrisa al recordarlo—. Al menos tú tienes la certeza de que Edward es buen mozo, y estoy segura de que como yo, encontraras el amor en él.

Ciertamente lo dudaba, pero ya no podía hacer nada. La idea de salir por la ventana era tentadora, sin embargo las palabras dichas por Edward semanas atrás las tenía muy presentes en mi mente. Primero me había dicho que me respetaría, que no iba a obligarme a meterme en su cama y eso lo dudaba un poco. También me dijo que si intentaba escapar me arrastraría hasta la iglesia. Bueno, de eso sí estaba plenamente segura.

—Listo señorita.

—Gracias Angela —la señora Newton me esperaba con el vestido listo para que yo entrara en él—. ¿Qué te vas a poner tú?

La habitación se quedó en silencio, todas se miraron entre sí, y la persona a quien se lo había preguntado parecía que ni siquiera se daba cuenta de que le hablaba a ella.

—Angela, ¿tú qué te vas a poner para la ceremonia? —repetí.

—¡Isabella! —exclamó la señora Newton alarmada.

—Yo… yo —Angela tartamudeó con sorpresa— Nada. Es decir, lo que tengo puesto servirá para limpiar los escalones. No necesito nada más.

—Alice, por favor, abre uno de los baúles y búscale un vestido a Angela.

Alice y Rose comenzaron a buscar entre mis baúles ya listos para ser trasladados a la casa de Edward.

—Pero señorita, ya todo está empacado y planchado… —Angela trató de detener mi decisión.

—Y tú —la señora Newton se dirigió a ella— no te pondrás un vestido de la señorita, ¿no? Eres una simple sirvienta —levantó la nariz con aire de superioridad.

—Además de mi doncella —contesté molesta— Angela es también mi amiga.

—¿Cómo pretendes que asistamos a una boda con la sirvienta sentada en primera fila pretendiendo ser una señorita de bien?

—Señora Newton, con todo respeto, si la presencia de Angela le molesta en algún momento, es libre de retirarse de la boda cuando le plazca.

La expresión de pánico de mi madre lo dijo todo, me había excedido, sin embargo Alice y Rose sonreían y seguían inmersas en los baúles. La pobre de Angela estaba a punto de llorar y la señora Newton estaba claramente indignada.

—Entonces me iré de una vez —le dio el vestido a mi madre y, levantando aún más la nariz, tomó la amplia falda de su vestido y salió de la habitación, solo dándose media vuelta para agregar—: Reneé, es una pena que no haya podido educar mejor a su hija. Espero que el joven Edward sepa ponerla en su lugar, no estará contento al saber que su esposa pone a una criada por encima de una mujer de mi condición.

Mi madre se disculpó con la estirada de la señora Newton después de sus palabras, pero esta pareció no perdonar mi "insolencia".

—¿Por qué hiciste eso? —cuestionó mi madre.

—Lo siento —bajé la cabeza, aunque no lo sentía para nada. Eso sí, temía un poco la reacción de Edward, no sabía muy bien como tomaría él las relaciones sociales. Bueno, en realidad no sabía nada de él—, pero no soporto que traten mal a las personas de más baja posición social solo porque no tuvieron la buena suerte de nacer en una mejor cuna.

—Yo tampoco lo tolero, y Angela, te aprecio bastante, pero no para correr a la señora Newton, ¿sabes lo que dirá Philip?

Me encogí de hombros, lo que pensara o dejara de pensar ese hombre me daba igual. Estaba a punto de salir de esa casa para siempre.

Con la tensión bailando en el aire le ordené a Angela que se dejara arreglar por Alice y por Rosalie, que a diferencia de las demás personas de esta sociedad hipócrita no se sintieron ofendidas y alegremente la ayudaron.

Mi madre hizo lo propio conmigo, y media hora más tarde tenía puesto el vestido de novia más lindo que había visto. Me lo había probado un par de veces pero jamás le puse atención. No me importaba, no me ilusionaba, pero ahora con el puesto frente al espejo reparé en lo lindo que era. El escote recto comenzaba un poco más abajo del cuello, sin dejar ver ni un solo centímetro del busto. La tela se adhería delicadamente a mis hombros bajando en mangas semitransparentes. Se ceñía en la cintura, cayendo en la amplia falda adornada por delicadas rosas blancas cosidas cuidadosamente al final. Mi cabello había sido ondulado para la ocasión y agarrado en lo alto de mí cabeza dejando caer varios mechones sueltos. En medio del peinado sobresalía el velo de encaje transparente. Parecía como una princesa de esas novelas inglesas que Alice me prestaba.

Media hora antes de la boda estábamos todas en la entrada de mi casa, listas para partir. Rosalie se alejó con su marido rumbo a la iglesia; Alice, mi dama de honor, con un hermoso vestido azul había sido acompañada por su padre. Al final, solo estábamos Angela y yo. Ella se había puesto mi vestido color palo de rosa, su cabello había sido peinado en una media cola y Alice había esparcido polvos delicadamente sobre su rostro. No parecía una sirvienta, estaba hermosa.

Mi madre subió al carro junto con Philip y Angela, quien insistí que viajara con ellos.

Yo me quedé sobre mi carruaje, que sería jalado por dos caballos blancos rumbo a la iglesia. Todo era demasiado ostentoso. Era una boda que yo no había planeado, en donde yo no había opinado. Una boda que no era para mí, que no deseaba.

Inhalé y exhalé infinidad de veces mientras el carruaje avanzaba por las calles de Forks que estaban adornadas con rosas blancas. Era de esperarse que por ser un pueblo pequeño una fiesta familiar se convirtiera en una fiesta para todos. No había quien no se enterara de la boda, no había quien no hubiera sido invitado.

Entre más me acercaba a la iglesia, más eran mis ganas de llorar. Las lágrimas me picaban los ojos y me mordí el labio infinidad de veces para no derramarlas. Quería saltar del carruaje y, aunque no fuera muy femenino, tomar la falda en alto y correr. ¿A dónde?, no sabía, pero además de huir del futuro que me esperaba, debía huir también de mi casa. Por Philip, no por mi madre. Ella había soñado miles de veces con este momento, y por ella lo iba a hacer bien. Iba a hacerle creer que lo estaba disfrutando, aunque por dentro me estuviera cayendo a pedazos.

La iglesia estaba tal como lo esperaba, llena a reventar. Todo el pueblo estaba pendiente del último evento social. Fui recibida entre aplausos, y en la puerta me encontré con Philip y con mi madre que me llevarían al altar. Las personas comenzaron a entrar en la iglesia y solo nos quedamos con Alice en la puerta.

—Esto es injusto —Alice soltó un puchero.— ¿Quién será mi dama de honor? Tú y Rosalie ya no podrán —puso cara de sufrimiento.

No me dio tiempo de contestarle porque era su momento de avanzar por el pasillo. La marcha nupcial comenzó a sonar y fijé mi atención en el interior de la iglesia, las bancas a ambos lados del pasillo estaban adornadas con rosas blancas, cientos de velas iluminaban la estancia y un enorme candelabro colgaba del techo, dándole al ambiente un aire romántico. Perfecto si los novios estuvieran enamorados.

Del brazo de Philip a mi izquierda y mi madre del otro lado, caminé derecha, intentando sonreír tanto como mi madre pero me era imposible. Al final del pasillo estaba Esme, con un vestido color lila que le sentaba de maravilla. En el altar Carlisle con un traje negro que contrastaba con su piel acompañaba a Edward, quien estaba simplemente atractivo. Su imponente figura me atemorizó de inmediato y sentí el pulso detrás de las orejas, en el cuello, en las muñecas, debajo del apretado corsé.

Él no sonreía, al menos no con los labios pero sí con los ojos. Al acercarme más noté que eran de un dorado líquido tan tierno que me pareció completamente distinto al Edward que había conocido.

Mi madre me entregó. Sé que Philip también dijo algo, pero decidí ignorarlo, así que mi madre puso mi mano sobre la de Edward, me besó en la mejilla y se retiró a su lugar llorando.

La ceremonia se llevó a cabo con toda normalidad. Las mismas palabras de siempre, el mismo sermón de siempre, los mismos votos sobre la fidelidad y el amor eterno que nadie respetaba porque en cuanto uno de los dos se descuidaba aparecía un amante.

Edward deslizó sobre mi dedo la alianza de oro puro, poniéndolo al lado del que un mes antes me había dado. Hice lo propio con su anillo y le juré estar con él hasta que la muerte nos separara. La voz me tembló al hacerlo, y tuve que repetirlo tres veces.

Cuando Edward iba a besarme, no pude evitar hacerme a un lado. Él sonrió y solo apoyo sus labios sobre los míos. Al final, una hora después, salí de la iglesia como la señora Isabella Cullen.

/*/

—Es enorme —dije al entrar del brazo de Edward.

La gente comenzó a aplaudir, pero no les presté atención.

La fiesta fue en casa de los Cullen, a la que nunca había entrado pero que era magnifica en espacio y decoración. El color de las paredes era blanco, dando una gran iluminación a la estancia. El enorme salón de baile, adornado con espejos, hacía verlo más grande e iluminado. Del techo colgaban ocho candelabros de cristal y había varios sillones en las esquinas para descansar.

—Me alegra que te guste —susurró Edward en mi oído—. Nuestra casa también fue decorada por mi madre.

Nuestra casa.

Pensé en eso mientras me dejaba arrastrar a la pista de baile. El vals comenzó a sonar y bailamos nuestro primer baile como marido y mujer, Edward me tomó posesivamente por la mi cintura acercándome a él, dejando solo el espacio que ocupaban nuestras ropas entre nosotros. Puse mi mano sobre su hombro y me dejé llevar por la pista, temiendo que en cualquier momento fuéramos a caernos. Nunca había sido buena bailando.

—Estás preciosa —susurró.

—Gracias —bajé la mirada intentado ver mis pies, aunque era imposible.

Quise concentrarme en la gente pero tampoco podía, tener cerca a Edward me perturbaba, su mano sobre mi cintura me distraía y no podía pensar en nada más que en sus ojos deliciosamente dorados y el calor que emanaba de su cuerpo. A diferencia de otras veces que lo había tenido junto a mí, donde supuse tenía problemas de circulación por su frío tacto, hoy estaba sorpresivamente cálido. Edward emanaba masculinidad y poder lo cual no me gustaba ya que comenzaba a gustarme en serio. Finalizamos el vals con un giro tan elegante que no supe ni como lo había hecho.

La gente aplaudió y se unió a la pista cuando el siguiente vals comenzó a sonar. Recibimos muchas felicitaciones una tras otra mientras yo sonreía y asentía a los halagos y consejos.

Por fin pude salir con Alice y Rose unos segundos a uno de los balcones a tomar aire fresco. Los pies me dolían, sentía las costillas en el cuello y apenas podía moverme.

—¿Por qué no te quitas los zapatos? —sugirió Rosalie.

—Es indecente mostrar los pies desnudos.

—Tienes medias puestas y con ese enorme vestido no se notara. Cuando tengas que entrar de nuevo te los pones.

—Me muero por irme a la cama y quitarme el corsé —me apoyé en la baranda inhalando el aire frio que comenzaba a enmarcar la noche.

—Tu marido debe estar pensando en lo mismo.

Me estremecí. No supe si a causa del cambio de ambiente o por las palabras de Rosalie. Sin embargo, él lo había prometido y decidí confiar en su palabra.

—¿Sabes si se quedaran aquí un tiempo? —Alice preguntó.

—No lo sé. Desde el baile en tu honor y el de Jasper no he hablado con él.

—Pues es un buen momento para preguntárselo.

Me di la vuelta con el comentario de Alice y vi a Edward salir al balcón. Les hizo una reverencia a mis amigas y estas entraron de nuevo al salón.

—¿Te sientes bien? —Edward se colocó al lado mío.

—Sí, solo necesitaba aire fresco.

—¿Esa chica del vestido rosa es Angela? —cruzó los brazos sobre su pecho, haciendo que el traje se ajustara marcando sus músculos.

—Sí, es ella.

—Se ve muy linda —comentó con sinceridad— Sin embargo, no debiste vestirla de esa manera.

—¿Por qué no? —me exalté—. ¿Tú también opinas que solo es una criada que no se merece estar aquí?

—Yo no dije eso, y jamás he menospreciado a una persona por su condición social, pero el joven Cheney acaba de preguntarme quién es ella.

—¿Ben Cheney? —tuve que preguntar.

Él era el hijo de los dueños de la casa de empeño, sumamente ricos, dicho sea de paso.

—Así es, le dije que seguramente era una amiga tuya pero ¿qué crees que pensará cuando la corteje y sepa que es una sirvienta? Sabes muy bien que podría humillarla.

—Oh sí, tienes razón —fue todo lo que dije, no había pensado en eso.

Claro, Angela se veía preciosa, como toda una dama de sociedad, pero jamás pensé en los hombres que se podrían interesar en ella.

—De todas formas esto terminará pronto —Edward suspiró y entonces me atreví a preguntar.

—¿Pasaremos aquí la noche?

—No, tengo una casa aquí en el pueblo también. No es tan grande como esta ni como la del bosque, pero no quiero apartarte de tu familia y tus amigas tan pronto. Espero no te incomode.

—Para nada —dije rápidamente, y me pregunté si también debería darle las gracias, aunque lo descarté.

Me relajé con la brisa que soplaba en ese momento, disfrutando del silencio que esta vez no sentí incomodo.

Todo había salido bien, al menos mi madre estaba contenta y radiante, y en cuanto a Angela ojalá el joven Cheney no fuera un patán al que le importaran las clases sociales y se casara con ella. Sonreí por la idea, eso sería como cuento de hadas.

Todo parecía estar bien, sin embargo, los nervios se apoderaron de mí cuando mi madre y Angela acudieron a mí unos minutos más tarde para ayudarme a cambiarme de ropas e ir a casa de Edward.

A pasar mi noche de bodas.

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8♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Empty Re: ♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Vie Oct 07, 2011 7:12 pm

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Capítulo 6

Una hora después estaba como al inicio de esa mañana, de pie en medio de una enorme habitación en casa de los Cullen, siendo ayudada a desvestirme por Angela y mi madre. Desafortunadamente el corsé no desapareció, pero si el ancho vestido de novia. Este fue sustituido por un vestido de viaje color azul mucho más ligero. No iría más lejos que unos cuantos bloques de distancia, pero era mejor usar eso que cualquiera de mis amplios vestidos.

—Estás preciosa —dijo mi madre, comenzando a sollozar... de nuevo—. No puedo creer que ya seas una señora casada.

—Señorita Bella... —Angela terminó de soltarme el cabello y agarró unos mechones con un par de horquillas—. Perdón, señora Cullen, quiero agradecerle todo lo que hizo por mi hoy. Me sentí realmente bonita con su vestido, sepa que lo lavaré y plancharé y, mañana mismo, cuando me reúna con usted en la casa del señor Cullen, se lo regresaré.

—No hay ninguna prisa Angela. Y por favor, déjame de llamar señorita o señora, te lo he dicho muchas veces, soy solo Bella —le sonreí—. Por cierto, dime algo ¿alguien supo que eras mi doncella?

—No señorita, nadie me reconoció.

—Estuvo sentada toda la fiesta —el tono de mi madre era de reproche, pero luego lo suavizó—. Aunque debo decirte que rechazó como diez invitaciones a bailar.

Angela se avergonzó un poco, sus mejillas se tiñeron de rosado.

—No me pareció correcto engañar a ninguno de los caballeros que me invitó. Además, sin bailar me la pasé de maravilla. Nunca había estado en un baile —terminó con mi cabello y comenzó a recoger mi vestido del suelo—. Eso sí, el corsé casi me ha hecho desmayar cuatro veces, es de admirar que usted lo use todos los días.

No sentí la necesidad de decirle que a mi también me molestaba y que quería quitármelo. Mi madre volvió a mirarme y los ojos se le llenaron de lágrimas, está vez yo la acompañé. Iba a extrañar estar con ella en todo momento, tomar el té y escuchar sus chismorreos sobre los demás. Habíamos estado juntas desde siempre y ahora yo debía tomar mi camino y dejarla con Philip de quien no me fiaba ni un poco.

—Te voy a extrañar —me abrazó con fuerza.

—Solo estaré a unos cuantos bloques de distancia —quise calmarla un poco, y calmarme yo. No quería salir con la nariz roja y los ojos hinchados.

— ¿En serio? Pensé que se irían a esa casona que tiene tu marido en las afueras.

—No, al menos hasta que me acostumbre a la idea de no estar con usted todo el tiempo, pero espero convencerlo de quedarnos a vivir definitivamente en el pueblo.

—Oh querida, eso sería maravilloso —se limpió las lágrimas y puso esa mirada que no me gustó—. Ahora aprenderás a controlar al marido con tus encantos. Empieza esta noche Isabella, quiero que te quedes cerca de mí.

—Madre —exclamé, roja hasta las orejas.

—Vamos querida, yo misma te he dicho como funciona la relación de cama entre una pareja, y sé que Rosalie no tiene pelos en la lengua para decirte cómo y por dónde deben ser las cosas.

— ¡Madre, por favor! —Angela soltó una risita tonta y mi madre se carcajeó por todo lo alto.

—Me alegra que ya vayas a entrar al selecto grupo de las mujeres casadas. Te enteraras de que Rosalie no es la única que habla de su intimidad con las amigas.

—Edward debe estarme esperando —dije, evitando saber más sobre lo que mi madre platicaba con sus amigas o, peor aún, que me quisiera dar consejos como Rosalie.

Al bajar, la mayoría de los invitados ya se habían retirado, solo quedaban las personas más cercanas como Alice y su familia. Rosalie y Emmett me esperaban al final de la escalera y en la puerta miré a Edward platicando no muy animadamente con Michael Newton, seguramente sobre lo que había pasado con su madre.

—Queríamos despedirnos de ti —dijo Emmett tomando mi mano entre las suyas y besándola—. Señora Cullen, ha sido una velada perfecta y una boda de lo más hermosa.

—Gracias Emmett, me alegra que lo hayan pasado tan bien —omití el detalle de que no había metido ni la nariz en la preparación de la boda.

—Nos retiramos. Bella, te deseo la mayor felicidad el mundo —Rosalie me abrazó y me susurró al oído—. Pero depende de ti el permitirte ser feliz o vivir amargada toda la vida.

Sonriendo, se alejó del brazo de Emmett y se despidieron de Edward quien ya había despedido a Newton.

Alice estaba agarrada del brazo de Jasper y se acercaron a despedirse.

—Fue una boda preciosa —me abrazó con cariño—, y será la fiesta del año hasta que llegue mi boda.

—Seguro tiraras la casa por la ventana —sonreí imaginando la enorme fiesta que se nos avecinaba.

—Algo sencillo, como yo —se encogió de hombros.

—Sabes que eso es mentira.

—Es hora de irnos —comentó Jasper—, con permiso, señora Cullen.

—Hasta luego Bella —Alice me abrazo y se retiro con su prometido.

—Cariño, tu marido te está esperando —mi madre se acercó con mi capa y la pasó sobre mis hombros mientras me arrastraba hasta la puerta—. ¡Ay Dios mío, cómo te voy a extrañar!

Nos paramos en seco y me abrazó, soltándose a llorar en serio. Quise contener las lágrimas, pero no pude. Había estado con mi madre toda la vida, no me había separado ni un solo segundo, y ahora me iba a vivir con un desconocido que había tenido la grandiosa idea de comprarme.

Me solté de su abrazo, Edward se acercó y pasó su brazo por mi cintura.

—Te quiero, mi amor.

—Yo también la quiero madre —le di un beso en la mejilla cuando escuché la espantosa voz de Philip.

—Y para mi querida ¿no hay un beso de despedida? —su sonrisa era asquerosamente lujuriosa y los recuerdos de la noche anterior vinieron a mi mente.

Edward me acercó más a él, apretándome contra su pecho e instintivamente me abracé a él. Escuché un gruñido salir de su pecho y al verlo a los ojos supe que estaba a punto de asesinarlo. No sabía quién le había dicho lo repugnante que era mi padrastro, o quizás él si notaba sus miradas lascivas, pero estaba claro que sabía lo desagradable que era para mi su presencia.

—Creo que los recién casados se mueren por estar a solas —fue la madre de Edward quien rompió el silencio incómodo y agradecí que Philip no insistiera—. Isabella, bienvenida a la familia.

Esme tenía quizás la intención de abrazarme, pero Edward no dejó que me moviera ni un solo centímetro, hasta que él mismo me sacó de la casa. Le di una última sonrisa a mi madre y me dejé ayudar por Edward para subir al coche, inmediatamente él subió y se acomodó a mi lado.

—El cochero es el padre de Angela, y la señora Weber es nuestra cocinera —comentó cuando el coche se puso en marcha.

— ¿Toda la familia Weber trabaja para ti?

—Para nosotros —corrigió—. Y sí, es una familia muy noble y honesta.

—Sí, Angela es muy buena chica —asintió y nos quedamos en silencio, pregunté de la nada—. ¿Por qué mandaste a Angela a trabajar conmigo?

—Porque está claro que tu otra sirvienta no podía llevar la casa sola —contestó como si fuera lo más obvio y yo fuera tonta.

—Me refiero a que la mandaste a cuidarme, ella me lo dijo —sus ojos se posaron en mí, sorprendidos, y desvié la mirada—. Me lo dijo anoche cuando la sorprendí entrando a mi recamara en medio de la noche.

Omití el desagradable momento con Philip, quizás Edward bajaría del coche y le arrancaría la cabeza, aunque la idea era tentadora.

—Creo que tú y yo sabemos porque lo hice —susurró despacio—. No creo que sea correcto explicar los detalles.

—Gracias —lo miré de nuevo y esta vez mis palabras fueron sinceras.

Sonrió como respuesta y no dijimos nada más mientras el carro seguía dando pequeños saltos en el suelo disparejo. Miré por la ventana pero en realidad no había mucho que ver, el pueblo estaba como siempre, no había nada que no conociera. Las calles estaban casi vacías, las llamas de las lámparas bailaban con el aire y noté que nos acercábamos a la parte donde vivían las personas más adineradas. Reconocí la casa de los Newton, la de Benjamín Cheney y junto a esta, una hermosa casa de dos pisos que no recordaba.

—Fue remodelada hace unos meses, a mi madre le encanta la decoración y la renovación —contestó como si me hubiera leído el pensamiento.

—Es muy bonita, recuérdame decírselo la próxima vez que la vea —tomé su mano para bajar del coche.

Escuché como Edward despedía al señor Weber, pero en realidad estaba absorta con la casa. Era de noche, pero aún podía ver claramente que era enorme y muy bonita, de colores claros como la casa Cullen y enormes ventanas. El jardín delantero estaba perfectamente cuidado, con diversos tipos de flores adornando el pasillo hacia la puerta principal.

Cuando Edward abrió la puerta, mi vista quedó comprometida, la luz de la calle no alcanzaba a iluminar bien la estancia, pero estaba segura de que la decoración sería preciosa. Había quedado claro que Esme tenía un gusto exquisito.

Edward tomó mi mano y me condujo por la oscuridad escaleras arriba. Encender las velas era en vano puesto que era de noche y debíamos ir al cuarto. Mi corazón comenzó a acelerarse cuando entramos en el cuarto, que supuse era el principal. Me quedé de pie en el umbral, mientras Edward encendía las velas y la enorme chimenea. La habitación se iluminó, dejándome ver la enorme cama con dosel en el centro del cuarto, del techo colgaba un hermoso candelabro de cristal.

La ventana daba a la calle, al lado de la chimenea había una pequeña sala para tomar el té. Todo era maravilloso, la sola habitación era el doble de grande que mi cuarto en casa de mi madre, no podía imaginar lo inmensa que sería la casa.

—Este baúl fue el que mandó tu madre por la mañana —al pie de la cama estaba uno de mis baúles—. Mañana por la mañana traerán los demás, me dijo que con lo que hay en este sobrevivirás la noche.

Asentí y no dije nada más, pensé en cómo abordar el tema sobre la noche de bodas y lo que me había dicho dos semanas atrás. Abrí el baúl buscando entre mis vestidos, en el fondo encontré un camisón blanco que tapaba casi completamente mi cuerpo.

—Me dijo Michael Newton que prácticamente corriste a su madre de la boda —comentó mientras se quitaba el abrigo.

—Sí, su madre insultó a Angela y yo la defendí, así que invité a la señora a no asistir —me senté en la cama con el camisón en la mano y bajé la mirada—. Sé que no fue lo correcto y ya mi madre me ha regañado por ello, pero aceptaré cualquier represión de tu parte.

No dijo nada, en la habitación se escuchaba solo el crujir de la leña en la chimenea. Se acercó a mí pero continué mirando hacia el suelo, me mordí el labio sin saber qué esperar, nunca había sido golpeada por mis padres, ni siquiera por Philip. Ciertamente nunca había sido grosera con nadie, pero sabía que los hombres podían reprender a golpes a sus esposas. Nunca faltaba la dama de sociedad que llegaba a tomar el té con algún moretón en los brazos o, peor aún, en el rostro. Él acercó su mano a mi barbilla y me obligó a levantar la mirada. Me encontré con sus ojos, divertidos y a la vez cargados de dulzura.

—Jamás te reprenderé por nada que hagas o dejes de hacer —se agachó y su rostro quedó a la altura del mío—. Quiero que seas tal cual eres y que no cambies o te contengas, por que así es como me gustas.

Mi corazón se aceleró como caballo desbocado. Nunca nadie me había dicho nada como eso, no me habían mirado de la forma en que Edward lo estaba haciendo, aunque era una vil mentira. Él no me conocía, habíamos tenido conversaciones más cortas que un suspiro, ¿cómo podía gustarle mi manera de ser? Estaba loco.

—Hablando de promesas —dije recobrando el control de mis emociones, o al menos eso intenté—. En el baile de Alice me dijiste…

—No he olvidado lo que te dije y sigue en pie, no te tocaré jamás a la fuerza. El día que hagamos el amor será por que tú quieres.

—Sí, bueno... —dije levantándome y alejándome de él— eso no pasará ni en tus sueños. Para mí siempre serás el hombre que me compró, por cierto, ¿cuánto pagaste por mí?

—Eso es algo que no te contestaré.

—Debemos establecer condiciones —dije confundida por el cambio tan brusco de tema.

— ¿Condiciones? —alzó una ceja y sonrió divertido mientras se sentaba en la cama.

—Sí, condiciones. La primera, dormiremos en la misma cama porque los sirvientes hablan, por más fieles que sean. El día que no compartamos cama lo sabrá todo el pueblo.

—De acuerdo —sonrió de lado y lo odié. Lo odié por poner esa sonrisa que me estaba gustando.

—La segunda que viene con la primera, no tendremos intimidad. Tú no me tocas, yo no te toco. Y la tercera… —Edward se quitó los gemelos, la corbata y después el chaleco, lo tiró sobre uno de los pequeños sillones y comenzó a desabotonarse la camisa.

— ¿La tercera…? —dijo mientras botón a botón exponía su piel pálida y lisa ante mis ojos.

—La tercera… — ¿la tercera qué?, ¿de qué demonios estábamos hablando? La camisa se le unió al chaleco, seguido por los zapatos y los calcetines, se levantó y se llevó las manos al pantalón—. ¿Qué haces?

La voz me salió entre chillona y escandalosa, sentí mis mejillas arder al saber muy bien lo que estaba haciendo. Me di cuenta entonces de que era muy atractivo, desde su rostro del que me había dado cuenta desde que lo miré por primera vez, pasando por sus hombros anchos y musculosos, su pecho parecía labrado en piedra, duro y tan masculino.

—Dijiste que dormiríamos juntos, y esta es mi cama así que me preparo para dormir, ¿tú dormirás así vestida?

¡Demonios!

Era mi segunda maldición en menos de cinco minutos. ¿Cómo me iba a desvestir? Angela no había venido conmigo, no había nadie más que Edward y definitivamente él no iba a ayudarme con el vestido.

¡Demonios!

El vestido era lo de menos, el corsé me estaba subiendo el estomago al cuello y moría de ganas de quitármelo. No podría dormir con él, pero tampoco podía romperlo. Miré el camisón que aún tenía en la mano, no habría forma de ponérmelo sin quitarme primero el vestido y el corsé. Quizás podría deshacer los nudos, pero no podría sacarlos por completo.

—Necesito de tu ayuda —murmuré por lo bajo.

Total, era mi marido, no había nada de malo ¿o sí? Solo me ayudaría a quitarme la ropa, no me tocaría, lo prometió, y si lo hacia le daría una bofetada. Sí, lo haría.

—Oh claro —Edward contestó.

Me di la vuelta, sosteniendo el camisón apretado contra mi pecho, encontraría la forma de ponérmelo sin exponerme desnuda, o al menos no me vería de frente.

Sus manos soltaron los hilos del vestido con más lentitud de la que yo hubiera querido, parecía que se le dificultaba la tarea, pero seguramente había quitado muchos vestidos. No debía ser nuevo para él. El vestido quedó completamente flojo y dispuesto a caer al suelo si no lo hubiera estado deteniendo con mis manos. Comenzó entonces con el corsé e inmediatamente respiré cuando soltó el nudo y después contuve la respiración cuando sentí sus dedos sobre mi piel al soltar los lazos.

—Debe ser un martirio traer esto puesto todo el día —acarició una de las marcas de mi espalda.

Su tacto cálido, casi ardiente, me estremeció.

—Estoy… es… estoy acostumbrada —balbuceé una pequeña mentira.

— ¿No te duele? —acarició otra marca, esta vez cerca de mi cadera, y me pregunté cómo se sentirían sus manos completamente en mi espalda desnuda, acariciándome el cuello, las caderas, apretando mis senos.

No.

No debía imaginarme eso, yo adiaba a este hombre por más atractivo que pudiera ser. Me di la vuelta, mirándolo a los ojos, con una extraña sensación en mi piel, allí donde me había tocado. Edward tomó la horquilla que sostenía mi cabello y este cayó en cascada sobre mi espalda, me mordí el labio y mi respiración se aceleró cuando hundió los dedos en mi cabello y quizás a propósito acarició mi hombro desnudo.

—Entre las condiciones que me pusiste, ¿me está permitido besarte? —susurró con sus ojos dorados inmensamente ardientes.

¡Claro! Esa era la tercera condición, no besos a menos de que fuera en público y estrictamente necesario.

—Tomaré tu silencio como mejor me parezca —se acercó más y más.

Tan despacio que se me antojó una eternidad. Me iba a besar, sí lo iba a hacer y Dios, cómo lo deseaba. Posó sus labios sobre los míos, apenas rozándolos, pero fue suficiente para que las piernas me flaquearan.

Fue el beso más profundo y sensual que jamás haya experimentado, volviéndome loca al contacto de sus labios. Me quedé quieta con los ojos cerrados y las manos en mi pecho al comprender lo que estaba haciendo. Estaba mal, y no por que no fuéramos marido y mujer, sino por que yo tenía que odiarlo, me había ofendido con el mero acto de haber pagado por esto, por esta noche. Pero en todo en lo que podía pensar era en cómo se sentiría su piel desnuda contra mis pechos si dejaba caer el vestido.

Sus labios se separaron unos centímetros de los míos.

—Bésame Isabella —abrí los ojos y ahí estaba. Condenadamente cerca, inevitablemente atractivo.

Entonces me besó, me besó de verdad. Movió sus labios contra los míos con ferocidad pero en una caricia tierna, llena de deseo, de pasión. A pesar de que nunca había sido besada de esa manera podía identificar esa sensación porque no quería que se detuviera, quería más. Sus manos se cerraron en mi cintura, acercándome a él. Quité las manos de mi pecho y rodeé su cuello, solo mis prendas estaban entre su piel desnuda y la mía.

Acarició mi espalda con sus manos y la forma en que lo hacía debía ser un delito, sus dedos dejaban un camino caliente desde mi cuello hasta la cadera. Su lengua jugó con la comisura de mis labios e instintivamente los abrí. Mis dedos se aferraron a su cabello cuando su lengua invadió mi boca, danzando con la mía, solté un gemido que se ahogó en nuestras bocas.

Sus manos se deslizaron por dentro del vestido y las calzas apretando mi trasero desnudo, acercándome a él.

Grité separándome, indignada por su caricia indecente. Iba a decirle algo reprochante o quizás hiriente, algo que me dijera a mí misma que no me había gustado la caricia, pero no encontré mi voz cuando sus ojos me miraban de esa manera tan hambrienta. Solo había leído en las novelas sobre ese tipo de mirada donde los hombres ardían de deseo por sus mujeres. ¿Cuántas veces me imaginé esas escenas? Pero hoy tenía a ese hombre atractivo frente a mí que irradiaba deseo y calor por todo su cuerpo. Deseo por mí.

—Eres hermosa —susurró con voz ronca, recorriendo mi cuerpo con sus ojos, y me horroricé al notarme desnuda de la cintura para arriba.

El vestido y el corsé yacían en el suelo. Cuando levanté la mirada Edward estaba tan cerca de mí que ya no tuve que preguntarme como se sentiría su piel contra mis senos, porque ya no había nada entre nosotros y la sensación era maravillosa, pero a pesar de eso me separé, cubriéndome con las manos.

—No —murmuré.

— ¿Por qué no? —preguntó con su voz aterciopelada.

Los ojos me picaban con las lágrimas que amenazaban con salir y el corazón me latía desenfrenado.

—Me ofende que me hayas comprado, siento que soy un objeto de alguna colección que te hacía falta. ¡Pudiste cortejarme! —Grité cuando las lágrimas corrieron por mis mejillas—. Y Dios sabe que si hubiera sido así me habría casado contigo sin dudarlo.

Por que era cierto, si dejábamos de lado el asunto de la compra, era un hombre misterioso, sensual, fuerte, guapo, caballeroso. ¿Por qué no me había enamorado de una manera normal?

—No había tiempo —susurró solo para posar sus ojos sobre los míos. Se acercó de nuevo a mí—. Déjame cortejarte ahora, déjame seducirte.

Su aliento chocó contra mi boca, sus manos tomaron mis caderas acercándome a él. Sentí el calor de su cuerpo en el mío, sentí la dura prueba de su excitación contra mi estomago. Me estremecí, pero de placer. No era como la pasada noche con el cretino de mi padrastro, esto no era pervertido, era pasional, sensual, tierno y lo deseaba aunque los nervios me estuvieran matando.

—Permíteme hacerte el amor —continuó besando mi cuello, susurrando en mi oído—. Déjame recorrer tu cuerpo con mis manos, con mi boca.

Las imágenes que se formaron en mi mente fueron de lo más eróticas e indecentes. Sus palabras me hicieron gemir al imaginarme sus labios en mis pechos, en mi vientre, en mis muslos, en partes en las que era escandaloso pensar.

—Sé que no hice las cosas como debía, que te lastimé, que es humillante que te comprara y sé que si te hubiera cortejado como Dios manda me habrías dicho que sí —quitó mis manos que cubrían mis senos mientras hablaba y las sustituyó con las suyas. Arqueé la espalda concediéndole más libertad de acariciarme—. Perdóname.

Abrí los ojos y me encontré con los suyos extremadamente dorados, hermosos y sinceros.

—Quiero enamorarte, quiero amarte y llevarte al mismo cielo mientas te retuerces debajo de mí.

—Edward… —apenas susurré cuando sus dedos jugaron con mi pezón y me entregué a su exigente boca que atacó la mía.

Estaba destinada a pasar mi vida con este hombre tan masculino y sensual que me había salvado de las garras de un cretino, ¿podría intentarlo? Mi futuro podía ser un matrimonio lleno de pasión, quizás de amor si yo cedía un poco, o podía estar lleno de rencor y desdén. ¿Qué futuro prefería?

Inconscientemente tomé mi decisión cuando puse mis manos sobre su pecho, acaricié sus brazos fuertes, sus hombros y su espalda musculosa. Su boca bajó y atrapó uno de mis pechos y su lengua jugueteó con el pezón que se endureció al contacto. Mordí mis labios conteniendo un gemido impropio. Deslizó una mano dentro de las calzas, entre mis piernas.

—No —negué con la cabeza, pero mi cuerpo parecía decir otra cosa por que mis piernas se abrieron facilitándole el acceso.

— ¿No? —me miró a los ojos y sonrió de lado triunfante, mientras su mano me tocaba en partes que ni siquiera sabía que existían. Su pulgar acariciaba ese lugar que enviaba corrientes eléctricas por todo mi cuerpo y uno de sus dedos entró en mí. Me aferré a sus hombros y abrí la boca pero no emití sonido.

—Bella, quiero escucharte —susurró mientras agregaba otro dedo a ese movimiento tan obsceno y tan placentero—. No hay nada más erótico que escucharte gemir.

Tomó mi cintura con la mano libre y sin problemas me acostó sobre la cama. Marcó un camino húmedo desde mi cuello hasta mi vientre, prestándole debida atención a cada uno de mis senos, chupándolos y mordiéndolos mientras yo gemía y me movía debajo de él.

Detuvo el baile de sus dedos e inmediatamente me sentí vacía cuando sacó su mano de las calzas, quitó uno mis zapatos y lo vi caer a lo lejos sobre la alfombra con un sonido sordo. El otro salió volando en dirección de la chimenea, comenzó a arder en el fuego y me reí tontamente.

—Si te ríes es que no debo estarlo haciendo muy bien —murmuró divertido mientras mis medias salieron volando de sus manos. Tomó mi trasero, levantándome para bajar las calzas por mis piernas y le hicieron compañía a las medias en el suelo.

Y ahí estaba yo, sonrojada, despeinada, desnuda e irrevocablemente excitada ante Edward. Él se deshizo de su ropa al mismo tiempo quedando desnudo, alterando mi respiración y mis nervios, pero de alguna manera incrementando mi deseo por sentirlo de nuevo sobre mí. Sentí la piel arder cuando se situó tiernamente sobre mí y puse mis manos sobre sus hombros.

—Acaríciame —susurró.

— ¿Cómo? —el corazón parecía estar a punto de salirse de mi pecho.

—Como tú quieras

Tomó mi pecho entre sus dientes y sus dedos volvieron a jugar entre mis piernas. Mis caderas hicieron un movimiento que me pareció indecoroso pero que hizo que sintiera los dedos de Edward más adentro. Acaricié su espalda con mis manos y me detuve al llegar a su cintura, sin saber qué hacer.

—Sigue —me instó—. Haz lo que desees hacer.

Seguí con mis manos hasta su trasero y lo presioné contra mí, gimiendo cuando quitó sus manos y nuestras partes intimas se tocaron. Edward gruñó de satisfacción y yo me retorcí debajo de él gimiendo.

Seguí acariciando sus muslos duros mientras el tomó mi boca de nuevo hundiendo su lengua dentro para danzar con la mía, al igual que nuestras caderas. Edward se levantó un poco cuando llevé mis manos a su pecho, después a su musculoso abdomen y cuando me aventuré a ir más abajo, me detuvo.

—Eso no —dijo, y me ruboricé pensando en lo vulgar que había sido—. Hoy no, después será.

No entendí porque hoy no, pero no discutí cuando sus dedos entraron de nuevo en mí.

—Estás lista cariño, húmeda y tan apretada para mí.

No supe porque sus palabras indecentes me excitaron más. Se situó entre mis piernas y sentí su dureza en mi entrada.

—Si hago algo que te moleste, dímelo por favor —gruñó cuando poco a poco comenzó a entrar. La sensación fue absolutamente maravillosa, su cuerpo sobre el mío, su calor y dureza entrando en mi cálida y suave humedad.

Se detuvo cuando se encontró con la barrera de mi virginidad, me tensé.

—Deja de pensar —susurró contra mis labios.

—Me dolerá.

—Sí, un poco.

—No importa —levanté mis caderas cuando lo sentí dentro y sus labios se unieron de nuevo con los míos.

Lentamente comenzó a entrar, más y más. Me tensé cuando se detuvo. Dios, iba a dolerme… y así fue. Grité cuando rompió totalmente con mi virginidad, hundí mis dedos en su piel dura y Edward se quedó inmóvil. El dolor era punzante y yo también me quedé quieta, dejando que me acostumbrara a él. Respiré hondo y disfruté de la dulzura de Edward cuando su lengua invadió mi boca mientras el dolor pasaba. Él tomó una de mis lágrimas con su boca. Me besó las mejillas, los ojos, la nariz, la boca de nuevo.

—Rodéame con las piernas —levanté las piernas y lo envolví con fuerza—. Muévete cuando te sientas lista.

Acaricié su pecho y la otra mano la hundí en su cabello.

—Edward… —susurré cuando levanté las caderas y lo sentí de nuevo completamente dentro de mí. Él gruñó y, al arquear la espalda, atrapó uno de mis pezones con sus dedos, mientras el otro era acariciado con su boca.

La novedosa sensación de sentirlo dentro fue asombrosa y deliciosa, tanto que poco a poco el dolor fue desapareciendo y fue sustituido por un placer. Susurré su nombre una y otra vez hasta que él atrapó mi boca de nuevo uniéndonos en un beso tierno, erótico y salvaje mientras seguía entrando y saliendo. Yo movía mis caderas, quería sentirlo más cerca, quería más aunque no sabía qué era, sin embrago me lo dio. Sentí todo mi cuerpo tensarse en un mar de sensaciones nuevas y noté como Edward me acompañaba. Eran fascinantes las miles de emociones, el saber que yo era quien le estaba dando placer y que era él quien me tenía en el mismísimo cielo. Así fue cuando ambos explotamos en un frenesí de emociones, sacudidas y estremecimientos mientras me tenía tan cerca de él, asiéndome por la cintura y susurrando mi nombre.

Edward se recostó sobre mí, apenas sintiendo su peso mientras mi respiración volvía a la normalidad. El corazón parecía estar a punto de salirse de mi pecho, tenía la frente sudada, el cabello se me pegaba al cuello. Seguramente las mejillas estaban rojas como tomates y él estaba ahí, tan hermoso y natural como al inicio.

Gruñó de nuevo y se levantó de inmediato, más rápido de lo que pude notarlo y entonces, noté su respiración agitada. Me miraba como si intentara asesinarme. Me senté y cubrí mis senos con las manos, aún intentando recuperarme de la satisfactoria experiencia. Me acerqué a la cabecera de la cama y miré la mancha de sangre fresca sobre el cubrecama.

—Levántate —susurró Edward con voz endemoniadamente endurecida, volviendo a ser ese Edward que había conocido un mes atrás.

Obedientemente me levanté buscando el camisón que debía estar en algún lugar y lo vi al pie de la cama junto a Edward, quien me percaté seguía tan desnudo como yo, tomó el cubrecama y de un movimiento lo lanzó a la chimenea.

— ¿Qué haces? —grité sorprendida. Según mi madre a los hombres les gustaba saber que sus novias eran vírgenes, esa mancha era como un trofeo para ellos, pero a Edward parecía insultarle.

—Estaba manchada —susurró más calmado mientras el fuego consumía el precioso cubrecama, dicho sea de paso.

—Estás loco —se encogió de hombros ignorando mi acusación.

Se acercó a mí y tomó mi rostro entre sus manos.

— ¿Cómo estás?

—Asustada —le dije.

Él se rió por lo bajo y besó mis labios, apenas un suave roce.

—Vamos a dormir —acomodó el resto de las cobijas para que entrara en la cama y se acomodó a mi lado después de apagar las velas. Solo dejó la chimenea que seguía ardiendo con la muestra de mi virginidad. Me acomodé de lado dándole la espalda, ¿qué se supone que debía hacer?, ¿acurrucarme?, ¿y si no le gustaba? Sin embargo me abrazó por la cintura y besó mi espalda, mis hombros y después mi cuello.

—Buenas noches, cariño.

Mordí mi labio para no sonreír por el apelativo. No quería sonreír, no debía ni siquiera haber hecho el amor con él. Seguía siendo el hombre que me había comprado, pero si pudiera regresar el tiempo, lo volvería a hacer.

Con ese pensamiento suspiré una última vez antes de hundirme en un sueño profundo.

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9♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Empty Re: ♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Vie Oct 07, 2011 7:20 pm

Cinthia Swan

Cinthia Swan
Neofito
Neofito

Capítulo 7

Abrí lo ojos despacio y bostecé cansada. Me abracé a la almohada intentando dormir un poco más cuando la lluvia repiqueteaba levemente sobre el techo de la casa. No podía ver porque las cortinas del dosel estaban cerradas, pero seguramente era un día de esos en Forks, húmedo y frío.

Me acosté sobre mi espalda, sintiendo la fría sabana que me trajo a la realidad. Esta no era mi casa y no era mi cama. Bueno, sí lo eran, pero no eran exactamente las que yo esperaba encontrar. Edward no estaba en la cama. Abrí una de las cortinas esperando verlo pero no había nadie en la habitación, la recorrí con la mirada intentando encontrar algo que me dijera que la noche anterior no había sido un sueño. Mi desnudez era un buen indicio.

Me envolví en una sabana y salí de la cama. Todo estaba en orden, la ropa que yo esperaba ver en el suelo ya no estaba, pero en la chimenea estaba el resto del cubrecama y mi zapato. Sonreí tontamente otra vez y después me puse seria, todo había pasado de verdad.

Mi cara ardió de vergüenza y cuando la puerta se abrió pegué un gritito nada femenino.

—Buenos días, señora —Angela apareció en la puerta con un balde de agua caliente—. Le voy a preparar su baño, ¿Cómo durmió?

—Bien —mi voz sonó confundida, pero no le pregunté por Edward. No quería parecer ansiosa—. ¿Qué hora es?

—Es la una de la tarde —entró en una puerta situada en la pared, la cual no ha había notado la noche anterior.

—¿Qué?

¿Cuánto tiempo había dormido?

—El señor Edward ordenó que no se le molestara —dijo desde lo que supuse era el cuarto de baño.

—¿Y él está…?

—Abajo. Se levantó también hace una hora aproximadamente. La está esperando para desayunar —salió del cuarto y comenzó a buscar en mi baúl, sacó un vestido color blanco con flores de colores y buscó zapatos a juego—. Mi padre ha ido a buscar sus demás baúles, ¿quiere esperarlos o le parece bien esto para vestir?

—Lo que sea está bien, no creo que vayamos a ningún lado —me encogí de hombros.

—Si quiere puedo buscarle un camisón y su bata —la miré confundida—. No sé mucho de eso, pero mi madre me ha dicho que quizás usted y el señor quieran estar en la cama todo el día.

Eso fue sumamente embarazoso.

—¡No! Ese vestido está bien —me sonrojé.

Angela hizo una tonta reverencia de las que le había pedido muchas veces no hiciera y comenzó a correr las cortinas de la cama, al parecer mi baño estaba listo. Entré al cuarto de baño, emocionada de meterme en el agua caliente. Mis ojos brillaron al ver que el agua en la enorme tina estaba caliente y perfumada. Tiré la sabana al suelo y entré despacio, sumergiéndome en el agua hasta el cuello, descansando la cabeza en el borde.

Cerré los ojos, dejando que el agua me relajara los músculos, me dolía casi todo el cuerpo. Parecía que me habían molido a golpes o sacudido por toda la casa, y bueno, sí había tenido algo de movimiento, pero no precisamente doloroso. Me sorprendí a mi misma sonriendo como tonta, repasando en mi mente cada movimiento de Edward, cada caricia, cada palabra.

Cierto que todo había sido muy lindo y él un total caballero, o al menos la mayor parte del tiempo. Había ciertas frases que eran algo indecentes pero podía soportarlas, pero aún había dudas: me había dicho que no había tiempo para cortejarme ¿por qué? Decidí que antes de iniciar cualquier tipo de interacción que me llevara a que Edward me agradara más, tenía que hablar muy seriamente con él, poner las cartas sobre la mesa.

Metí mi cuerpo totalmente en la tina, mojando mi cabello, tomé la barra de jabón y empecé por lavar mis brazos, seguí con mi pecho y noté dos pequeñas marcas sobre mi seno derecho. Eran un par de moretones. Más abajo en mi cintura tenía prácticamente marcado el brazo de Edward.

¿Cómo habían aparecido? No sentí en ningún momento que me lastimara, al contrario, quería sentirlo más cerca, algo que nunca diría en voz alta, pero así era. Me encogí de hombros y seguí lavándome, ya desaparecerían con los días.

Cuando terminé con mi cabello Angela entró con una enorme toalla blanca.

—¿Lista, señora?

—Sí, muchas gracias. Este baño me hacía falta —sentía mis músculos destensados y mucho más relajada.

—¡Oh por Dios! —Angela se llevó una mano hacia su boca sorprendida al ver las marcas moradas en mi cuerpo—. Señora, esas marcas… ¿fue el señor Dywer?

—No —me estremecí de nuevo al pensar en esa noche.

—Entonces, ¿el señor Cullen la obligó a…?

El golpe de la puerta contra la pared nos hizo saltar a las dos del susto. De pie en el umbral estaba se encontraba Edward.

—Yo me encargo Angela, retírate —le ordenó de mala manera.

Fruncí el ceño disgustada, ¿cómo se atrevía a hablarle así? Ella salió casi corriendo, dejándome la toalla y me envolví de inmediato. Edward se acercó a mí una vez que la puerta del cuarto se cerró.

—No tenías porque hablarle así —protesté molesta, pero él me ignoró y abrió la toalla, deslizando su mano por la marca de mi cintura.

—Siento haberte lastimado —susurró con voz triste—. No volverá a pasar, te lo juro.

No supe si se refería al moretón o al acto íntimo, y no me atreví a preguntar, pero debo confesar que me sentí ligeramente decepcionada en caso de que fuera lo segundo.

—Estoy bien, no me duele. En un par de días estaré como nueva. Eso sí, creo que deberías disculparte con Angela —solté un gritito cuando me tomó entre sus brazos y me llevó a la habitación.

Me sentó en la cama con cuidado.

—Lo haré —pero su voz seguía dura.

—¿Estás molesto?

—No contigo.

—Angela no tiene la culpa al pensar que tu pudiste haberme obligado a… —Intenté defenderla—. Sabe muy bien que no me agradas y por eso debe pensar que anoche…

Me callé al ver sus ojos dolidos, con una tristeza tan grande que se me hizo un nudo en la garganta.

—No quise decirlo así…

—Sé lo que quisiste decir —se dio la vuelta, hacia la puerta—. Le diré a Angela que venga a ayudarte, y me disculparé con ella.

Sin decir más salió de la habitación. Me sentí terriblemente estúpida, no debí decirlo de esa manera, ahora yo debía disculparme durante la comida.

Angela vino unos minutos después al cuarto, aunque en sus ojos había sorpresa y miedo. Seguramente no estaba acostumbrada a que nadie se disculpara con ella, pero eso en esta casa iba a cambiar. Me ayudó a vestirme, agarró unos cuantos mechones de mi cabello con algunas horquillas y estuve lista para atacar el plato de comida que me pusieran en frente, aunque eso sólo era una ilusión, las damas comíamos despacio y en porciones pequeñas. A veces era inconveniente ser una dama.

Bajé al comedor poniendo atención en la casa, que tal y como me había imaginado, era preciosa. Había hermosos cuadros adornando las paredes blancas y floreros llenos de frescas rosas rojas haciendo contraste.

Edward me esperaba al final de las escaleras con una pareja, al señor lo reconocí como el padre de Angela, y la señora supuse sería su madre.

—Cariño —me llamó Edward en un tono de lo más amable y alegre. Comencé a notar que cambiaba de humor con rapidez—. Estos son los señores Weber.

—Estamos a su entera disposición, señora Cullen —dijo la señora haciendo una reverencia—. Cualquier cosa que necesite, solo pídala.

—¿Cualquier cosa? —pregunté y la señora asintió con entusiasmo.

Sería fácil la convivencia en esta casa con personas tan amables.

—Entonces déjense de reverencias y esas cosas, no las necesito —me dedicaron la misma mirada de su hija de incredulidad y supe que no sería fácil quitarles esa costumbre.

—Acabo de traer sus baúles —habló el señor Weber—, en unos segundos los llevo a su habitación.

—Muchas gracias —sonreí, Edward tomó mi brazo y le pidió a la señora Weber que sirviera la comida.

Mi estómago reaccionó gruñendo y Edward sonrió, ¿acaso lo había escuchado?

—La decoración, como te dije ayer, corrió a cargo de mi madre, pero esta es tu casa —me llevó hasta el comedor, donde una larga mesa de caoba nos esperaba—, puedes hacer cualquier cambio, no importa lo que cueste.

—Aunque he visto muy poco, debo decir que la casa me encanta. Esme tiene muy buen gusto para la decoración.

—Lo hace en su tiempo libre.

La señora Weber entró al comedor y sirvió dos platos de sopa. Olía delicioso y mi estómago gruñó nuevamente, esperé a que le diera el primero a Edward como debía ser, pero él me pasó su plato a mí.

—Señora Weber, de ahora en adelante siempre sírvale primero a mi esposa. Siempre ella antes que yo.

Claro, seguro había escuchado mi estómago y pensó que estaba muerta de hambre. Me puse roja de vergüenza.

—Muchas gracias, luce tan apetecible. Me gustaría ayudarla algún día con la cocina —me ofrecí tomando una cucharada y sí, estaba deliciosa.

—Cuando quiera, señora, supongo que querrá cocinarle a su marido.

—Y cocina de maravilla —dijo Edward sonriendo—. La comida picante es su especialidad, aunque cariño, tienes que moderarte con la sal.

Dejé caer la cuchara en la sopa causando que saltara un poco sobre el mantel blanco. Edward se había dado cuenta de mi intento de cena arruinada y ahora se burlaba de mí.

—¿Lo sabías…?, ¿por qué no dijiste nada?

—¿De qué Bella? —se hizo el tonto.

—Sabes a lo que me refiero, la comida salada que te di aquel día que pediste mi mano. Oh por Dios, pobre de tu padre… ¡y Esme!

—No te preocupes —puso esa sonrisa torcida—. Nos encantó tu comida.

—No te burles —tomé mi cuchara y seguí comiendo para no sacarle la lengua como una niña pequeña.

Al terminar con la sopa Angela entró con una bandeja repleta de queso, pan y fruta, detrás de ella, su madre trajo un poco de cerdo asado. Era una comida como para cuatro personas, pero me creí capaz de terminarlo aún si no compartía con Edward. Cuando Angela y su madre abandonaron el comedor ataqué mi pedazo de carne y creí que era el momento idóneo para hablar.

Pero desistí cuando miré a Edward con los puños cerrados y el rostro sombríamente serio. Sus ojos me miraban con rabia y le tuve miedo de nuevo. Cuando habló lo hizo con voz baja y filosa.

—¿El bastardo de Dywer te puso una mano encima?

—¿Cómo lo sabes? —exclamé horrorizada.

—¡Entonces es cierto! —se levantó y salió del comedor.

Salí corriendo detrás de él.

—¿A dónde vas? —lo tomé del brazo pero no fui capaz de detenerlo.

—A matar a ese hijo de... —siseó, lleno de rabia, pero le detuve.

—¡No! ¡No puedes! —Grité cuando abrió la puerta y me arrastró hacia la lluvia—. ¡Detente Edward!

—¡Ese mal nacido no merece vivir! —se detuvo cuando tropecé con mis propios pies y hubiera caído al suelo de no ser por sus brazos.

—Y tú no te mereces ir a la cárcel por una basura como él.

—No iré a la cárcel —rió sin alegría.

—¡Por favor, Edward! Por… por… por mí, hazlo por mí. ¡Por favor! —supliqué casi al borde de las lágrimas.

Se detuvo debajo de la lluvia, a solo un paso de la calle.

—No debió tocarte —tomó mi rostro entre sus manos y susurró aún enojado, pero más calmado.

Ya no me veía corriendo detrás de él para evitar que lo matara.

—Pero no lograras nada matándolo —quité un mechón mojado de su frente—. Además, no me hizo nada gracias a Angela. Gracias a ti.

—Tienes que ir adentro, te vas a enfermar —me tomó del codo y me jaló hacia la casa pero me resistí, aunque no sirvió de mucho. No tenía la fuerza para soltarme.

—No, no iré adentro hasta que me prometas que no me encerrarás y luego irás a hacerle algo a Philip.

—No voy a prometerte nada —susurró molesto.

—Entonces no entro a la casa —intenté plantarme en el porche y Edward se detuvo.

Me miró divertido, vaya que sí cambiaba fácilmente de humor.

—Bella —habló despacio—, desearía que entraras por tu propio pie y no me obligaras a hacerlo yo mismo.

—No hasta que me prometas que no harás nada absurdo.

—La absurda eres tú al defenderlo —habló molesto de nuevo.

—No lo estoy defendiendo, probablemente nadie más que yo disfrutaría ver cómo le arrancas la cabeza, pero —nunca había sido dada a la agresividad, pero mi padrastro solía ponérmela muy fácil—…no solucionarías nada. Solo irías a la cárcel y le provocarías un dolor irreparable a mi madre.

Pareció pensarlo un momento y yo rogué porque desistiera y no saliera en medio de la noche a asesinar a Philip.

Te lo prometo —dijo entre dientes.

Me tomó nuevamente del brazo y esta vez me deje llevar al interior. La lluvia helada me hizo estremecer, estábamos empapados de pies a cabeza, así que me llevo directamente a la habitación. Al entrar Edward prendió inmediatamente el fuego de la chimenea y yo comencé a buscar ropa seca, esta vez sin que yo pidiera su ayuda él se acerco y comenzó a quitarme el vestido.

—Será mejor que busques algo cómodo —me dijo una vez que terminó con los lazos del corsé y comenzó a bajar cojines y cobijas de la cama, acomodándolas alrededor de la chimenea.

Rápidamente saqué un camisón y me envolví en una bata de seda azul.

—Iré abajo a pedir que te suban algo de comer.

—Yo iré —dije yendo hasta la puerta—. Tú aún estás empapado y podrías enfermarte.

Salí de la habitación no sin antes escuchar su risa burlona. Bajé las escaleras casi corriendo buscando a Angela. La encontré en el comedor, recogiendo la mesa.

—Ahí estás —dije acusándola con el dedo. Solo había una forma en que Edward debió enterarse de lo ocurrido—. ¿Por qué le dijiste a Edward del incidente con mi padrastro?

—Yo no le he dicho nada, señora —sus ojos reflejaban sorpresa por la acusación—. Se lo prometí y lo he cumplido.

—Entonces, ¿cómo se enteró? Nadie más lo sabe, ¿o se lo contaste a tu madre?

—No, se lo juro, nadie más que usted y yo lo sabemos.

Lo medité unos segundos, Edward había explotado de repente, si Angela se lo hubiera dicho, en ese mismo momento hubiera ido tras Philip. Así que le creí a ella, seguro Edward se había enterado de alguna otra forma. Descartada la posibilidad de que Angela fuera la culpable, le pedí que preparara una bandeja con comida como pan, queso, fruta y lo más importante: la bebida.

—¿Tienes vino, whisky o lo que sea que tenga alcohol?

Porque claro que confiaba en Angela, así que Edward y yo íbamos a hablar largo y tendido y quizás, solo borracho le sacaría toda la verdad.

Subí con dos botellas de vino en cada mano y Angela detrás de mí con la comida. Al entrar en la habitación, no había rastro de Edward, así que me acomodé en las cobijas que había dispersado en el suelo y Angela puso delante de mí la comida para luego salir del cuarto.

Segundos después Edward salió del cuarto de baño vestido con una camisa blanca desabotonada y unos pantalones cafés, el cabello aún mojado le daba un aire sensual y desvié la mirada hacia el fuego, jugando con mi cabello para que se secara más pronto.

—Que bien hueles —Edward se sentó a mi lado y hundió su nariz en mi cuello haciéndome estremecer.

—Eres algo voluble, ¿no? —rió entre dientes.

—A veces me es difícil controlar mi mal genio —se recostó en el suelo, con la cabeza en dirección a mis piernas así que su rostro estaba frente al mío—. Debo decir que te ves hermosa con ese color.

—Necesitamos hablar —dije destapando una de las botellas antes que empezara a hablarme bonito y yo cayera como la noche anterior.

Serví un poco de vino en una copa, se la ofrecí y él la tomó, apoyándose en un brazo.

— ¿Haz pensado en lo que pasó anoche?

—Desde que me desperté —me ruboricé violentamente al contestarle.

— ¿Y qué es lo que has pensado sobre eso?

—Creo que te lo he contestado hace unos minutos —llené la otra copa y di un pequeño sorbo, necesitaba fuerzas para decir lo que estaba a punto.

—No comprendo —frunció el ceño confundido.

—Si te hubiera dejado ir a matar a Philip todo habría sido muy fácil: me hubiera desecho de ese hombre, mi madre también y tú estarías en prisión probablemente de por vida —asintió despacio, evaluando mi rostro—. En cambio aquí estoy, dispuesta a… llevar un matrimonio contigo.

Desvié la mirada hacia el fuego y tomé otro trago de vino.

—Me alegra que…

—Con una condición —dije antes de que se alegrara demasiado, Edward sonrió coquetamente.

—¿Más condiciones? Está bien, al final eres tú misma quien las rompe.

—Preferiría que como el caballero que eres, no me recuerdes lo que dije anoche antes de…

—De hacer el amor —terminó él cuando yo no lo hice.

—Como sea, tengo preguntas y quiero respuestas. No evasivas o negativas, solo respuestas.

—Adelante.

—Ayer me dijiste que no había tiempo para cortejarme, ¿por qué?

Guardó silencio por unos segundos que se me hicieron eternos. ¿Estaría muriendo y necesitaba un heredero con urgencia? Tomé otro trago de vino, el corazón comenzó a latirme muy deprisa.

—No creo que sea buena idea decirte…

—No quiero evasivas. Lo que sea, lo entenderé.

—Muy bien —Edward se sentó adoptando un tono serio—. La noche que te conocí no fue la primera vez que te vi. Te había visto de lejos acompañada de tu madre y te habría cortejado esa misma noche, pero antes de que bajaras, escuché a tu padrastro haciendo un trato con el señor Young.

—¿Un trato? —asintió despacio sin despejar sus ojos de los míos. Tomé el resto del vino temiendo lo peor—. ¿Me involucraba a mi?

—Ese bastardo te estaba vendiendo al señor Young —confirmó mis sospechas y exhalé pesadamente el aire que había estado conteniendo. Los ojos me picaron y las lagrimas rápidamente corrieron por mis mejillas, Edward me abrazó y hundí mi rostro en su pecho—. Lo siento, cariño. Ese día después del baile no tuve más remedio que hacer una oferta que ni el señor Young pudiera igualar. No soporté la idea de verte tan hermosa, tan delicada y siendo la esposa de ese hombre.

—Philip es un maldito cobarde —solté la blasfemia en voz alta—. Ese hombre podría ser mi abuelo, además yo no soy nada suyo ¿Cómo se atrevió Philip a ofrecerme como si fuera un caballo?

—Bella, tu padrastro no tiene ni un centavo. Bueno, ahora tiene el que yo le di, pero no dudes de que a estas alturas no le quede mucho, él no ama a tu madre, solo le interesa la pensión que mes con mes recibe desde que tu padre falleció, e incluso se ha gastado una jugosa dote que tu padre te dejo al morir.

—¿Cómo sabes todo eso? —tomé la botella de vino y me llené la copa de nuevo.

—Solo digamos que lo sé —se encogió de hombros—. Y ya, deja de beber.

—No, no, dije que no quería evasivas Edward Cullen —alejé mi copa de su mano que amenazaba con quitármela—. Si quieres que me esfuerce por un matrimonio, tienes que ser honesto conmigo, así que ¿cómo sabes todo eso? Yo no sabía que tenía una dote y tú con solo dos meses sabes todo esto.

—Promete no reírte o bien, salir corriendo —la seriedad de su rostro me asustó.

—Te lo prometo.

Pero no esperé lo que tenía que decirme.

—Puedo leer mentes.

Me tomé el resto del vino. Me sorprendió su confesión, así que lo miré como si intentara tomarme el pelo, pero de pronto recordé a Alice, ella tenía visiones del futuro ¿Por qué Edward no podía leer el pensamiento? Entonces solté una carcajada, comencé a reírme al haber sido tan tonta, le había puesto sal y picante a su comida y él lo había sabido probablemente desde antes de que los platos llegaran a la mesa. Emmett no tenía oportunidad de engañarlo, cómo debió burlarse de él y de mí.

Ay Dios mío.

Había leído todos mis pensamientos, todo lo que a noche anterior había pensado, las sensaciones y lo mucho que lo había deseado. Me ruboricé tratando de no pensar en eso, debía pensar en… ¿conejos?

—¿Qué piensas?, ¿por qué te ríes?

—Creía que podías leerme el pensamiento —fruncí el ceño, confundida.

—Yo creo que se te está subiendo el vino, debes disfrutarlo, no tomártelo de un solo trago.

—Es broma ¿verdad?, ¿no lees el pensamiento?

—Sí lo leo, pero tú eres la única excepción. ¿Cómo crees que supe lo del bastardo de Philip? Angela pensó que te iría peor conmigo por los moretones que vio en tu cuerpo, y después rememoró en su mente la escena del viernes en la noche —me quitó la copa vacía de la mano y distraídamente tomé la que le había dado a él y de la cual no había tomado ni un solo sorbo—. También sé que quieres emborracharme para sacarme la verdad pero la que se está embriagando eres tú.

Tomé otro sorbo para calmar los temblores de mi cuerpo, pero no eran por el frío, eran tantas cosas en solo dos días. Me había casado, me había entregado al hombre que se suponía tenía que odiar, Philip había estado a punto de venderme al señor Young y Edward leía mentes, era por eso que conocía muy bien las intenciones de Philip.

—Bella, por favor. ¿Qué estás pensando? —suplicó, y alzó su mano para tocar mi mejilla, pero se arrepintió antes de siquiera rozarme.

—Pienso que en realidad puede que no haya sido tan malo casarme contigo después de todo —llevé una vez más la copa a mis labios—. Definitivamente me has salvado de una vida espantosa.

Busqué la botella que estaba casi vacía y terminé con el poco vino que quedaba, las lágrimas hicieron de nuevo aparición en mis ojos. ¿Ahora estaba agradecida con Edward después de maldecirlo?

—¿Por qué no puedes leerme el pensamiento?

—¿Por eso lloras? —Edward alzó una ceja.

—No, tengo una mejor —dije recordando un detalle—. ¿Por qué anoche lanzaste el cubrecama manchado al fuego?

Edward sonrió melancólicamente y tragó saliva. Se acercó a mí y tomó mi cuello con una de sus manos. Hundió su nariz de nuevo entre mi cabello y mi clavícula, inhaló con fuerza y depositó un beso justo debajo de mi oreja. Su rostro estuvo de pronto delante del mío, sus ojos adquirieron un tono oscuro, y susurró despacio:

—Soy un vampiro.



Última edición por Cinthia Swan el Vie Oct 07, 2011 7:21 pm, editado 1 vez

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Cinthia Swan

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Neofito
Neofito

Capítulo 8
Sus ojos oscuros me miraban a través del espejo. Mi respiración era lenta pero me moría de los nervios.
Edward se posicionó detrás de mí, tomó mi cintura entre sus manos frías. Me estremecí con sus caricias heladas, sus manos subieron a mis pechos. Abrí la boca pero no emití ningún sonido, mis ojos seguían pegados a los suyos en el espejo. Llevó una mano a mi cabello y lo quitó de mi cuello, hundió su nariz y aspiró profundamente.
Hueles demasiado bien —su voz aterciopelada estaba cargada de deseo. Pasó su lengua por debajo de mi oreja, mordió el lóbulo, y yo recosté la cabeza contra su hombro—. Y tu sabor debe ser condenadamente delicioso.
Me hizo darme la media vuelta y quedé frente a él, me besó de manera posesiva, ardiente, deseosa, y le di acceso a su lengua fría que suplicaba fundirse en mi calor. Hundí mis manos en su cabello, acercándolo más a mí. Lo necesitaba más cerca, quería que cada centímetro de su cuerpo se pegara al mío. Edward apretaba mi cintura, mi espalda, mi trasero contra él, sus manos estaban en todos lados.
Sus labios abandonaron mi boca, bajando hasta mi cuello. Sentí de nuevo su lengua fría, sus labios trazaban besos por todo mi cuello. Abrí los ojos asustada, un grito salió de mi boca cuando hundió sus afilados dientes en mi cuello.
Me senté sobre la cama con la respiración agitada, la cabeza me daba vueltas y punzaba demasiado, la apreté con ambas manos esperando que el dolor desapareciera.
—Buenos días —Edward recostado sobre uno de sus brazos —. ¿Pesadillas?
—Algo así —lo miré detenidamente. Sus ojos no eran oscuros, eran dorados como siempre. Puse una mano sobre la suya, estaba cálida tal como lo recordaba, todo había sido solo un sueño—. Mi cabeza está a punto de estallarme.
—Es lógico, bebiste demasiado —su voz era un susurro y agradecí que no me gritara. Beber de esa manera no era propio de una dama, pero todo lo que habíamos platicado la noche anterior, al menos lo que recordaba, necesitaba una buena dosis de alcohol.
— ¿Cómo te sientes? —Se sentó a mi lado acariciando mi cabello—. No me refiero a la resaca, sino a lo que hablamos anoche.
No sabía exactamente cómo responder a eso. Me sentía de muchas maneras, pero quizás después de todo había una con la cual me sentía mucho mejor.
—Aliviada —susurré, perdiéndome en sus ojos—. Te odié, aunque no sé si es la palabra correcta, pero lo hice desde que Philip me dijo que me habías comprado, y ahora estoy… muy agradecida, aunque tampoco sé si sea la palabra correcta…
Edward se rió y me abrazó. Recosté mi cabeza sobre su hombro desnudo y cerré los ojos, esperando que el dolor de cabeza pasara y, sobre todo, que el nudo de sentimientos que tenía en el estómago se disipara.
—Y sobre lo demás, ¿qué piensas? —su aliento chocó contra mi pelo.
¿Había más? Intenté recordar la tarde anterior, pero solo eran nubes borrosas. Forcé mi memoria intentando recordar algo más, pero parecía que todo lo que había en mis pensamientos eran el señor Young y Philip Dwyer. Entre las nubes salió un rayito de sol, una frase que recordé con toda claridad:
—Puedo leer mentes.
—Oh, lees mentes —levanté la cabeza para mirarlo a los ojos, Edward asintió lentamente como esperando que yo dijera algo más—. Bueno, supongo que está bien, es decir, Alice…
Me callé no queriendo revelar su secreto, pero para Edward no había secretos si leía la mente.
—Alice ve el futuro, lo sé, pero… ¿es todo lo que recuerdas?
—Sí, ¿hay algo más?
—No —susurró decepcionado. Me sonrojé pensando en las cosas indecentes que pude haber dicho o hecho estando borracha. Bajé la mirada y me miré completamente cubierta con el camisón.
—Entonces, ¿cómo funciona lo de leer mentes?, ¿desde cuándo lo haces?, ¿por qué no puedes leer la mía?
—No lo sé —se encogió de hombros—, lo hago desde que tengo memoria y cuando escucho sus "voces" son idénticas a las empleadas cuando las personas hablan. He tenido que controlarme para no contestar a sus pensamientos.
—Debe ser difícil —musité.
—No tanto, ya me he acostumbrado, lo difícil es no leer tu mente, no saber que piensas en este momento.
—Bueno —me encogí de hombros—. Debes saber que no saldré corriendo, ni te considero raro. Tengo bastante experiencia con este tipo de cosas. Alice, como sabes, ve el futuro y Rosalie, bueno, ella tiene la habilidad de hablar de cosas que no debe y lo hace tan naturalmente que debe ser algún tipo de don.
Edward sonrió divertido.
Gemí de alegría cuando miré por la ventana la luz dorada que se filtraba, era uno de esos pocos días soleados. Me levanté de inmediato y abrí las cortinas dejando que el calor me bañara por completo. Las calles aún estaban húmedas, pero el cielo estaba casi despejado, solo unas cuantas nubes surcaban el cielo, pero nada que indicara que el sol se fuera a ocultar pronto.
—Edward, ¿crees que podríamos…? —me di la vuelta pero él no estaba ahí. La cama estaba vacía, el cuarto estaba precioso iluminado con la luz del sol—. ¿Edward?
Edward salió del cuarto de baño y se mantuvo firmemente bajo el marco de la puerta.
—Te decía que hace un día precioso, quizás podríamos… salir y dar un paseo —bajé la voz conforme me di cuenta de que estaba diferente.
Parecía asustado, confundido, quizás molesto, pero ¿por qué?
—No creo que podamos —susurró por fin después de un momento que me pareció eterno—. Necesito hacer unas cuentas, mi padre me lo ha pedido y ya lo he retrasado demasiado.
—Oh, bien —dije, mordiéndome el labio en señal de decepción.
—Pero tú puedes ir si quieres, ya lo haremos otro día —prometió, pero la decepción no me abandonó. No habría muchos días soleados con el verano a punto de terminar.
—Sí, creo que visitaré a Alice, aún tiene muchas cosas que hacer con la boda —y quizás en esta podría participar un poco.
—Me parece bien —dijo, aún inmóvil en la puerta.
—Perfecto —respondí sin saber qué más decir.
/*/
Un par de horas más tarde me encontraba ya lista para visitar a Alice, le pregunté a Angela por Edward y me informó que estaba en el despacho. Aproveché para recorrer la casa y me encontré con la sala, con una enorme biblioteca, con el salón de baile y finalmente al final de un largo pasillo, había una puerta totalmente cerrada.
Toqué y esperé por la voz de Edward. Al entrar me encontré con la habitación casi en penumbras, a excepción de una lámpara de gas que iluminaba apenas el escritorio. Edward estaba detrás de este sentado en una silla y haciendo unos apuntes en un inmenso libro.
—No quiero sonar como tu madre, pero con esa poca luz no alcanzas a ver bien —una sonrisa socarrona cruzó por sus labios—. ¿Por qué no abres las cortinas?
—Me duele la cabeza —se levantó y me tomó de la mano antes de que abriera las espesas cortinas—. ¿Ya te vas?
—Sí, venía a decirte que iremos caminando, el día esta precioso para desperdiciarlo yendo en coche.
Se quedó en silencio, mirándome fijamente. Sus ojos dorados me ponían nerviosa, sobre todo cuando me miraban con esa pasión.
— ¿Escuchaste algo de lo que dije?
—Siempre te escucho, pero estaba pensando que ayer no te besé para nada… —se acercó lentamente a mí—. Y no sé porque no lo hice.
Puso sus labios tiernamente sobre los míos, y acepté de buena manera las caricias de sus besos. Puse mis manos sobre su pecho duro y él tomó mi cintura con una mano y la otra la hundió en mi cabello.
—Hueles delicioso —murmuró contra la piel de mi cuello.
—Acabo de bañarme —respondí quedamente, Edward sonrió.
—Tu siempre hueles muy bien —atacó mi boca de nuevo, esta vez con mas pasión que la vez anterior, y de inmediato abrí mi boca para aceptar que su dulce lengua jugara con la mía.
Sus besos eran algo que cada vez me gustaba más. Gemí despacio cuando acarició mis senos por encima de la ropa.
—Me encantaría hacerte el amor ahora mismo —susurró contra mi cuello, bajando peligrosamente por mí escote.
— ¿Y por qué no lo haces? —estaba totalmente embriagada en su aroma tan dulce y masculino al mismo tiempo.
—Porque tardaría una hora en quitarte todas las ropas que llevas encima, ¿o acaso quieres ir a visitar a Alice despeinada, sudada y agitada?
—No —dije en un susurro apenas audible, pero podía visitarla otro día, aunque eso no lo dije en voz alta.
Edward se separó de mí.
—Entonces será mejor que te vayas antes de que te arranque la ropa y te suba en el escritorio —abrí la boca pero no dije nada, la volví a cerrar completamente sonrojada.
—El escritorio no es precisamente…
Edward se acercó de nuevo a mí y acarició mi brazo desnudo.
—Oh cariño, te enseñaré que la cama no es el único lugar donde podemos hacer el amor. Está el escritorio —me tomó de la cintura y me sentó en el escritorio, depositó un beso en mis labios, cada vez más atrevido con cada palabra—. La sala… el comedor… los establos… la cocina…
—Tengo que irme —me aparté de él y bajé del escritorio antes de que mi cuerpo comenzara a arder literalmente.
La sangre ya me hervía lo suficiente con su mirada y sus besos para todavía escucharlo hablar así.
—Bien, te veré más tarde —tenía en la cara esa sonrisa torcida que me hacía hiperventilar.
—Hasta luego —caminé hasta la puerta pero al tomar la manija me regresé y deposité un suave beso en los labios de Edward, tomándolo por sorpresa. Y salí a toda prisa del despacho.
/*/
— ¿Desayunó mi marido? —le pregunte a Angela cuando estábamos a un par de bloques de la casa de los Brandon.
—No, señorita, desde que bajó se encerró en su despacho y no salió para nada.
—Dime Angela —me detuve en medio de la plaza—. ¿Cómo era convivir con los Cullen cuando trabajabas para ellos?
—Bueno, señora, como ya le había dicho una vez era muy fácil. Había poco qué hacer en el día, la mayor parte mi madre y yo la pasábamos limpiando. El joven Edward casi no estaba y los señores Cullen rara vez comían en casa —comenzamos a caminar de nuevo—. Para ser señores de la alta sociedad son bastante amables. Ellos mismos hacían su cama e incluso no sé si la señora Esme no confiaba en mí pero nunca la ayudé a vestirse.
Tomé nota mental de cada una de las explicaciones de Angela. No creía que Esme desconfiara de ella, de haber sido así, simplemente no la habría contratado, tenía que haber otra explicación.
Mi sueño no dejaba de darme vueltas en la cabeza. Para haber sido un sueño, sus manos frías las había sentido muy reales, tal como las había sentido las primeras veces que me había tocado.
Cuando llegamos a casa de Alice el mayordomo me hizo pasar a la pequeña sala y Angela fue hasta la cocina. Una de las chicas me trajo un poco de té y galletas. Mientras esperaba a mi amiga estaba tan sumida en mis pensamientos que el gritito de Alice al entrar a la sala me hizo saltar del sofá.
—Por fin puedo verte —se acercó casi corriendo y me abrazó—. ¿Cómo te va la vida de casada?
—Bien —me sonrojé—. Es diferente.
—Ya lo creo, y más porque tu matrimonio es un tanto especial. Dime, ¿no te asustaste?
Vaya, empezaba a parecerse a Rosalie con sus preguntas tan directas.
—Un poco —confesé tomando un poco de té.
—Siento mucho que no puedan mantener este secreto al menos conmigo, pero debes saber que yo no diré nada.
Entrecerré los ojos, confundida. Abrí la boca pero no dije nada así que la volví a cerrar.
—Realmente pensé que saldrías corriendo, así que cuéntame, ¿qué le dijiste después de saberlo?
—Oh —lo comprendí, seguramente en sus visiones había visto lo de leer mentes—. Bueno, supongo que no es tan malo. Tú ves el futuro y puedo vivir con ello, ¿no es así?
—Claro que sí, pero yo no soy una especie de ser inmortal o algo así, ¿bebió de tu sangre? ¿Le late el corazón? Se supone que están muertos en vida, siempre he tenido esa duda si el corazón les late o no.
Abrí los ojos totalmente sorprendida, ¿se refería ella a mi sueño? Si era así, ¿cómo lo sabía?
—Debe ser algún tipo de fantasía esa del vampiro entrando en medio de la noche por tu ventana para beber tu sangre, ¿no?
— ¿De qué estás hablando? —mi voz era apenas un susurro asustado.
Alice se levantó desde el sofá enfrente de mí y se sentó a mi lado.
—Ya te dije que no se lo diré a nadie, pero si no quieres hablar de eso está bien. Supongo que debe ser aún algo que no asimilas del todo, no sé cómo me sentiría yo si Jasper me dijera que es un vampiro. Se supone que esos seres no existen, pero tantas historias tenían que tener una base.
Vampiro.
Jadeé cuando la voz de Edward retumbó en mi cabeza, un recuerdo reprimido de la noche anterior me hizo estremecer. No había sido un sueño, al menos no del todo. Me llevé las manos al cuello, no tenía ninguna marca, me había revisado muy bien frente al espejo después de bañarme. Esa imagen donde Edward me mordía sí era un sueño, pero desencadenado por sus palabras reales:
Soy un vampiro.
— ¿Bella, estás bien? —La preocupación inundaba el rostro de Alice—. Lo sabías, ¿no?
—Sí… no…
Lo sabía pero no lo recordaba.
—Tengo que irme —me levanté dejando la taza de té rápidamente.
Tomé la falda de mi vestido y salí casi corriendo.
—Espera, déjame llamar a Angela…
Pero no la escuché. No necesitaba esperar a nadie, quería llegar a casa, necesitaba verlo, tenía que darme explicaciones, decirme que todo era una broma o bien decirme toda la verdad.
Corrí por la calle sin importarme las miradas de las personas que reprobaban mi comportamiento. No me importaba lo que pudieran decir de una dama sola y que iba corriendo con las enaguas apretadas en sus manos. Solo quería ver a Edward.
El corazón me latía con fuerza y no a causa de la carrera. Tampoco sentía miedo, era expectación por lo que podía pasar cuando el sol brillaba en lo alto del cielo, eso se suponía lastimaba a los vampiros. No, no los lastimaba, los mataba. Obligué a mis pies correr más deprisa, por eso Edward se había mantenido fuera de la luz del sol.
Cuando llegué a la entrada de la casa sentía el sudor corriendo por mi espalda. Mi cara estaba roja y caliente. Entré y rápidamente comencé a dar vueltas por las habitaciones de la planta baja.
Edward no estaba.
Corrí escaleras arriba directamente a nuestra habitación, sentí el corazón a punto de salirse de mi pecho cuando tomé la manija de la puerta y la abrí sin siquiera molestarme en tocar. Edward estaba ahí recostado sobre la cama, el sol ya no entraba por la ventana, Edward se levantó abruptamente cuando me vio entrar.
—Bella, pensé que estarías con Alice —se puso de pie y rodeó la cama hasta ponerse frente a mí—. ¿Pasó algo?, ¿te encontraste con Dywer?
En ese momento mi padrastro era la menor de mis preocupaciones. Mis pies temblorosos avanzaron unos pasos hasta quedar solo a unos centímetros de distancia.
—Bella, ¿qué te pasa? —su voz era más ansiosa.
Ahuequé su mejilla en mi mano. Su piel estaba cálida, sus ojos me miraban con preocupación y recordé como la noche anterior se habían vuelto negros. Puse mis manos sobre sus hombros, acaricié sus brazos, tenía la camisa arremangada y los músculos de sus brazos eran duros, pero su piel era suave. Tomé los botones de su camisa, temblorosa, abrí los dos primeros y puse mi mano sobre su pecho, ahí donde estaba su corazón, pero no hubo nada. El latido que yo esperaba encontrar no estaba.
— ¿Qué eres? —pregunté en un susurro que apenas yo escuché.
—Tú ya lo sabes —contestó después de unos largos segundos.
Lo único que movió fueron sus labios para hacerlo pero estaba completamente inmóvil, su rostro era serio y me miraba con los ojos muy abiertos.
—Vampiro —murmuré y Edward asintió despacio. Sus ojos de un dorado sólido, duros y preocupados, no se apartaban de los míos. Mi mano aún seguía pegada a su pecho. No podía moverme, mi respiración se acercó a la hiperventilación mientras intentaba asimilar todo.
— ¿Qué estás pensando? —preguntó con cautela.
— ¿Cómo…? Es que… no… —tartamudeé, incapaz de formular una frase coherente—. ¡Nos casamos!
Edward asintió confuso y algo dolido, como si el hecho de que él fuera un ser sobrenatural fuera para mí peor que haberme comprado.
—En una iglesia —continúe—. ¿No debió eso… derretirte o algo así? Las cruces, el agua bendita…
—Bella —interrumpió mi parloteo— ¿Eso es lo que estás pensando?, ¿qué hay de que yo sea un monstruo, algo que no debería existir?, ¿no te preocupa que sea un asesino?, ¿que beba sangre?
—En realidad no —me encogí de hombros—. Es… bueno, no importa porque un monstruo no eres. No podrías serlo si te has preocupado así por mí. Además, ¿un asesino? No lo veo así porque tienes que alimentarte, es eso o morir tú de hambre.
Sus ojos me miraban incrédulos, seguramente pensaba que cuando recordara su confesión saldría corriendo a refugiarme con mi madre y que no volvería a verlo nunca más, pero no me asustaba. No ahora, él no, me daba miedo lo que el sol, las cruces, el agua bendita pudiera hacerle.
— ¡Eres completamente ridícula! —explotó y desapareció de mi lado. La puerta se cerró en un sonoro golpe, el candelabro que colgaba sobre mi cabeza se encendió iluminando la habitación—. De todas las cosas que deben preocuparte, ¿tú te preocupas por mí?
— ¿Yo soy ridícula?, ¿para qué me lo confesaste anoche si te vas a comportar así?, ¿qué esperabas?, ¿qué tomara un crucifijo y te lo clavara en el corazón?
La risa estridente de Edward llenó la habitación. Me miró desde el otro lado junto a la ventana, con los ojos ligeramente divertidos.
—Bella, ¿qué crees que pasaría si esta mañana me hubiera dado la luz del sol?
— ¿Te haces polvo? —eso había leído en los múltiples relatos de terror que salían en los diarios.
—Un mito —susurró.
—Supongo que eso de las cruces también, sino ¿cómo entraste a la iglesia?
—Otro mito de fanáticos religiosos —repitió, divertido.
—Agua bendita, ajos, estacas, dormir en ataúdes…
—Más mitos.
—Beber sangre —dije lentamente.
Edward no dijo nada. Bien, eso no era un mito.
—Necesito explicaciones, ¿cuántos años tienes?
—Muchos —susurró, sentándose en el suelo debajo de la ventana.
—Quizás… ¿mil?
Se carcajeó de nuevo.
—No tantos… aún.
Guardé silencio y me senté en una de las sillas frente al escritorio, intentando asimilar lo que pasaba a mí alrededor. Quería comprender cómo era que había terminado casada con un vampiro. Uno que, dicho sea de paso, no era nada parecido a lo que yo había leído.
—Di algo por favor, ¿tienes miedo?
—Necesito respuestas —contesté de inmediato.
—Por supuesto —puso los ojos en blanco.
— ¿Por qué no te afecta el sol?, ¿cuántos años tienes en realidad?, ¿Esme y Carlisle también son vampiros?, ¿leen la mente como tú?, ¿por qué me lo dijiste?, ¿y por qué cuándo no lo recordé no me lo dijiste?
—Son muchas preguntas —se apretó el puente de la nariz y cerró los ojos.
Me acerqué despacio, todo estaba en silencio. Parecía que solo estábamos él y yo, y el único sonido era el frufrú de mi vestido. Abrió los ojos y me senté junto a él, tomé su mano.
—Y tengo muchas más, pero también tenemos mucho tiempo. Edward —le miré a los ojos—, sabes que no iré a ningún lado.
Así supe que era cierto, que sin importar lo que Edward fuera yo quería estar con él; que en solo tres días había logrado deslumbrarme como ningún otro hombre lo había hecho, y lo más importante: supe que definitivamente me faltaba un tornillo.

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11♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Empty Re: ♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Vie Oct 07, 2011 7:22 pm

Cinthia Swan

Cinthia Swan
Neofito
Neofito

Capítulo 9
—Quiero saber —le dije por enésima vez.
No había contestado seriamente ninguna de mis preguntas. Al contrario, me había dado evasivas y me tenía sentada frente a la chimenea con un enorme plato de comida.
—Come —acercó el plato con el pollo relleno—. Si no comes, no hablo.
Hundí el cuchillo agresivamente en el pollo. Parecía una niña pequeña haciendo berrinche porque quería pasar al postre directamente. Corté un pedazo pequeño y lo llevé a mi boca, tragué con dificultad, tenía el estómago lleno de miles de sensaciones totalmente diferentes. No había espacio para la comida, aún cuando mi estómago parecía decir lo contrario. Mientras estaba con Edward, pensando en los cientos de preguntas que quería hacerle, mi estomago gruñó y Edward me obligó a comer. Pasé el bocado y solté la primera pregunta:
—¿Carlisle y Esme son vampiros también? —corté otro pedazo de pollo y mastiqué mientras Edward contestaba.
—Sí, lo son.
¿Era todo? Yo necesitaba detalles.
—¿Son tus verdaderos padres?
—No, Carlisle me adoptó.
—Entonces, ¿naciste siendo vampiro?
—No.
— ¡Edward! —Solté los cubiertos sobre la mesita—. Esas no son respuestas.
—¿Ah, no? —sonrió divertido.
—Eso no es gracioso, necesito que me digas la verdad.
—No te he mentido.
—Bien —entrecerré los ojos y probé otro bocado, mastiqué lentamente e hice mi pregunta especifica—. ¿Cómo te transformaste en vampiro?
Edward no respondió de inmediato, me miró fijamente mientras yo seguía comiendo.
—Carlisle me transformó.
—¿Cómo?
—Mordiéndome.
—¿Solo así? Es decir, si tú me muerdes ahora, ¿me transformo y ya?
Se quedó mudo y sonreí para mis adentros, dos podían jugar a este juego.
—No es así de fácil.
—Explícamelo.
—Después.
—¿Por qué?
—Siguiente pregunta.
—Edward…
—Siguiente…
—¿Cuándo naciste?
—Veinte de julio de mil setecientos uno —mi boca formó una "O", según mis rápidos cálculos mentales tendría unos ciento cuarenta años.
Me seguía mirando fijamente, como esperando por una reacción demasiado exagerada de mí parte, pero no habría tal.
—¿Por qué no puedes leerme la mente?
—No lo sé —contestó frustrado, y supe que era verdad, que no estaba intentando ocultarme nada—. He pasado entre los míos y los humanos más de cien años y jamás me había encontrado con alguien como tú. He querido que este "don" desaparezca, y justo cuando te conocí y pensé que me sería de utilidad…
—Soy una muda mental —concluí su frase, Edward sonrió.
—Así es, quiero saber qué piensas en este momento. Quiero saber qué pensaste cuando me conociste, cuando te hice el amor, qué está pasando por tu cabeza ahora que sabes lo que soy.
—Lo sabrás si dejas de hablar y me permites seguir con mi interrogatorio.
—Adelante —sonrió de lado.
—Cuando te conocí estabas frío, helado, ¿por qué ahora no?
—La sangre —aguardó de nuevo esperando que yo reaccionara, pero no me perturbé, era obvio que bebía sangre. ¿Por qué molestarme en salir asustada?—. Como habrás notado, el corazón no me late, estoy muerto en vida, pero cuando me alimento…
Guardó silencio de nuevo y yo seguí prestándole atención mientras intentaba terminar con el plato de comida. Me sentía ridícula, como si estuviera castigada frente a mi papá comiendo verduras, pero no dije nada, esperando que él continuara.
—Cuando me alimento hay sangre de nuevo en mi cuerpo. El efecto no dura mucho, pero parezco un poco más humano.
—Eso es verdad, cuando te conocí eras aterrador, tu mirada era… y ahora es… —me mordí el labio y tomé un último bocado antes de decirle que me estaba gustando más de lo que yo quería.
—¿Ahora puedo preguntar yo? —Edward tomó mi mano y se acercó más a mí.
—No, de ninguna manera, no he terminado —llevé otro trozo de comida a la boca y mastiqué con lentitud, pensando en cada uno de los detalles de Edward, cada cosa que me había parecido extraña.
Edward bufó cuando sorbí un poco de vino y volví a llevarme otro trozo de pollo a la boca.
—Me frustro fácilmente.
—Así nos sentimos todos los que no leemos el pensamiento —me encogí de hombros, sorprendiéndome de lo fácil que podía hablar de todo aquello—. Bien, si eres un vampiro que bebe sangre para vivir, ¿por qué te molesta? En el compromiso de Alice cuando me corté me rechazaste. Espero que haya sido por eso y no porque preferías bailar con Lauren Mallory.
—No estuve más feliz que cuando te acercaste a bailar conmigo —sonrió de lado y me quedé como tonta mirándolo— Pero tu aroma, tu sangre es…
Se quedó en silencio y tragó con dificultad.
—Bella, mi familia no bebe sangre humana —detuve el tenedor que llevaba a mi boca y lo miré fijamente.
—Entonces, ¿cómo…?
—Sangre animal.
—Oh —claro, los animales también tenían sangre—. ¿Pero por qué?
—Carlisle lo ha hecho desde que se transformó —quise preguntarle cuándo fue eso, pero continuó demasiado rápido—. Cuando me transformó a mí adopté esa forma de vida aunque también he bebido sangre humana. Tuve una época de rebeldía, pero hace muchas décadas que no pruebo la sangre humana.
—¿No es igual?
—No, la sangre animal no es nada comparada con la sangre humana, y la tuya es… —gruñó despacio, apenas pude notarlo y cambié de tema.
—Entonces, Esme y Carlisle no pueden tener hijos, ¿por eso te transformaron?
—No.
—¿No qué? Edward, tienes que ser mas especifico, no me voy a asustar —alejé el plato y sorbí otro trago de vino.
—No me transformaron por eso, yo estaba muriendo y Carlisle me encontró agonizando, los vampiros... —se calló, meditando lo que estaba por decirme—. Bella, no podemos tener hijos.
—¿No? —negó con la cabeza, me quedé mirando el fuego que ardía en la chimenea. Bueno, eso era nuevo. Nunca me había detenido a pensar en niños, mi madre era quién soñaba con diez nietos que corrieran por su casa.
—Por eso, mi plan era dejarte —Edward musitó.
Confundida dejé la copa en la mesita y lo miré fijamente.
—¿Dejarme? —Edward asintió a mi pregunta y sentí pánico, no solo de volver a mí casa con mi padrastro, o de lo que diría la gente de una mujer divorciada -y realmente dudaba que Edward me expusiera a ese tipo de burlas-. Él pánico era que él desapareciera, en tan poco tiempo me había acostumbrado a su compañía, su sonrisa torcida y esos ojos hipnotizantes. Intenté que la voz no se me quebrara cuando continué—. ¿Cuándo?, ¿por qué?
—Cuando supe del trato entre Young y Dywer y te conocí, sentí el instinto de protegerte. Cuando le hice la oferta a tu padrastro y aceptó, tracé un plan: te salvaría de una vida al lado de un tipo tan asqueroso como Young y peor aún, de Dwyer. Iba a casarme contigo, vivir aquí un año y después fingir mi muerte. Tú quedarías viuda, con una buena pensión económica, esta casa y la del bosque. No necesitarías regresar con tu padrastro, joven y hermosa no tardarías en encontrar un hombre bueno que te amara y al que tú amaras, que te hiciera feliz y te diera hijos. Todo lo que yo no puedo darte.
—No puedes hacer eso —me puse de pie tan rápido que mi falda tumbó la silla detrás de mí—. No quiero que hagas eso, no tienes ningún derecho a venir y voltear mi vida de cabeza y luego desaparecer.
—Bella, debes entender…
—¡Sí! ¡Que soy tu obra de caridad de este año! —le grité, y abrió los ojos sorprendido, pero…
—¿Mi obra de caridad? —su tono era burlón y furioso—. No tienes idea de lo que eres para mí.
—Pues dímelo porque me tienes confundida, ¿para qué me dijiste todo esto? Si tu plan es desaparecer simplemente lo hubieras hecho. No tenías derecho a contármelo todo, a que yo me sintiera bien, protegida a tu lado y te tomara aprecio para que después te vayas y ayudes a otra….
—Basta, Isabella —gruñó y se puso de pie arrinconándome entre la pared y su cuerpo—. Te dije que mi plan era dejarte, pero después de tenerte en mis brazos estas noches, de sentir tu calor, de conocer lo terca y testaruda que eres, de probar el dulce sabor de tus labios, ¿cómo podría dejarte?
—Pues no quiero que te vayas —los ojos me picaron con las lágrimas que luchaban por salir, pero no dejé que eso pasara. No quería ser de esas mujeres chantajistas que lloran y consiguen lo que quieren—. No me importa que seas vampiro, que bebas sangre, que no puedas darme hijos.
—No sabes lo que dices —presionó su frente contra la mía y su aliento dulce me embriagó ¿Cómo sabia él lo que yo quería? Pero antes de protestar, continuó—. Me quedaré contigo todo el tiempo que tú quieras.
—Bien —asentí, y recosté mi rostro en su pecho, cerré los ojos. La cabeza comenzaba a dolerme, era demasiado en tan poco tiempo. Alcé la vista y me perdí en sus ojos, en sus labios entreabiertos que exigían los míos. Me alcé sobre la punta de mis pies y alcancé su boca. Edward respondió el beso, pero no lo sentí entregado y cariñoso como esa mañana cuando me había despedido de él.
—Deberías dormir un poco —se separó gentilmente de mí—. Iré por Ángela para que te ayude.
Salió del cuarto y me sentí ansiosa de inmediato, pero no lo creí capaz de salir corriendo por la puerta, pero ¿por qué había ido por Angela? Si él mismo me había ayudado a desvestirme. ¿Y si solo se quedaba porque yo se lo había pedido?, ¿y si no era su deseo quedarse conmigo?, ¿y si era un caballero y por eso había accedido a quedarse? Las lágrimas que había estado conteniendo salieron en un sollozo escandaloso que me obligué a callar.
Angela entró unos segundos después y comenzó a buscar mi ropa de cama. Sequé mis lágrimas y me di la media vuelta.
—¿Se siente bien, señora? —comenzó a desatar el corsé.
Yo no había dicho ni una palabra.
—Sí —mentí, y ninguna de las dos dijo nada más.
Después de ayudarme con el vestido, me acomodé entre las sábanas. Edward entró después de que Angela saliera y comenzó a desnudarse. Estaba frente a la cama, de espaldas a mí. La luz proveniente de la chimenea marcaba deliciosamente los músculos de su espalda. Bajó sus pantalones y los lanzó sobre mis ropas en uno de los sillones, quedando semidesnudo, solo en sus calzas blancas que le marcaban sus piernas masculinas. Cuando dio la media vuelta vi el bulto de su virilidad, me volteé cuando sentí un ardor que bajaba por mi estómago para quedarse entre mis piernas. Me concentré en la pared, intentando encontrarle algo interesante, pero fue en vano, su cuerpo desnudo poseyéndome como lo había hecho era todo lo que había en mi cabeza. Imágenes de él entre mis piernas, llevándome al mismísimo cielo.
Me retorcí debajo de las sabanas, intentando aliviar la tensión que sentía en mi intimidad, pero el roce de mis piernas juntas solo lo incrementó. ¿Qué hacía? No podía decirle que lo deseaba, quedaría como una ramera. Las damas no se ofrecían, pero deseaba que se desnudara, subiera sobre mí y...
Edward gruñó.
—Deja de pensar en eso.
—¿Cómo...?
No terminé de formular la pregunta. La vergüenza me cubrió por completo y quise desaparecer debajo de las sabanas.
—Pensé que no podías leerme el pensamiento.
Edward se dio la vuelta, sus ojos estaban llenos de deseo, su respiración era agitada.
—No puedo...—dijo situándose frente a la cama—. Pero puedo olerte.
Recorrió mi cuerpo con esa mirada ansiosa. Tragué saliva y me sonrojé aun más al entender a que se refería con que podía olerme.
—Lo siento —susurré.
—No lo hagas —subió a la cama y gateó hasta ponerse sobre mí—. Y tampoco te avergüences. Yo también te deseo, pero no lo he intentado porque no quiero asustarte.
—No estoy asustada —tomé su rostro entre mis manos—. Es solo que las mujeres no...
Edward puso un dedo sobre mis labios.
—En mi cama no tienes restricciones —llevó sus labios a mi cuello para darme besos húmedos y tiernos—. Si quieres que te haga el amor, dímelo.
—Pero soy una dama y las damas no... —protesté, pero calló mis labios con los suyos. Hundió su lengua en mi boca y su mano jugó con mi pecho, que inmediatamente sentí endurecerse con su toque.
—Eres una dama, pero en mi cama no quiero que lo seas —apretó mi pezón entre sus dedos y yo ahogué un gemido—. A esto me refiero, quiero escucharte gemir, gritar. Quiero que te muevas contra mí si eso alivia tu excitación.
Dejó caer su cuerpo despacio sobre el mío y me retorcí debajo de su dura virilidad.
—No puedo gritar —susurré—. Los Weber...
—Los Weber están en la cabaña de criados, no te van a escuchar.
No estaba muy segura de eso, ¿y si gritaba demasiado y me escuchaban incluso allá afuera?
Edward se encargó con sus labios de que mi mente se concentrara solo en él: me besó con ternura, deslizando un brazo entre los almohadones y mi espalda. Acercándome a él, me arrastró hasta el borde de la cama, sin despejar sus labios de los míos. Le di acceso a mi lengua, apreté sus hombros desnudos con mis manos, no era mucha la presión sobre su piel dura y probablemente apenas sentía mis dedos. Levantó mi camisón, acariciando mis piernas en el camino, me levantó de la cama para terminar de deslizarlo fuera de mi cuerpo, lo aventó a lo lejos, no vi donde cayó. Esta vez no me importó si ardía en la chimenea o había salido volando por la ventana, lo único que importaba era sus ojos sobre mí, su mirada peligrosa y exigente recorría mi cuerpo casi desnudo. Un delicioso escalofrió recorrió mi espalda cuando su mirada se detuvo en las calzas y si no supiera que era un vampiro con poderes sobrenaturales, hubiera jurado que las bajó solo con mirarlas. Me levantó obligándome a rodearlo con las piernas, sentí su dureza en mi intimidad y solté un gemido. Odié que él aún tuviera puestas sus calzas, quería sentirlo, piel con piel.
Besó mi boca esta vez con más determinación y me sentó en el borde de la cama. Llevó sus labios a mis senos, lamió y succionó uno de mis pezones. Arqueé la espalda y hundí mis manos en su cabello, dedicó la misma atención a mi otro pecho.
—Tu sabor es delicioso —susurró mientras besaba mi estómago, y seguía bajando peligrosamente con su dulce boca.
Besó el interior de mis muslos y sentí sus dientes morder despacio, cuando su boca se apoderó de mi intimidad, grité escandalizada.
—¡No! ¡No debes!
—Claro que debo —su aliento cálido chocando contra mi intimidad nublaba mis pensamientos. Hundió su lengua de nuevo e intenté cerrar las piernas.
Eso era muy, muy, muy... ¿delicioso? ¡No! Indecente.
—Edward —susurré casi sin aliento—. Esto está mal.
Me miró a los ojos, su mirada era condenadamente sensual. Mi respiración se agitó más solo con verlo.
—Pero, ¿se siente bien? — volvió a pasar su lengua y me retorcí, gimiendo, susurrando o gritando apenas un "sí"—. Entonces si se siente bien, no puede estar mal.
Y me atacó de nuevo con sus labios y su lengua, me estaba volviendo loca con ese gesto tan obsceno y lo estaba disfrutando. No sabía cómo era que le permitía hacerme esas cosas, quizás porque sus movimientos me tenían en el mismísimo cielo. La otra noche apenas le había permitido usar sus dedos y ahora su boca, y como si pudiera leerme el pensamiento, metió dos dedos sin dejar de usar su lengua.
Me recosté totalmente en la cama y hundí mis dedos en su cabello. Me retorcí debajo de él y comencé a gemir y susurrar su nombre. Sus movimientos fueron cada vez más rápidos pero igual de tiernos, sentí que empezaba a alcanzar el éxtasis cuando disminuyó la velocidad de sus manos y retiró su lengua. Jadeé en protesta.
—Edward —su nombre me salió con reproche.
—Enseguida, amor —no pasé por alto la mención de la palabra amor y lo miré fijamente. Claro, era muy diferente un apelativo a decir propiamente "te amo", me sentó de nuevo en la cama y besó mis labios—. He esperado más de cien años por tenerte en mis brazos, ahora quiero disfrutar cada centímetro de tu piel.
Me puso de pie y acarició mi espalda desnuda mientras besaba mis hombros. Yo acaricié su cintura y bajé de una vez las calzas. Edward gimió cuando me apreté contra su cuerpo desnudo, me tomó entre sus brazos y me subió sobre él en la cama. Lo rodeé con las piernas, me besó dulcemente la boca, pero cuando llevó mis caderas hasta su miembro, lo frené, puse una mano en su pecho y la otra la llevé hasta su erección.
Edward dejó de besarme y yo misma me sorprendí de mi audacia. Acaricié despacio esa parte suave y caliente de su cuerpo que jamás me creí capaz de tocar.
—Bella —el susurro ronco de Edward y la reanudación de sus caricias sobre mis caderas y mis senos, me instó a seguir. Exploré su dureza con los dedos, los moví de arriba a abajo y cerré mi mano completamente alrededor de su miembro. Jugué con el pulgar sobre la punta lentamente.
—Bella —jadeó Edward—. Vas a matarme.
Sonreí por su frase irracional, era un vampiro, no iba a morirse. Sonreí al ver su cabeza recostada sobre la almohada con los ojos completamente cerrados, disfrutando del placer que yo estaba dándole.
—Edward —susurré cerca de su boca, él abrió los ojos y me miro fieramente—. ¿Se siente bien?
—Condenadamente bien —tomó mi cara entre sus manos y me besó.
—Si se siente bien, no puede matarte —le dije citándolo.
Edward gimió y me miró fijamente, bajó su mano hasta la mía, pensé que la retiraría pero solamente me enseñó a acariciarlo, moviendo su mano sobre la mía. Con su otra mano tomó uno de mis senos y lo acarició despacio, imitando el ritmo de mis manos sobre su erección, no pude contenerme más y acerqué mi intimidad a su miembro. Edward retiró su mano y tomó mis caderas ayudándome cuando lo deslicé dentro de mí.
Gemimos cuando me senté completamente sobre él y sin abandonar la presión de sus manos sobre mis caderas, me enseñó a moverme sobre él, sintiéndolo entrar y salir, reconociendo la sensación que me había provocado la primera vez, solo que ahora no había dolor. Solo estaba el placer que me producía su miembro dentro de mí, su lengua sobre mis pezones, sus manos en mis caderas, mi cara, mis piernas, mi trasero. No había una parte de mi cuerpo que se le escapara a sus manos y se sentía de maravilla.
Comencé a moverme más deprisa, arqueé la espalda y Edward movió mis caderas en círculos sobre su erección. Me retorcí frenéticamente sin aguantar mucho más, exploté en un éxtasis que me hizo gemir y gritar el nombre de mi marido que debajo de mí se tensó. Me abrazó con fuerza contra él, contraje los músculos de las piernas cuando sentí su liberación con mi nombre entre sus labios.
La sensación no fue nada parecida a la primera vez, fue mucho mejor. Quizás porque no hubo dolor, quizás porque Edward ya no era solo el hombre que me había comprado, ahora era un sensual vampiro que se preocupaba por mí y por el que yo me preocupaba, al que deseaba y quería a mi lado para siempre.
Recosté la cabeza entre su cuello y su hombro, intentando regularizar mi respiración. Ninguno de los dos se movió, él se quedó quieto dentro de mí, cuando mi corazón comenzó a latir con normalidad. Edward tomó mi rostro y me besó despacio, con lentitud movió sus labios sobre los míos. Abrí la boca para jugar con su lengua, ese simple beso y quizás todo lo que habíamos pasado, produjo en mi estómago miles de mariposas.
Parecía que me estaba enamorando de Edward Cullen.

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12♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Empty Re: ♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Dom Oct 16, 2011 3:52 pm

Cinthia Swan

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Neofito
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Capitulo 10
— ¿No será posible que salgas a la calle sin esto puesto? —Edward anudaba mi corsé, apenas apretando los cordones.
—Por supuesto que no —respondí alarmada— ninguna señorita o señora que se considere decente osaría andar por ahí sin corsé, y necesito que aprietes mas los cordones.
—De ninguna manera, te voy a lastimar, ¿crees que no he visto las marcas que deja esta cosa en la piel?
—Llama a Angela —rodé los ojos.
—Lo haré yo.
— ¿Y también me peinaras?
— ¿Para que? Honestamente me gusta tu cabello suelto, y mejor si esta despeinado y expandido sobre una almohada —susurró en mi oído, enviando escalofríos por todo mi cuerpo.
—Si pero eso no es…
—Decente para una señora —imitó mi voz y yo me reí— es solo que en la noche te quejas de corsés y zapatos que te lastiman.
— ¡Oh Dios mío! —Era verdad, hablaba dormida— siento si no he permitido que duermas bien pero no lo hago a propósito.
— ¿Dormir bien? —Se rió y susurró en mi oído de nuevo— Bella, yo no duermo.
— ¿No? —me di la vuelta, quedando de frente a él, Edward negó con la cabeza— ¿nada?
—No.
— ¿Y que haces en las noches?
—Antes de casarme contigo no mucho, leer o tocar el piano, ahora que estoy contigo sé que no hay nada mas interesante que escucharte hablar en sueños.
— ¡Maldición! —Edward arqueó una ceja divertido por mi expresión nada apropiada— ¿Qué he dicho?
—La primera noche que pasamos juntos hablaste de zapatos que se quemaban, debo decir que me sentí decepcionado de que precisamente recordaras eso sobre esa noche.
Me ruboricé y me sentí tonta, pudiendo soñar con sus maravillosas manos acariciándome en nuestra noche de bodas, yo había pensado en el zapato ardiendo en la chimenea.
—La siguiente noche no dejaste de moverte en la cama y mencionar a Philip —sus ojos adquirieron ese tono oscuro y duro que empezaba a asociar a su enojo— y anoche, bueno, por fin dijiste mi nombre en sueños… acompañados de varios gemidos.
—Oh —no dije nada mas, no había nada más que decir.
—Es una pena que no lea tu pensamiento, podría ver claramente lo que sueñas, y parece que en tu sueño de anoche nos divertimos bastante.
En realidad no recordaba haber soñado con él, pero por lo que me decía debió ser un sueño indecente y mejor que no lo recordara.
— ¿Puedes seguir con el vestido? —Le di la espalda de nuevo— entonces ¿no duermes? ¿Qué mas debo saber?
— ¿Por qué te avergüenzas? Soy tu marido.
— ¿Qué cosas interesantes haces? ¿Lanzas rayos por los ojos o algo así?
—No —Edward se carcajeó— solo leo mentes, y tengo velocidad y fuerza sobrehumana.
—Por supuesto —recordé que tan rápido habían desaparecido mis calzas la noche anterior, pero él no debía saber eso— lo de la luz de sol ¿Cómo es?
—Te dije que te lo mostraré la próxima vez que haya sol.
—Alice podría decirnos —golpeé mi cabeza con mi dedo índice— oh pero tu sabes, ella ve cosas raras, tu lees la mente. Parece que la aburrida aquí soy yo.
—No eres aburrida —Edward deslizó el vestido color violeta por mi cuerpo— eres lo contrario a eso, y definitivamente rara.
—Gracias por el cumplido, esposo.
—De nada esposa, pero tienes que admitirlo, deberías haber salido corriendo cuando supiste lo que era.
—No es para tanto, no das tanto miedo —me encogí de hombros.
— ¿Ah, no? —susurró fríamente contra la piel de mi cuello.
Entonces solté un grito aterrador cuando el piso desapareció debajo de mis pies, me vi elevada en aire y el cuarto se convirtió en una mancha borrosa que daba vueltas a mi alrededor, aterricé mareada sobre la cama con Edward encima de mí, un gruñido salvaje salió de su pecho y sus dientes afilados estaban a centímetros de mi boca, convirtiéndose en ese hombre al que tanto le había temido cuando lo conocí, o aun peor.
— ¿Qué dices ahora? —su aterradora voz, aunque igual de hermosa, era un gruñido.
No dije nada, no iba a admitir debilidad.
La puerta del cuarto se abrió y Angela apareció en el umbral.
—Señora Cullen ¿pasa algo?
—No pasa nada Angela —me ruboricé por la situación en que nos había encontrado, Edward se puso de pie y me ayudó a hacer lo mismo— mi esposa miró un bicho.
—Si, un bicho con enormes colmillos —dije y Edward se rió.
—No era mas que una inofensiva araña, por favor cuando hayamos partido a casa de lady Brandon, asegúrate de revisar que no haya mas bichos.
—Si señor.
— ¿Podrías ayudar a mi mujer con el peinado, y con el vestido? Llevo horas intentando ponérselo y no puedo.
—Por supuesto —Angela se ruborizó y Edward salió del cuarto.
—Él quiere decir que no puede ponérmelo por que no sabe como, no por que me necesite desnuda todo el tiempo —aclaré, aunque no era necesario, solo hice mas obvio lo que no era.
—Claro señora, lo que usted diga.
—No me des por mi lado Angela.
—No señora.
—Lo haces de nuevo.
—Perdón señora.
Al bajar, mi marido estaba esperándome en la puerta, para salir a casa de Alice.
—Le he pedido al señor Weber que nos prepare el coche.
—Bien —no quería andar caminando por ahí, después de que al día anterior me vieran corriendo con las enaguas en alto.
Subimos al coche y comenzamos el viaje a casa de Alice, que no era muy largo, el pueblo era relativamente pequeño.
—Y dime: ¿Qué mas debo saber de tu mundo?
— ¿No habíamos terminado ayer con las preguntas?
—Por supuesto que no —negué severamente con la cabeza— tu sabes todo de mi mundo, yo sé muy poco de tuyo, no es justo.
—Pero no sé mucho de ti y quiero saberlo todo, así que empieza.
—No voy a hablar hasta que… —su mano debajo de mis faldas me distrajo por completo, su boca comenzó a hacer maravillas con mi cuello— ni creas que… oh Dios… que con esas distracciones… mmmm Edward.
— ¿Si? —su boca comenzó un descenso de mi cuello a mis pechos.
—El señor Weber nos puede escuchar —no era muy ancho el espacio que nos separaba del exterior, además al paso que íbamos seguramente alguien nos vería por la pequeña ventana del coche.
—Si hablas me detengo —me chantajeó.
—Eso no es justo —gemí cuando su mano alcanzó el elástico de mis calzas— ¿Cómo lo haces?
Estaba sorprendida, mis faldas eran lo sucificientemente anchas y pesadas para que él lograra andar ahí abajo con tanta facilidad.
—Es una se mis habilidades vampíricas —susurró en mi oído— ¿quieres conocer mas de mis habilidades? Pero te advierto que te harán gritar de placer.
—Está bien, muy bien —me resigné, no iba a permitir que me hiciera el amor sobre el coche— hablaré, ¿Qué quieres saber?
Por ultima vez, Edward tomó mis labios entre los suyos en un beso tierno y suave, solo utilizando nuestros labios, que se movieron juntos como si estuvieran hechos para hacer esto todo el tiempo.
—Mmm, muy bien cariño, quiero saberlo todo, empieza a hablar.
—Naci hace diecisiete años, bajo el seno de la familia Swan-Higginbotham, mi padre era juez y mi madre una adolescente alocada a la que mis abuelos obligaron a casarse con mi padre, se enamoraron después de casarse y vivieron felices hasta que mi padre falleció cuando cumplí diez años mi madre conoció a Philip y se enamoró perdidamente de él, aunque en mi opinión no tanto como de mi padre, pero a fin de cuentas se casaron, al principio no me pareció correcto, pues yo adoraba a mi padre, después me di cuenta de que algún día yo formaría mi propia familia y mi madre quedaría sola, entonces me pareció bien que encontrara a alguien, cuando conocí lo… —me callé pensando en miles de insultos, pero ninguno apropiado para salir de labio de una dama.
—Bastardo, desgraciado, cabrón —dijo Edward por mi.
—Eso, gracias —le di un beso en los labios de agradecimiento— bueno cuando me di cuenta de que Philip era todo eso y mas, ya era muy tarde, mi madre estaba enloquecida por su nuevo marido y no hubo forma de hacerla cambiar de opinión. Philip se deshizo de todo lo que pertenecía a mi padre, cuadros, ropa, objetos personales, no dejó que me quedara con nada de él —las lagrimas comenzaron a picarme los ojos— recuerdo vagamente como era, había un cuadro en la biblioteca, a mis padres los retrataron después de que yo naciera y le pedí a Philip que dejara ponerlo en mi cuarto, pero no me lo permitió por que ahora él era el hombre de la casa.
Me reí sin humor.
El choche se detuvo frente a casa de los Brandon y me di cuenta que había estado hablando sin parar, seguramente Edward teniendo todo el tiempo que la eternidad le brindara, tenia cosas mejores que hacer que escuchar a su esposa quejosa.
—Lo siento —me disculpé secándome las lagrimas.
Edward no dijo nada, bajó del coche y me ayudó a salir de el.
Alice nos esperaba en la puerta de su casa, parecía estar dando saltitos aunque no estaba muy segura, pero si estaba bastante feliz, parecía como yo, inmune al mundo paranormal de Edward.
—Buenos días lady Brandon —Edward tomó la mano de mi amiga y la besó respetuosamente.
—Señor Cullen, es un placer tenerlo por aquí —le sonrió y se sonrojó un poco— pasen por favor.
Entramos a la casa y Alice nos guió hasta el salón de té y ordenó a su doncella que trajera de toda clase de pastelillos.
—Cuando vino Angela esta mañana para decirme que los Cullen vendrían a visitarme supe que todo estaría bien entre ustedes me da tanto gusto, una no se encuentra por aquí con un sensual vampiro todo los días.
Me exalté con las palabras de Alice y su forma tan relajada de hablar de la situación, miré a Edward y este solo sonrió, de pie a mi lado.
—Y Edward ¿puedo tutearte? —Alice tomó asiento en el sofá frente a mi y Edward asintió en silencio, ocultando una sonrisa— la verdad eso de las formalidades con personas de mi misma edad se me hace una completa ridiculez, si somos jóvenes, el que te tuteé no quiere decir que te este faltando al respeto. Bueno como iba diciendo, Edward tu secreto está a salvo conmigo, no le diré a nadie lo que eres. Lamento decir que mis secretos no estén a salvo, quiero decir puedes saber todo lo que pienso en este momento, aunque no hay nada interesante mas que vestidos de novia y pasteles nupciales así que seguro te aburres con mi mente en estos momentos pero debes saber que mis pensamientos son mucho mas interesantes cuando no hay una boda de por medio. Y dime Edward ¿confías en mi?
Vaya, nunca la había visto hablar tanto en mi vida. Edward iba a contestarle pero ella no le dio oportunidad.
—Por que déjame decirte que me sentiré ofendida si no lo haces, como sabrás yo veo el futuro, es aterrorizante no saber por que, pero ahora que sé que hay seres sobrenaturales, y que tu como yo tienes una especie de don, me siento mucho mejor poder compartir con alguien mi rareza, no es que seas raro en un modo malo y yo mucho menos, pero si es algo extraño que no todos tienen. Por cierto Rosalie llegara en cualquier momento y me gustaría hablar de esto lo mas rápido posible por que por supuesto ella no puede saber nada y menos su marido que es una lengua floja. Me da gusto Edward que ambos estemos en el mismo lado y que nos vayamos a apoyar. Voy a ver por que tarda tanto el té.
Alice le sonrió, se puso de pie y salió del salón. Yo quise carcajearme por la cara de Edward, quien la seguía con la mirada, su rostro era entre sorprendido e incrédulo.
— ¿Cómo es que le cabe tanto aire en este cuerpo tan diminuto? —tomó asiento a mi lado. Me encogí de hombros.
—Tiene una habilidad para hablar de muchas cosas al mismo tiempo, quizás esta nerviosa, pronto se casa y no todos los días se conoce a un vampiro.
Alice entró al salón con la misma energía con la que había salido. Edward se puso de pie y Alice se quedo parada en medio del salón, con la vista perdida, conocía esa expresión, estaba viendo algo. Los ojos de Edward no dejaron de ver a Alice quien segundos después se recompuso.
—Vaya, me veo…
—Hermosa lady Brandon —alabó mi marido aunque no supe por que.
— ¿Verdad que si? —Alice lo miró alegremente— ¿lo viste también? Eso es maravilloso, nunca había compartido una visión con nadie.
— ¿Qué viste? —pregunté recelosa, había compartido visiones conmigo, quizás no del modo como con Edward, pero era lo mismo.
—El té viene en camino, parece que ese día estará nublado, lo cual es bueno por que no tendrás excusa para no asistir a mi boda, por cierto ¿Qué pasa cuando el sol te toca?
La doncella interrumpió en el salón con el té y detrás de ella el mayordomo con los pastelillos, segundos después una criada anuncio que los McCarthy habían llegado. Rosalie y Emmett se nos unieron, temí por mi intimidad cuando Rosalie me miró fijamente, sus ojos estaban llenos de picardía y miraba a Edward con una sonrisa, alzó las cejas provocativamente cuando paseo su mirada entre mi marido y yo, gemí internamente, me esperaba algo avergonzante de verdad.
—Querida, tu madre esta preparando un baile por tu cumpleaños el próximo mes —me dijo Alice— pedirá la ayuda de tu marido.
—Mi madre no entiende que no me gustan esas cosas, mi baile de presentación fue un desastre.
—Tu señora madre tendrá todo mi apoyo —dijo Edward.
—Y el mío por supuesto.
—No, ninguno de los dos puede apoyar esta tontería, Alice sabes que odio los bailes y mas si son en torno a mi. Edward no puedes hacerlo.
—Es tu cumpleaños cariño, debe celebrarse —se encogió de hombros.
—Es solo que Bella temé tropezarse sobre Mike Newton como sucedió en su baile de presentación —se burló Emmett.
—No es de caballeros burlarse de las desgracias de una dama —me indigné.
—Vamos Edward —lo animó Emmett— vayamos al jardín y dejemos que las damas organicen una boda y un baile.
—Edward por favor —le rogué, pero el muy desgraciado de mi marido solo sonrió de lado y besó mi mejilla antes de salir detrás de Emmett.
Suspiré, pero no me daría por vencida en cuanto al maldito baile.
— ¿Ya me vas a decir que viste en tu visión? —pregunté a Alice una vez que estuvimos las tres solas.
—Solo era yo vestida de novia —Alice se encogió de hombros— y ya lo ha dicho tu marido me veo hermosa.
—Por supuesto —estuve de acuerdo. Rosalie me miraba por encima de sus pestañas mientras tomaba la taza y la llevaba a sus labios. Tomé una galleta y la mordí, la mirada de mi rubia amiga era burlona. Bufé.
—Dilo Rosalie —le pedí y dejó la taza en la mesita.
—Lo han hecho ¿verdad? —Sonrió, yo asentí con timidez—. ¡Lo sabia!
—No grites —le dije mirando hacia la ventana que daba al jardín, después de hacer el amor la noche anterior, Edward me había hablado de sus sentidos desarrollados y seguramente estaba escuchando.
— ¿Qué tal ha estado? —preguntó sin hacer caso de mi petición.
—Bien —contesté en voz baja.
— ¿Solo bien? Tendré que pedirle a Emmett que hablé con él.
— ¡Por supuesto que no harás tal cosa! —grité horrorizada, la sola idea de Emmett hablado de sexo con Edward me revolvía el estomago.
—Comprendo que fue la primera vez —Rosalie estaba tan tranquila que me ponía a mi de nervios— pero ¿solo bien? Tienes un rubor que me dice que estuvo mejor que bien y te brillan los ojos como si hubiera estado maravilloso, a ver dime ¿Qué te hizo? O mejor, háblame de longitud
—Por el amor de Dios ¡Rosalie! —estaba demente si creía que le iba a describir lo que habíamos hecho en la cama y menos hablar de proporciones, Alice se rió tontamente detrás de su taza.
—Solo quiero saber si fuiste activa o solo te dejaste hacer —Rosalie hablaba de estas cosas con tanta naturalidad que me daba pavor.
Me ruboricé violentamente al recordar lo activa que había estado la noche anterior, mis caricias indecentes sobre el miembro de mi marido y lo mucho que lo había disfrutado. No se lo iba a decir a Rose. No. Edward estaría escuchando. No.
Definitivamente no.
—Bueno te daré unos consejos, por ejemplo, quieres convencerlo de que no le ayude a tu madre con ese baile, pues entonces toma la rienda dentro del dormitorio y hazle ver lo que le harás si te apoya.
—No quiero saber —negué y tomé mi taza, la mano me temblaba y miré por la ventana, no alcanzaba a distinguir las dos figuras masculinas que deberían estar allá afuera. ¡Dios! Y si estaban con la oreja pagada a la puerta. A Emmett lo creía muy capaz y a Edward… bueno a él no pero probablemente se estaba divirtiendo con esto donde quiera que estuviera.
—Lo primero que debes hacer es desnudarte antes de que el suba al dormitorio…
—Momento Rosalie —dijo Alice muy seria.
—Gracias Alice —si ella tampoco quería escuchar los "consejos" de Rosalie, esta quizás se callara de una buena vez.
—Necesito tomar nota —mi boca se abrió tanto que casi sentí mi mandíbula chocar contra el suelo.
— ¿Qué? —le grité a mi amiga que se había puesto de pie, salió del salón y vi entonces que no había nadie detrás de las puertas escuchando, Alice regresó un minuto después con un par de papeles y tinta, se arrodilló frente a la mesa de té y comenzó a escribir.
—Adelante maestra —mis ojos no daban crédito a lo que veían, eso debía ser una broma de parte de esas dos— Bells, pon atención, después no te prestaré mis apuntes.
—No quiero… —Rosalie me interrumpió.
—Bueno, como decía debes desnudarte y meterte en la cama, cuando tu marido suba te pones de pie con toda tu desnudez en su esplendor, con esto tendrás para dejarlo atónito por un momento —Alice escribir rápidamente sobre el papel y yo no dejaba de mirar por la ventana, si Edward me había salvado de Philip, ¿Por qué no venia ahora y me sacaba de aquí? —Aprovechando que esta mirándote como idiota —me sobresalté ante la mala palabra de mi amiga pero ni ella ni Alice parecieron notarlo— te acercas a él y en el caso de Bella, le dice que si no ayuda a su madre con el baile, le hará cosas como… ahí es cuando tomas su miembro por encima del pantalón…
—Dios bendito —me ruboricé.
—Pueden hacer miles de preliminares, pero, cuando lo tengas desnudo, sustituyes tu mano en su miembro con tu boca y le das una m…
—Necesito ir al tocador —me levanté de prisa y salí casi corriendo del salón, cuando cerré las puertas, escuché las carcajadas de Rose y Alice.
Malditas. Lo hacen a propósito para avergonzarme.
Inspiré profundamente y caminé rumbo al tocador, al doblar el pasillo me encontré con Edward, salté asustada.
—Lo siento cariño, no quería asustarte, ¿A dónde ibas?
—Al tocador, el ambiente es algo tenso y necesito refrescarme.
—Claro, ¿a quien no le daría calor con las conversaciones de Rosalie y su marido?
— ¡Ay Dios! ¿Has escuchado? —Asintió despacio— y, ¿Emmett te ha dicho algo parecido?
—Digamos que entre los consejos de Emmett y la conversación entre tu y Rosalie, he escuchado mas de sexo hoy que en toda mi existencia.
—Lo siento tanto —me ruborice— pero ellos son tan abiertos en cuanto a su intimidad.
—Eso no tiene nada de malo, pero deberían guardárselo para ellos —gruñó en un susurro.
—La hora del té terminará pronto, y luego podremos ir a casa de mi madre donde nadie nos hablara de sus intimidades —me estremecí— y donde tu le dirás que no habrá baile de cumpleaños ni nada de eso.
Le di un rápido beso en los labios y continué mi camino al tocador, al entrar cerré la puerta detrás de mi y tomé un poco de agua de una jarra para refrescarme el rostro.
—Bella —me di la vuelta al escuchar la voz de mi marido detrás de mi, no había escuchado la puerta abrirse y mucho menos lo había escuchado entrar.
— ¿Qué haces aquí? —susurré sorprendida.
—Uno de los consejos de Emmett es la espontaneidad —se encogió de hombros y en un parpadeo lo tuve frente a mi. Tomó mis labios entre los suyos con pasión y pegó su cuerpo al mío— no necesitas hacer lo que te dijo Rosalie.
Me ruboricé y mi corazón comenzó a latir mas de prisa.
—Aunque si lo haces —su voz fue ronca— no me quejaré.
Gemí cuando volvió a besarme sentí la necesidad de ser poseída por su cuerpo ahí mismo.
—Y no te preocupes por el baile, le diré a tu madre que te llevaré de viaje de bodas y no estarás presente.
—Eso suena maravilloso —lo volví a besar, olvidándome de donde estábamos.
—Solo hay una cosa que quiero a cambio —susurró contra mi cuello mientras lo besaba.
—Si —podía pedirme lo que quisiera, se lo daría.
—Te quiero a ti… —me miró a los ojos— para siempre.
—Por supuesto, soy tuya —y si que lo era, solo de él.
—Me refiero literalmente Isabella —su voz se tensó— para siempre.
—Oh —no pude decir nada mas cuando comprendí lo que implicaba exactamente la frase "para siempre".

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N.A: Mm bueno, después de todo lo que ha pasado por fin les traigo un capitulo nuevo.
Sepan que lo del plagio es algo que de verdad me ha molestado, ya lo han sabido por que me mudé de ff.net y quiero de verdad agradecerles su apoyo, el venir hasta acá y leer.
Espero que este capitulo sea de su agrado, sepan que no por que Bella ya lo sabe Twisted Evil y Edward la quiere "para siempre" los problemas se han acabado cyclops
Bueno, nos leemos prontito I love you

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13♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Empty Re: ♥|♥Deseo Peligroso♥|♥ Dom Dic 25, 2011 6:10 pm

Cinthia Swan

Cinthia Swan
Neofito
Neofito

Nota 25/12/11

Primero que nada, muy, muy feliz navidad.

Espero que este día se la hayan pasado de maravilla en compañía de sus seres queridos, y que el año que viene venga lleno de cosas buenas y que sea mucho mejor que este que termina.

Bien, lamento mucho mi reciente desaparición, pero primero mi computadora se estropeo, todita, lo peor, nada de lo que tenia se pudo salvar, por lo tanto lamento informar que mi fic "Dulce tentación" se ha perdido por completo.

Otra de las cosas que me han pasado es, y quizás alguna ya lo saben, estoy embarazada ^^, tengo 4 meses, estoy súper contenta, aun no sé que va a ser, quiero esperarme hasta el parto, mi novio dice que no, que deberíamos averiguarlo pero quiero mantener la expectación hasta que llegué el momento.

Por lo tanto he tomado la siguiente decisión, me tomaré un año sabático con respecto a la escritura, primero, no tengo cabeza para escribir, mis hormonas y los cambios que estoy sufriendo no me permiten pensar en este momento en E/B, y no me refiero solo a cambios físicos, sino personales que involucran mi nueva vida como mamá y... novia/esposa.

Amo escribir y créanme tengo miles de historias que involucran en este momento a Edward y mis hormonas, pero me hace falta tiempo para plasmarlas en una PC, hago anotaciones en una libreta para no olvidar mis ideas y pulirlas cuanto este mas calmada.

Respecto a "Deseo Peligroso" lo reescribiré, quizás cambié algunas cosas por que me será imposible que quedé exactamente igual, o bien si alguien lo guardó y lo tiene por ahí estaría muy agradecida de que me lo hagan llegar.

Esto no es un adiós permanente, andaré por aquí leyendo y re subiendo mis otros fanfics, solo que no escribiré nada nuevo.

Espero que me comprendan y prometo regresar pronto y con nuevos bríos y sobre todo mucho mas inspirada por la personita que viene en camino.

Les mando mil besos y no tengo manera de agradecer todo el apoyo que siempre me han brindado.

Saludos, Cinthia Swan.

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